sábado, 10 de mayo

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Estreno en Royal City

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Maudie, el color de la vida ()

Director: Aisling Walsh

Intérpretes: Ethan Hawke, Sally Hawkins, Kari Matchett, Gabrielle Rose, Zachary Bennett, Billy MacLellan, Marthe Bernard, Lawrence Barry, David Feehan, Mike Daly, Nik Sexton, Greg Malone, Brian Marler, Judy Hancock, Denise Sinnott

Sinopsis: Maud Dowley (Sally Hawkins) es una mujer alegre de Nueva Escocia que sueña con independizarse de su protectora familia. Everett Lewis (Ethan Hawke) es un huraño pescador local que busca asistenta. Tras ver su anuncio, Maudie no tarda en mudarse a casa de Everett para encargarse de las tareas del hogar. Pero lo que comienza siendo una difícil convivencia entre dos polos opuestos poco a poco irá transformándose en una historia de amor... Basada en hechos reales, la película cuenta la historia de la pintora canadiense Maud Lewis, de su relación con el que se convirtió en su inseparable compañero de vida Everett Lewis, y de cómo sus sencillas pinturas llegaron a ser vistas y reconocidas por todos los rincones del país convirtiéndola en una de las artistas folk más representativas de Canadá. (FILMAFFINITY)

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

“Toda la vida ya está enmarcada… y está justo ahí” (Sally Hawkins)

“Contigo tengo todo lo que quiero” (Sally Hawkins)

 

Es de una sencillez conmovedora. Ese es tal vez uno de los aspectos que más me gustan de este “”biopic” no tan al uso sobre la pintora canadiense folk Maud Lewis, aquejada de una deformación artrítica que la iba encogiendo progresivamente según transcurrían los años.

También me parece muy destacable cómo un relato que inicialmente no me parece muy relevante, incluso engorroso, va prendiendo poco  a poco sin que me dé cuenta, hasta acabar envolviéndome en su preciosa tela de araña naif, tal y como les sucede a los propios protagonistas en su relación.

Porque esta me parece fundamentalmente una historia de amor entre dos seres de lo más opuestos, pero supongo que necesitados de un cariño aún mayor dadas sus diversas marginalidades. Ella condicionada por su discapacidad y por una familia (un hermano y una tía) que no le muestra ningún tipo de aprecio; él, un pescadero malhumorado, huraño, incluso violento, con cuya progenitora tampoco se debía llevar muy allá (y de una inesperada belleza interior).

O lo que es lo mismo traducido en rostros reconocibles, ella es Sally Hawkins, aquélla inolvidable hermana vulgar de Cate Blanchett en BLUE JASMINE, composición que le valdría una más que merecida nominación al Oscar. Él, casi irreconocible de primeras, Ethan Hawke, uno de los chavales de EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS o el partenaire de Julie Delpy en esa –hasta el momento- trilogía sobre las relaciones titulada genéricamente BEFORE…/ANTES DE… (AMANECER, ATARDECER, ANOCHECER), también el actor fetiche del director de las mismas, con quien trabajara más episódicamente en la sensacional BOYHOOD (MOMENTOS DE VIDA).

Conste que Hawke lo tenía aquí muy crudo dándole la réplica a una arrolladora Sally Hawkins, merecedora desde ya mismo a otra nominación, esta ya como actriz principal. Y porque además su físico de galán no era el más adecuado (pueden contrastarlo en los títulos de crédito finales viendo en una instantánea al personaje real) para otorgarle encarnadura, pero ello lo suple con creces gracias a una meticulosa y esforzada interpretación.

Pero lo importante es la plasmación de cómo estos dos seres humanos se van dando con el paso del tiempo, poco a poco, calor, protección y afecto en una relación de largo recorrido sin duda, que consigue desarmarme y provoca mi bajada de defensas. Es difícil no sustraerse al encanto, almíbar dicen algunos, que destila tan peculiar y atípica ligazón.

Consigue engatusarme del todo esa permanente sonrisa de Maudie, para quien pintar era una manera de defenderse de un entorno hostil, de una vida no demasiado complaciente con ella. Una sonrisa que en algún pasaje aflora pícaramente, como cuando se sale con su objetivo de conseguir una mosquitera.

Y sus obras, solicitados por el mismísimo Richard Nixon cuando era vicepresidente de Estados Unidos, destilan lo que era su propia personalidad y esencia, una inagotable alegría de vivir, que trasladaba a quienes eran objeto de su plasmación, pájaros, gatos, perros o gallinas, de la que como dice de una de ellas tras haberla tenido que para comer, seguramente le hubiera gustado que la recordaran con el aspecto feliz que le imprime.

No sé si quienes vayan buscando una lección de arte moderno se sentirán defraudados, pero para quien como yo antepone el conocer al ser humano que hay detrás del artista, no solo no me sucede eso sino que me encandila esta propuesta. Y puestos a relacionar ambos aspectos, no deja de llamarme la atención esa humilde y alejada cabaña en la que ambos pasaron juntos toda su vida y en la que Maudie pudo desarrollar todas sus aptitudes artísticas.

O cómo las fanfarrias de la fama no les llenaron la cabeza de grillos, obteniendo la felicidad y el sentido a sus existencias en un espacio reducido, de poco más de veinte metros cuadrados, en el que ni un solo centímetro –se ajusta a realidad-, bueno una pequeña esquina por él solicitada, estaba sin pintar. Y sin tener jamás calefacción, ni electricidad, ni agua corriente.

Un momento a destacar. No seré muy explícito para no destripar, pero un momento muy parecido a aquél final de STELLA DALLAS, protagonizado magistralmente por la formidable Barbara Stanwywck, allí con una ventana por medio y aquí con un porche. Hace alusión a relaciones materno-filiales… y hasta aquí puedo contar. 

No solo me parece una película estupenda sino que me reconforta con la parte positiva de nuestra especie y me parece aleccionadora en el sentido más positivo del término.

José Luis Vázquez