Director: Víctor García León
Intérpretes: Santiago Alverú, Macarena Sanz, Javier Caramiñana, Alicia Rubio, Pepe Ocio
Sinopsis: Bosco es el hijo de un ministro imputado por corrupción, malversación de fondos públicos, blanqueos de capitales y varias decenas de delitos económicos. Selfie cuenta su historia desde que lo expulsan de su lujoso chalet en la Moraleja hasta que entra a pedir trabajo en la sede de Podemos, con sus angustias sentimentales y sus miserias. (FILMAFFINITY)
La supuesta original idea que ha alumbrado este proyecto, doy por descontado que azuzada por el ínfimo presupuesto con el que ha contado, se acaba agotando en sí misma al poco de iniciado su metraje. Es más, me parece bastante forzada la inserción del encargado de grabar lo visto en pantalla.
Y me vuelve a incomodar una cosa. No voy a calificar esto de podemita, que sería algo tan legítimo o no como cualquier otra opción política del arco parlamentario o como visión de la vida (siempre que se respete y no se falte al prójimo, claro), pero sí he de lamentarme por su maniqueísmo, casi siempre en la industria española de unívoca dirección. Y también mostrar mi contrariedad por esa utilización del trazo grueso para describir una de las dos Españas. O de los malos que son unos, ricos y ministros a ser posible, y de los tolerantes y enrollados que son los otros. Y si son de un PP de folklore, videntes y pandereta como el aquí mostrado, ya ni les cuento. Sencillamente pueril.
Indistintamente de cuál sea la filiación de cada cual, un respeto para el espectador. En mi caso es que encima ya soy lo suficientemente mayor como para no tragarme ni transigir con estos panfletillos encubiertos, estas píldoras ideologizadas y de clase, aunque lo expuesto exista y se produzca, sin duda alguna. Puede suponer un insulto a la inteligencia de según qué espectador. Y conste en acta que siempre estaría dispuesto a admitirlos a condición de que se hiciera con gracia, talento, ingenio o imaginación. Aquí alguna de estas cualidades asoma tímidamente en algún momento, principalmente en su comienzo, pero lo poco salvable se acaba repitiendo en exceso.
Se trata de aliviar o concluir con un escéptico discursito por parte de ese niño de papá caído en desgracia y en la pura subsistencia, ese tal Bosco que seguramente será un estereotipo habitual pero que entiendo me lo deben vender de otra manera, en el que se saca a relucir que finalmente el estado de las cosas sigue igual, que quienes protestan y se manifiestan no acaban consiguiendo nada ¿Qué se quiere, otra Guerra Civil?
También me cansa ese rollo coleguero que gasta. Y su supuesto humor funciona muy intermitente, con ese anticuado estilo progre de antaño, que eso, pertenece a otra coyuntura… y aún ni eso.
Por supuesto no quito méritos a que con una producción tan irrisoria -¿100.000 euros?-, Víctor García León, hijo del cineasta José Luis García Sánchez y la cantautora Rosa León, en el que constituye su segundo trabajo tras su prometedor debut con VETE DE MÍ, haya sido capaz de sacar adelante este proyecto. Pero la fórmula aquí desplegada me fatiga tanto como la sensación final que me acaba generando, aparte de no resultarme ni mucho menos novedosa. Y es que esto del cine no es una cuestión de competición olímpica en base al dinero o no barajado, pues este hecho aparte de resultar anecdótico para lo que verdaderamente importa –que lo propuesto guste o enganche- aquí además la opción tomada supone una necesidad ante la falta de medios… y eso en sí mismo, repito, no me parece nunca un valor. Si acaso los resultados son fructíferos, puede suponer un simbólico plus.
Prescindible aunque pueda generar en algún momento cierta curiosidad y le reconozca una relativa frescura a pie de cámara.
José Luis Vázquez