Director: Lee Unkrich y Adrián Molina
Intérpretes: Animación
Sinopsis: Miguel es un joven con el sueño de convertirse en leyenda de la música a pesar de la prohibición de su familia. Su pasión le llevará a adentrarse en la "Tierra de los Muertos" para conocer su verdadero legado familiar. (FILMAFFINITY)
Pixar, la insuperable productora animada, filial desde hace un tiempo de Disney, ha vuelto a dar en todo el centro de la diana artística, del pleno gozo y disfrute cinematográfico.
Aparte de que suponga, indirectamente o por efecto rebote, una oportuna patada en el trasero del insoportable Donald Trump, entre otras cuestiones por el cálido y sentido homenaje que ofrece a su vecino del Sur al que este ha ninguneado desde su llegada a la Casa Blanca, COCO es una carta de amor a Méjico, a su cultura y a la ancestral de la muerte en especial. Bien se puede indicar que constituye una especie de vitalista, vibrante y fantasioso manual de autoayuda en torno a la misma.
Y es que pese a la alegría que exuda en todo momento, a su exuberancia, a su colorido envoltorio, a su dinamismo narrativo, es una película muy dramática, algo dura para los niños, aunque he de matizar que es también balsámica, de lo más aleccionadora, pues enseña a los más pequeños a enfrentarse, a convivir con la señora de la guadaña y con los esqueléticos congéneres que deja a su paso.
Por cierto, el entrañable país centroamericano ya había sido el reciente epicentro del cine animado estadounidense con temática parecida con la maravillosa y permanentemente reivindicable EL LIBRO DE LA VIDA. Y ya saliendo de estas latitudes y trasladándonos a las más gélidas centroueropeas, no puedo olvidarme de esa obra maestra de Tim Burton titulada LA NOVIA CADÁVER, en la que los extintos mostraban una contagiosa marcha.
Aquí, ya desde ese prólogo con banderitas de papel picado se nos pone en situación. Y la cosa no hace sino impregnarse del ambiente mientras su ritmo no deja de ir en aumento.
Pero el habla, la música, todos sus elementos autóctonos del país retratado, no hacen más que ir a favor de un discurso integrador y exultante. Ofrece una versión de LA LLORONA a la que seguramente ni la propia Chavela Vargas pondría objeción alguna. Como tampoco se le puede poner a la caracterización de unos personajes genuinos, ancestrales, fuertemente enraizados en la tierra y en el paso al otro lado.
Pero aparte de proponer recordar con buen ánimo a los seres perdidos, se ensalzan valores familiares por encima de cualquier otra consideración.
De que eso se cueza a la temperatura debida se encargan dos espléndidos profesionales. Uno de ellos, de sus directores, Lee Unkrich (el otro es Adrián Molina, también estadounidense), no se olvide que fue uno de los dos firmantes de ese vertiginoso prodigio llamado TOY STORY 3, capaz de superar a sus dos antecesores lo que ya era decr.
Vuelve a conseguir lo casi imposible, superarse a sí mismo y transmitir emociones en cascadas que sacuden al menos mis lacrimales. Casi literalmente me derrito con esa secuencia entre Miguel y su bisabuela, la anciana que da título a la película, cuando el primero trata de que reviva sentimientos hace tiempo pasados, de que recuerde la canción que el padre de la misma le cantaba cuando era niña. RECUÉRDAME, su título es de lo más explicito.
De imaginería bullanguera, ritualista, resplandeciente, anima su acción de vez en cuando con la aparición y los vuelos rasantes de seres mitológicos como los alebrijes. Y no deja resquicio alguno para que se pueda instalar el decaimiento, el desvanecimiento o el muermo. Todo lo contrario, es una constante manifestación de jolgorio, parranda, regocijo, música, vida.
De obligada visión. Por decreto ley si es necesario.
José Luis Vázquez