Director: Patrick Hughes
Intérpretes: Ryan Reynolds, Samuel L. Jackson, Salma Hayek, Gary Oldman, Elodie Yung, Joaquim de Almeida, Kirsty Mitchell, Joséphine de La Baume, Sam Hazeldine, Joelle Koissi, Barry Atsma, Abbey Hoes, Halima Nagori, Karl Farrer, Mikhail Gorevoy
Sinopsis: El prestigioso guardaespaldas Michael Bryce (Ryan Reynolds) recibe un nuevo cliente: un asesino a sueldo, Darius Kincaid (Samuel L. Jackson), que debe testificar en un juicio en La Haya contra un cruel dictador (Gary Oldman). (FILMAFFINITY)
Antes de nada aclarar a quien se pudiera despistar que ésta producción estadounidense nada tiene que ver con la vistosa de 1992 protagonizada por un Kevin Costner carismático y una todavía no demasiado machacada por los excesos Whitney Houston.
Esto va de otra cosa aunque también contenga acción… y guardaespaldas. Es una comedia sinvergonzona y mal hablada, sin mayores pretensiones, que no me genera irritación pero tampoco empatía.
Es la típica “buddy movie” tan en boga en décadas pasadas, la de los 80 principalmente, adaptada convenientemente a estos nuevos tiempos. Recuerden… las estupendas ARMA LETAL, HUIDA A MEDIANOCHE o LÍMITE: 48 HORAS. Se encuentra lejos de aquellas por diversos motivos. Por una aparatosidad mal entendida y ostentosa, porque confunde ritmo con atropello y porque los guiones carecen de los varios matices y de las realmente divertidas humoradas contenidas en las anteriormente citadas.
No diré que no cuente con algún momento afortunado –la secuencia con las monjitas es graciosa- y que su competencia técnica no sea respetable, incluso puedo entender que resulte distraída y evasiva para una buena porción de espectadores, pero a estas alturas de mi vida cinéfila y pese a que puedo resultar de lo más facilón –según en qué ocasioenes- para devorar estas manufacturas en serie, requiero de algo más que lo aquí expuesto para que me lleven a su terreno. Y repito, no pido tanto.
Cuenta también con algún guiño políticamente incorrecto, manifestado por ejemplo en una frase que le dice el compañero bueno delincuente y asesino al también bueno y supuestamente defensor de la ley acerca de quién es peor, si el que protege a facinerosos o el que los elimina. Advierto igualmente otros de corte más político.
Eso sí, aparte de –eso parecen indicar las estadísticas- de funcionar bien en taquilla, en la estadounidense principalmente, servirá para consolidar aún más el –merecido- estatus de estrella de Ryan Reynolds (hay veces que no sé todavía porqué lo confundo con Ryan Gosling), sobre todo a raíz de su participación en la –para mí incomprensiblemente- exitosa DEADPOOL. Le da réplica el todoterreno Samuel L. Jackson, que lo mismo sirve para un roto que para un descosido o que para un Tarantino o un Tamahori en horas bajas. Bueno, cumplen, se muestran resueltos y vacilones pero sin acabar de arrastrarme a su terreno, algo que sí consiguieron en el pasado la pareja Gibson/Glover, De Niro/Grodin o Murphy/Nolte, entre otros ilustres y abundantes ejemplos ¿Ven… como no “exijo” tanto?
Al igual que esa sátira de super héroes se muestra muy deslenguada y lamentablemente ampara algunas de sus ocurrencias en flatulencias –la presa compañera de celda de la esposa mejicana de L. Jackson- y salidas de tono facilonas.
Ya el hecho de saber quién era su director (Patrick Hughes), al menos lo que indicaba su currículum hasta la fecha (RED HIL, LOS MERCENARIOS 3), no me había predispuesto para demasiadas ilusiones. Finalizada su proyección (bueno, esta vez me fui faltando diez minutos), así se confirma. Maneja bruscamente las transiciones entre brutalidad y ligereza, compadreo.
Es cine kleenex, de usar y tirar, que se consume fácil y lo olvido instantáneamente, salpicado de secuencias violentas comunes a tantas cientos de otras vistas en la actualidad y en el pasado. Y el problema no es tanto ese, sino su exceso de parafernalia, su rutina formal, la inconsistencia de su guión.
Una cosita más, Salma Hayer está salida de madre. Resulta excesiva, histriónica, completamente innecesaria su presencia. Muy interpretativamente pendeja.
José Luis Vázquez