domingo, 15 de junio
domingo, 15 de junio
Director: Andrey Zvyagintsev
Intérpretes: Maryana Spivak, Aleksey Rozin, Matvey Novikov, Marina Vasilyeva, Andris Keishs, Alexey Fateev
Sinopsis: Una pareja que atraviesa un divorcio debe aunar fuerzas para encontrar a su hijo, desaparecido tras una de sus peleas. (FILMAFFINITY)
El Bergman de SECRETOS DE UN MATRIMONIO, el cine de Tarkovksi, sobrevuelan el quinto largometraje hasta el momento del ruso Andrei Zvyagintsev, tras EL REGRESO, EL DESTIERRO, ELENA y LEVIATÁN. De nuevo, vuelve a mostrar un punto de vista propio, singular.
También vuelve a incrustar su bisturí es en ese retrato de fondo que hace de su país. Tan desolador y deshumanizado como la historia central, la de ese matrimonio en plena separación, completamente infeliz, amputado emocionalmente, alejado de cualquier indicativo de empatía, atrozmente egoísta, quimérico en su busca de una felicidad que es puro espejismo. De un individualismo desmedido.
Utilizando elementos alegóricos, pone al descubierto lo que puede pasar en una pareja, representativa de tantas otras, lo que puede sucederr tras varios años de convivencia seguramente engañosa en este mundo de hoy y en esa sociedad concreta.
No me parece baladíes esas noticias que aparecen en una televisión sobre el conflicto ruso-ucraniano, como símbolo de un tiempo en el que quienes deberían velar por los suyos han rebasado la línea y ya casi todo da igual con tal de que triunfe un degradante culto a la personalidad.
De paso, deja al descubierto como las instituciones sociales, la policía, no muestran demasiado interés por la suerte de su ciudadanía.
En medio de todo ello, un crío de doce años que se mueve entre la desafección de sus padres, la soledad (esa escena del cuarto de baño es suficientemente expresiva), el abandono afectivo.
El paisaje cobra una importancia fundamental. Transcurre en pleno invierno (climático, afectivo), con algún breve remanso otoñal, algo por otra parte habitual en la filmografía de Zvyagintsev, que vuelve a tirar de movimientos de cámara calculados, hondamente pausados, engañosamente gélidos para mostrar tanto ese desolado mundo infantil como ese universo adulto en el que ya tan solo parece funcionar el sexo.
No es precisamente una propuesta para saltar de alegría, más bien todo lo contrario, tanto por su contenido dramático como por el formal, pero si son capaces de zambullirse en su ritmo moroso y su tono nada complaciente, tal vez se topen con una obra de gran peso y cuajo, de pesimista belleza y gran atractivo visual.
José Luis Vázquez
