Director: Álex de la Iglesia
Intérpretes: Mario Casas, Blanca Suárez, Secun de la Rosa, Terele Pávez, Carmen Machi, Jaime Ordóñez, Joaquín Climent, Alejandro Awada, José Sacristán, Jordi Aguilar, Diego Braguinsky, Mamen García
Sinopsis: Nueve de la mañana: un grupo de personas absolutamente heterogéneo desayuna en un bar en el centro de Madrid. Uno de ellos tiene prisa: Al salir por la puerta, recibe un disparo en la cabeza. Nadie se atreve a socorrerle. Están atrapados. (FILMAFFINITY)
Seguramente hará buena caja y puede que no defraude a los seguidores acérrimos del cine del brillante mueve cámaras Álex de la Iglesia (vuelve a abrir con un plano secuencia notable, digno de la casa), pero a mí me acaba noqueando… y no precisamente para bien.
La fórmula, su manera de contar las cosas, hace ya un tiempo que sufre desgaste, o desde luego a mí me provoca hartazgo, cansancio. Suele arrancar sus producciones de manera trepidante, deslumbrante, para al poco rato encenagarse en un estruendo agotador, vacuamente ruidoso, excesivo, desmesurado, inútilmente aparatoso. Y no, no me entretiene, más bien me abruma.
Así me vuelve a pasar aquí. Tras unos estupendos títulos de crédito, unos primeros veinte minutos o media hora que captan mi atención, cuando la historia comienza a transcurrir bajo suelo el invento se chafa del todo. Es inevitable que vengan a mi memoria algunos de sus últimos trabajos, LAS BRUJAS DE ZUGARRAMARDI por ejemplo, y ese alargado y empachoso final a base de efectismos acumulativos, hasta reiterativos y personajes de un histrionismo desaforado.
Es lo que sucede con el personaje del mendigo iluminado me acaba provocando cansancio y congestión. Y de acuerdo que juega inicialmente con talento con las caricaturas mostradas, un “hipster”, una pija, un ex poli, un camarero, una ludópata, pero al poco tiempo los trazos gruesos con los que son mostrados caen en la brocha gorda y en la falta interés. Más de los mismos y de lo mismo variando tan solo la revolución por minutos de sus acciones.
Le vuelve a faltar rellenar y remachar bien sus tramas. Suele partir de una premisa límite de lo más interesante que a medida que el follón y el ruido es mayor se acaba diluyendo cual azucarillo.
Y de nada me vale esta vez que cuente con parte de su compañía estable interpretativa o de nuevas y relucientes adquisiciones, pues no son capaces de tapar con sus actuaciones febriles las numerosas goteras que encuentro en el desarrollo.
Para cuando alcanza el clímax final, aunque sus películas suelen ser una suma constante de ellos, yo ya he tirado la toalla. Me da lo mismo quien pueda sobrevivir o el destino de sus atrapadas criaturas.
Casi provoca que consiga añorar EL ÁNGEL EXTERMINADOR, que también iba de un encierro o de recintos cerrados, o de la obra maestra de esta variante, la versión de LA NIEBLA de Frank Darabont, título este sí merecidamente deslumbrante, cuya progresión me atrapa y que se despacha con uno de los mejores y más angustiosos finales de la historia del cine.
Lo mejor, el clima, el ambiente conseguido de pequeño recinto opresivo, como de bareto de Malasaña, insisto, sobre todo en esos primeros 30 minutos. También lo guapa y desenvuelta que se muestra Blanca Suárez.
Da igual, seguramente la taquilla responderá, y en parte me alegro, pues alabo ciertos conceptos y la capacitación técnica que siempre ha demostrado de la Iglesia. Pero gracia lo que se dice gracia no me hace mucha en esta ocasión (la mayor parte de la desplegada me suena a manida).
PD: Cuatro son las películas casi incontestables, que me convencen plenamente de la filmografía del vasco, algunos otros me dejan indiferente y el resto, como el comentado, me cargan. Son EL DÍA DE LA BESTIA, LA COMUNIDAD, 800 BALAS y BALADA TRISTE DE TROMPETA.
José Luis Vázquez