sábado, 14 de junio

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Estreno en Royal City

Compartir en Facebook Compartir en Twitter Imprimir crítica

La vida de Calabacín ()

Director: Claude Barras

Intérpretes: Animación

Sinopsis: Calabacín es un niño valiente que después de perder a su madre tiene que ingresar en un hogar de acogida, con otros niños huérfanos de su edad. En un primer momento se esfuerza por encontrar su lugar en este nuevo medio hostil. Sin embargo, con la ayuda de sus nuevos amigos, Calabacín aprende a confiar, encuentra el verdadero amor y una nueva familia.

Crítica de José Luis Vázquez

Valoración: 5 estrellas

Me supone una sacudida. Hay que ver qué maravilla han parido en pleno centro de Europa,  en la neutral Suiza para más información, sin pretensiones, casi desde la humildad franciscana, moviéndose por territorios de “stop motion” casi vedados en los grandes o más serios festivales –últimamente se está rompiendo afortunadamente esa casi ancestral tendencia- y sorprendiendo a base de una contundente capacidad para emocionar desde la más simple pero extrema ternura.

Resulta imposible poder sustraerme al encanto, la belleza, la sencillez expresiva, la dulzura desplegada por Claude Barras, de idéntica nacionalidad que su obra, en su debut en el campo del largometraje.

Se une a una cosecha verdaderamente espléndida este pasado 2016 dentro del terreno de la animación, como atestigua la impresionante terna de películas nominadas en la pasada edición de los Oscar: LA TORTUGA ROJA, KUBO Y LAS DOS CUERDAS MÁGICAS, VAIANA, ésta y la flamante ganadora, ZOOTRÓPOLIS. Sumen también las próximas en el tiempo EL CUENTO DE LA PRINCESA KAGUYA, ANOMALISA y DEL REVÉS, entre otras muchas no a tan excepcional nivel pero también de enorme calidad y entenderán el porqué somos muchos los que afirmamos que el género está viviendo su edad dorada.

He de advertir que se nota –para muy bien- la mano en el guión de la cineasta francesa de imágenes reales Céline Sciamma, firmante hasta la fecha de tres estupendos trabajos –LIRIOS DE AGUA, TOMBOY y GIRLHOOD- en los que transita por mundos de la infancia como el aquí plasmado. Por las fisuras que puede presentar, por los corazones maltrechos de los más pequeñines debido a la irresponsabilidad o brutalidad de los mayores, por sus desamparos, desvalimientos, traumas, temores u orfandades.

Respecto a esto último, las expuestas en esta ocasión, como bien ha apuntado el colega Quim Casas, nada tienen que ver con las prototípicas retratadas inmejorablemente por el grandioso Charles Dickens. No estamos hablando además de orfanatos a la antigua usanza sino de casas de acogida, y tampoco de ogros que llevan con mano de hierro y sin consideración alguna estos centros sino de directoras comprensivas y afectuosas.

A través de efectos de plastilina/latex elaborados mediante una engañosa y aparente simplicidad, se provoca la emoción más profunda. Sus autores no necesitan recurrir a la blandenguería, los facilones efectos lacrimógenos o la afectación. Todo parece demasiado real pese a la naturaleza formal, fantástica, de sus criaturas.

La historia comienza muy dura, parece que va a resultar pura lija, pero poco a poco se va apoderando del cuadro la comprensión, buenos pero no empalagosos sentimientos, una liberadora luz ante tanta niñez truncada. Lleva imantada a sus apacibles movimientos mucha calidad y dulzura. Tiene el enorme mérito, la virtud, de cambiar con pasmosa facilidad de registro sin que se resienta su andamiaje, pasa de lo trágico a lo amable, incluso a lo divertido.

La pandilla que conforman Calabacín y sus amigos resulta irresistiblemente atractiva, sus reacciones pueden ser perfectamente entendibles por sus congéneres y llegan, como es mi caso, al corazón de grandes en edad que no tanto en espíritu. Es fácil que nos conquiste cualquiera de estos mocosillos. Esa foto que se hacen todos juntos ante la partida ilusionada de un par de ellos resulta encantadora, en su alegría, en sus silencios, en su dolor comprimido o en su rabia contenida, en esos destellos de luz que esperan alcancen a todos aunque no lo vayan a tener nada fácil.

Exuda muy buenos sentimientos desde la poesía más artesanal. No deja de ser una pieza de orfebre, breve –apenas 65 minutos- y magistral.

Creo que sería un imperdonable error desconocerla. 

José Luis Vázquez