sábado, 26 de abril

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Estreno en Royal City

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Verano del 42 ()

Director: Robert Mulligan

Intérpretes: Jennifer O'Neill, Gary Grimes, Jerry Houser, Oliver Conant, Lou Frizell, Christopher Norris, Katherine Allentuck

Sinopsis: Han pasado muchos años desde que Hernie pasó sus vacaciones con sus amigos Oscy y Benji en una isla de Nueva Inglaterra. Todavía recuerda aquel verano, en plena Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en el que se enamoró de una atractiva mujer mucho mayor que él.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Transcurre en el verano de 1942, en una isla –Nantucket, según el original literario- enfrente de la costa de Estados Unidos, en realidad en Massachusetts, Nueva Inglaterra. Hace ya unos meses del bombardeo de Pearl Harbor y de la entrada en la segunda gran contienda mundial del país de las florecientes barras y estrellas.  

En esa fecha, en ese lugar y en esa estación transcurre uno de los más bellos poemas fílmicos rodados jamás sobre las turbulencias de la adolescencia, al que la envolvente y maravillosa música de Michel Legrand (The summer knows, Oscar a la mejor banda sonora original) nos acerca, nos pone en situación desde los primeros compases, desde los mismísimos títulos de crédito.  

Siempre que tengo que elegir una película sobe la época más luminosa del año, siempre me sale ésta. Tal vez porque está presente en todo momento, de manera delicada y fundamental, esa luz, esas costumbres, esa desinhibición, hasta ese olor si me apuran que la define tan certeramente. Pero, además, porque me resulta inevitable la identificación con sus tres protagonistas, con Hermie (Gary Grimes, el propio Mulligan le presta su voz en sus reminiscencias adultas, algo que se podrá apreciar en la versión original), con Oscy (Jerry Houser) o con Benji (Oliver Conant) ese amigo extraño que todos hemos tenido o sido.  

No la he visto demasiadas veces, pero sus poderosas imágenes se instalaron a fuego lento en mis retinas desde su primer visionado. Recuerdo ese cuerpo estremecido de Hermie al contemplar a la preciosa y algo mayor para él Jennifer O´Neill, recuerdo la desolación de esta mujer cuando le comunican una trágica noticia y el abrazo en el que se funde con el adolescente, la de la simpática camaradería compartida con quienes están despertando a lo mismo que uno, esos primeros picores de la líbido, ese primer encuentro sexual, el desamparo del primer amor, esa primera compra de preservativos en una farmacia, ese tono melancólico y nostálgico que la recorre, que la baña de principio a fin.  

Supongo que el verano es aquí propuesto, siempre dentro de unos parámetros realistas, aunque estén pasados por un tamiz poético, es el verano que muchos han pasado o que otros tantos hubiéramos deseado pasar. Supongo que, de una manera u otra, todos lo hemos vivido, o nos podemos ver reflejados.  

La melancolía es una de las cualidades más evidentes del magistral e hiper sensible director norteamericano Robert Mulligan. Aunque solo fuera por esta película y por MATAR UN RUISEÑOR, ya merecería un lugar de lo más elevado en la historia del Séptimo Arte. Siempre proclamo que es el cineasta por excelencia del estío. Pues a estos dos títulos, hay que sumar la verdaderamente delicada y preciosa VERANO EN LOUISIANA, tan sólo unos ligeros milímetros por detrás en lo que a reconocimiento artístico se refiere, pero cuidado, título a reivindicar. También fue el responsable de LA NOCHE DE LOS GIGANTES, EL OTRO o AMORES CON UN EXTRAÑO u  otras delicatesen.  

La amistad entre esos tres mozalbetes que están despertando a la vida, a las sensaciones más gratas y excitantes que ésta ofrece, también al dolor más imprevisto, a la pérdida, a la despedida, es otro de los estandartes de una historia basada en la novela, en las memorias más bien, de Herman Raucher. En el verano que pasó en el mismo año y en la misma isla, cuando tenía tan sólo 14 años de edad.  

Todo en la película, al menos en lo fundamental, parece a ajustarse a hechos vividos por el autor, quien pensó inicialmente que la película fuera un homenaje a su amigo Oscar “Oscy” Seltzer, médico del ejército fallecido en la Guerra de Corea. Para ello se concentró en la primera experiencia en su vida, aquélla en la que aparece una mujer joven pero mayor, también llamada Dorothy, con la que experimentó su primera relación sexual. Esa despedida por carta supondría su último contacto, hasta que tras el estreno del film en 1971, recibió varias cartas de mujeres afirmando ser ella, hasta que en una, debido a su caligrafía y una serie de detalles, reconoció a la auténtica. Le contaba que había vivido durante muchos años con remordimientos por si le había traumatizado, que se alegraba de saber que se encontraba bien y que era mejor no volver a remover el pasado.  

Triste y bonito epílogo a la vez, a tono con este relato de iniciación, luz y vida que nos regalara Mulligan un verano de nuestras vidas que muchos jamás olvidaremos.  

José Luis Vázquez