Director: Robert Siodmak
Intérpretes: Franchot Tone, Ella Raines, Alan Curtis, Aurora Miranda, Fay Helm, Elisha Cook Jr., Thomas Gomez, Regis Toomey, Joseph Crehan
Sinopsis: Una noche en que regresa tarde a su casa, Scout se encuentra con que su mujer ha sido asesinada. Dado que no tiene coartada, la policía lo detiene como presunto culpable. Entonces entrará en juego su secretaria, una joven secretamente enamorada de él que le ayudará a encontrar al verdadero criminal... (FILMAFFINITY)
Qué pozo tan inagotable de sensaciones supone el negro y el “thriller” norteamericano de los 40. Y ni que decir o insistir tengo en la obra de uno sus máximos artífices, Robert Siodmak. Otro de esos estupendos cineastas alemanas huidos a Hollywood tras el auge del nazismo y que contribuyeron tan decisivamente a otorgar esplendor a la Fábrica de los Sueños.
Aunque también destacó en otros géneros, pues suya es la firma de la mejor parodia sobre el cine de piratas –EL TEMIBLE BURLÓN, con un Burt Lancaster más gimnástico que nunca, que ya era difícil-, donde alcanzaría relevancia sería en los géneros anteriormente citados, añadan o compleméntenlo con el de suspense. O si prefieren, entiéndanlo como un pisto de todos ellos.
Tan solo de aquélla década podría destacar con su firma un buen puñado de trabajos, que precisamente comienzan con esta DAMA DESCONOCIDA (o PHANTOM LADY en el original), de los cuales ni parpadeo al afirmar rotundo que constituyen sendas obras maestras: EL SOSPECHOSO (con un imponente, como siempre, Charles Laughton), PESADILLA, LA ESCALERA DE CARACOL, FORAJIDOS (de nuevo con Lancaster, el fulminante descubrimiento de una Ava Gardner que se rompe de esplendorosa), A TRAVÉS DEL ESPEJO, UNA VIDA MARCADA, EL ABRAZO DE LA MUERTE y hasta EL GRAN PECADOR, la magnífica adaptación de la no menos magnífica novela de Dostoievski, que aunque no pertenezca en puridad a lo señalado está bañada de idéntico tratamiento formal de luces y sombras.
Deslumbraría a los espectadores de entonces –los de 1942, en plena contienda mundial- con una puesta en escena estilizada, neo expresionista, con ese toque elegante y ese tratamiento de la luz (fíjense en las escenas alusivas a la sala de visitas de la prisión) tan consustancial a su marca.
Salpicándolo con algunas secuencias imponentes, alguna ya ha quedado como antología pura. Me refiero en concreto a dos. La legendaria, que comienza con un plano grúa, de la persecución, o más bien el seguimiento de la protagonista, Carol (apodada Kansas) a un barman del local referencial donde tienen lugar algunos acontecimientos, el Anselm´s Bar, o dicho en plata, el Bar Anselmo.
La segunda es la referida a una “jam sesión”, definida como orgásmica –y no le falta razón, claro que recuerden en la época en que nos encontramos, todo sugerido… o imaginado- con gran tino por más de un colega. Es la que tiene como máximos artífices al desvergonzado y ligón batería encarnado por Elisha Cook Jr. (ATRACO PERFECTO, uno de los grandes villanos de la historia) y a la anteriormente citada, Ella Raines, todo un bellezón, una actriz creo que desaprovechada, aquí como fiel y enamorada secretaria a la búsqueda de esclarecer una culpabilidad en su jefe que no cree o asume.
Rociada de un frenético, percutante ritmo, que acompasa la música a la acción sensual. Por cierto, en este aspecto, destacar el número protagonizado por Aurora Miranda, hermana de la célebre Carmen, CHICA CHICA BOOM/CHEEK-EE-CHEEK, que no figura en los créditos por problemas legales planteados a Universal Pictures.
Y atención a varios de sus planos, como ese en el que está acodada, con aire distraído, en la barra del bar. Claro que de éste y del resto hay que hacer co partícipe al gran director de fotografía Elwood Bredell, responsable también de los contrastes oscuros y de parecidos escenarios opresivos como los aquí utilizados. Seguramente se inspiró para varias de las tomas en las pinturas de Edward Hopper.
Da lo mismo que a media película se nos informe de quién es el asesino, pues a Siodmak, emulando a su admirado Hitchcock, no le importa tanto el quién sino el cómo, en una demostración de variante de falso culpable tan querida por el mago inglés.
Lo verdaderamente importante es lo fascinantemente narrada que está, esos ambientes sombríos con los que se cautiva, esa permanente atmósfera que destila amenaza e inquietud, la fascinación que genera Raines, hasta ese toque psicoanalítico tan de moda en el cine americano de la época, patente por ejemplo en esa estatua de oreja vendada de Van Gogh.
Otro acierto es el de trabajar con actores notabilísimos, secundarios la mayoría, pero ninguno una estrella. Quien más se podría acercar a ese tratamiento es Franchot Tone (CINCO TUMBAS A EL CAIRO). Pero por ahí pululan el ya citado Elisha Cook Jr. o el maravilloso Thomas Gomez (CAYO LARGO, LA MUJER PIRATA). Tal vez el único que desentone un poco por sosainas es el que articula toda la trama, Alan Curtis, ese tipo al que las pruebas acusan inicialmente y que casi no se hace merecedor al arrojo mostrado por esa chica tan entregada, o tal vez podría ser definida una vengadora justiciera motivada por amor.
Ah… Y ese sombrero con plumas del comienzo no deja de ser una falsa pista sobre lo que vamos a ver, que tiene poco que ver con ese atisbo de comedia romántica que podría parecer.
No se olvide tampoco el importante detallito de la novela en la que se sustenta, debida a William Irish, pseudónimo de Cornell Woolrich. Para situarles aún más, el inspirador de LA VENTANA INDISCRETA. De nuevo el omnipresente Hitch.
Es una sensacional, modélica, película de intriga con vocación de serie B, modesta nada más que de presupuesto, estilísticamente suprema, que puede constituir un sorprendente descubrimiento para muchos.
José Luis Vázquez