Director: Mick Jackson
Intérpretes: Rachel Weisz, Tom Wilkinson, Timothy Spall, Andrew Scott, Caren Pistorius, Alex Jennings, Jack Lowden, Will Attenborough, Michael Epp, Jack Gover, Sally Messham, Laura Evelyn, Ziggy Heath
Sinopsis: Cuando la famosa historiadora norteamericana Deborah E. Lipstadt acusó a determinados periodistas e historiadores de negacionistas en su libro "La Negación del Holocausto", fue denunciada por el negacionista británico David Irving, un famoso periodista e historiador admirador de Hitler, y que se querelló en 1996 contra ella por difamación. Entonces Lipstadt se propuso derrotar a Irving y los negacionistas en Inglaterra únicamente con expertos en el ámbito académico, sin llamar a declarar siquiera a un sólo superviviente de la Shoah.
Esperaba que me apasionara más pero no por eso es desdeñable. Hay momentos en que no me genera ni frío ni calor y es una lástima, dado que el asunto a tratar, algunas actitudes negacionistas ante el Holocausto (está basada en hechos reales) por parte de algún supuesto experto, contaba de partida con mucho interés.
Se ha optado por una puesta en escena, un guión, que resultan divulgativos, sí, pero desde una asepsia y frialdad, tal vez las requeridas, que a mí hay momentos que me dejan a idéntica temperatura gélida en la butaca.
En cualquier caso, merece ser vista, sobre todo por un par de virtudes incuestionables. Unas formidables interpretaciones de todo el elenco, pero en especial del principal trío de ases –Rachel Weiz como la acusada por arremeter contra quien cuestiona el genocidio del pueblo judío, Timothy Spall como el antisemita, racista y falseador historiador y Tom Wilkinson como el abogado defensor de la primera- y por poner sobre el tapete interesantes reflexiones sobre los límites o no de la libertad de expresión. En un instante dado se espeta que no todas las opiniones son iguales, algo que me parece una cuña de lo más apropiada… y oportuna para este tiempo tan agitado, en el que todo parece valer y revisionista a cualquier precio de todo.
Otro detalle me resulta atractivo y curioso, aquél protagonizado por uno de esos flemáticos y peculiares jueces británicos que aporta un movimiento de suspense, en aras a unos posteriormente comprensibles celos y meticulosidades profesionales. Por otra parte, no vuelve a dejar de llamarme la atención el sistema judicial de las Islas, por el cual es el denunciado el que debe demostrar su inocencia.
Argumentalmente, me parece igualmente elogiable ese canto, ese reconocimiento al esfuerzo, al trabajo en equipo, de gente que sabe hacer bien su trabajo, pues no solo basta con no ser culpable y ampararte en todas las razones del mundo, sino probarlo todo ello también.
Sí en cambio, tal vez se banalice un tanto el personaje del malo de la función, el despreciable David Irving. Hubiera preferido no limitarlo a guiños o poses siniestras y sí haber aportado más información del sujeto en cuestión, de su intimidad, del por qué de ciertas actitudes. El hecho de decantarse incondicionalmente por Deborah Lipstadt, algo con lo que me identifico plenamente, con la historiadora de Queens, no debería de haber restringido abordar con más matices a su antagonista.
Lo que tengo claro de esta coproducción británico-estadounidense dirigida por Mick Jackson (EL GUARDAESPALADAS), es que no me resulta el peliculón que podría haber sido, sino un trabajo higiénico, pulcro, que delega todo en los “tour de force” de sus intérpretes, con toque –sin que ello suponga desdén- de telefilme de sobremesa, pero que no ofrece ningún detalle relevante en la maneras y formas de su narración. Si acaso, alguna de las peroratas de Wilkinson tiene algún picacho emocional.
Se ve, se digiere fácil, ofrece ramalazos interesantes, se olvida al poco tiempo. Igualmente, también me resulta un tanto mustia e incluso aburridilla en algún pasaje (por ejemplo, no se extrae toda la fuerza debida a esa incursión en el campo de concentración, no siento la aflicción requerida).
José Luis Vázquez