Director: Volker Schlöndorff
Intérpretes: Stellan Skarsgård, Nina Hoss, Niels Arestrup, Robert Seeliger, Susanne Wolff, Ray Wiederhold, Olga Lezhneva
Sinopsis: El escritor Max Zorn llega a Nueva York para promocionar su última novela. Su joven esposa Clara lleva allí ya unos meses para contribuir a la publicación del libro en los Estados Unidos. En su novela, Max cuenta el fracaso de una pasión en esta ciudad, hace 17 años. Casi por azar vuelve a ver a Rebecca, la mujer en cuestión. Originaria de Alemania del Este, se ha convertido en una brillante abogada y vive desde hace 20 años en Nueva York. Ellos deciden pasar un fin de semana juntos en Montauk. (FILMAFFINITY)
Me gusta bastante este –en el mejor de los sentidos- anticuado y otoñal drama romántico. Por varios motivos.
Por lo muy bien que están utilizadas unas miradas de lo más expresivas –devastadoras en algún momento- y unos silencios de lo más elocuentes.
Por esa aguda exposición, ese incisivo retrato del ego y la ensoñación del artista, de un escritor en este caso (Max Zorn, magníficamente interpretado en presencia física e interiorización por el actor sueco Stellan Skârsgard), por dejarlo en entredicho en un aspecto tan fundamental como el emocional.
Porque expone con considerable nitidez la confusión que puede establecerse entre lo vivido y lo imaginado, lo supuesto o lo idealizado (algo casi intrínseco en quien se dedica a fabular por muy realista que sea su escritura).
Por reivindicar la literatura no ya solo como mecanismo narrativo sino como detonador para sacar a la luz sombreados de quien la practica o vive de ella.
Por su visión paisajística, intimista de la ciudad cinematográfica por excelencia, Nueva York (un plano de entrada por la autopista a la inabarcable ciudad con el Empire State Building de fondo no tiene desde luego desperdicio), que vuelve a parecer diferente y de una América atlántica de fondo, propia más bien de un europeo culto y observador, que la contempla con distancia y perspectiva. Lo que no anula la capacidad de autocrítica respecto al Viejo Continente. De hecho, el personaje de la joven publicista, supone la juventud y la verdad frente al vetusto engaño y la auto complacencia.
Porque aunque todas las películas deberían serlo, o parecerlo al menos, su carácter sentido me suena a auténtico. Supongo que tendrá que ver un poco el hecho de que su director ha confesado que este episodio lo vivió en su vida real.
Por ese breve momento en que ella, el antiguo amor (espléndida también Nina Hoss) habla de una casa que compró en Maine y que finalmente vendió, que bien podría erigirse en metáfora de la relación de la ex pareja.
Por ese igualmente breve instante en que suena el contestador del móvil de Clara indicando que la dejen un mensaje… si la quieren. Claro y la reacción que adopta él.
Porque al contrario de lo que pudiera dar a entender no es un manifiesto sobre las segundas oportunidades. Esto más bien conecta con el monólogo inicial, de corte bergmaniano, de Max.
Por mostrar la (re)cuperación imposible del pasado cuando el presente llama a tu puerta… y podría suceder lo que la vez anterior por no haber tomado oportuna nota.
Porque el guión de Schlöndorff y el escritor irlandés Colm Tóibín (BROOKLYN) está muy bien manufacturado y no necesita tirar de excesos. En el que advierto, además, una ligerísima sorna en algunos pasajes, cachete incluido a Woody Allen.
Porque las escenas de playa están rodadas con muy buen gusto, sin tener que apelar a la tarjeta postal.
Porque la confesión de ella, de un antiguo amor, me pone el nudo en la garganta desde la sencillez y sobriedad.
Porque su plácido ritmo acompaña adecuadamente a una sentimental y desoladora historia de tormentas interiores, amorosas, que no habían sido suficientemente descargadas o asumidas.
Porque aunque lo pudiera parecer no tiene nada que ver con esa ingente cantidad de tostonazos germanos que Televisión Española se está dedicando a programar desde hace tiempo en las sobremesas del fin de semana. Igual les gustan más esos, ya saben que para gustos hay colores.
Eso sí, peca ligeramente de esa ancestral frialdad narrativa-expositiva tan habitual en el cine alemán desde hace varias décadas, uno de cuyos máximos representantes de aquélla nueva corriente surgida en los 60 es quien esto firma, Volker Schlöndorff capaz de desenvolverse a caballo entre el academicismo más reconfortante y la autoría estimulante. Ahí están para confirmarlo EL TAMBOR DE HOJALATA (Oscar a la mejor película de habla no inglesa), EL JOVEN TORLESS o EL HONOR PERDIDO DE KATHARINA BLUM. Su último trabajo antes de éste se remonta a tres años atrás, el teatralizado y correcto DIPLOMACIA.
Es más bien una propuesta para minorías pero que en su país de origen, Alemania, ha cosechado un más que respetable éxito. Es adulta y perfectamente accesible a quien quiera buscar palabras, sentimientos y algo más que ruido en una pantalla.
José Luis Vázquez