Director: Éric Warin y Éric Summer
Intérpretes: Animación
Sinopsis: Felicia es una niña que, tras perder a sus padres, vive en un orfanato en su Bretaña natal. Su pasión es la danza y sueña con convertirse en una bailarina profesional. Para conseguirlo se escapa con la ayuda de su amigo Víctor y viaja hasta el París de 1879. Allí se hará pasar por otra persona para conseguir entrar como alumna de la Grand Opera House y así luchar por tener la vida que desea.
Tal vez resulte muy sencillo, muy elemental, muy deudor de tantos otros antecedentes literarios o cinematográficos, el esquema argumental de esta dinámica propuesta animada de origen franco-canadiense, pero no por ello deja de resultar efectiva y encantadora.
Constituye un carrusel de color y movimientos, algunos alejados un poco de los genuinos del ballet y casi rozando rasgos manga, pero la apuesta estética es elaborada y brillante. Una historia estilizada cuyo entorno es casi tan importante como sus personajes dickensianos. Estamos en el París de inicios de la Belle Epoque, el de la construcción de la Torre Eiffel y la Estatua de la Libertad.
La Ciudad Luz está contemplada a vista de pájaro, como anteriormente nos había sido mostrada a través de producciones tan dispares y formidables como la felizmente añeja EL GLOBO ROJO, la irresistible RATATOUILLE o inclusive la versión exuberante y esplendorosa de Baz Luhrmann sobre el MOULIN ROUGE.
En este perímetro creativo y bullente, se desarrolla la historia de dos huérfanos bretones con imparables ilusiones y aspiraciones; ella, Felicia, quiere ser bailarina en el Ballet de la Ópera de París y él, Víctor, inventor. A su alrededor diversos personajes que parecen extraídos de cuentos infantiles de toda la vida, desde la madrastra de Cenicienta a cualquier bondadosa “hada” madrina.
Supone la primera apuesta en este terreno de Quad Films, la productora de INTOCABLE. Está dirigida con competencia y profesionalidad por el televisivo Eric Summer y el debutante en esta tarea pero ya con oficio –la magnífica BIENVENIDOS A BELLEVILLE- por Éric Warrin, constituye un derroche continuo de vitalidad y alegría, pese a que a la heroína no se lo pongan nada fácil. Juegan bien sus bazas con los obvios arquetipos.
De hecho, tras sus vistosas imágenes se esconde un nuevo capítulo de la variante superación, esfuerzo y bondad enfrentada al egoísmo, la desidia y a la maldad. También es una apuesta canto a pelear por aquello que nos ilusiona, que nos hace felices.
Tchaikovski vuelve a sonar fenomenal y servir como colofón de momentos culminantes. Y pese a algún buscado y creo que innecesario anacronismo en el vestuario –esos shorts de la protagonista- ello no invalida el magnífico aspecto visual que presenta en todo momento.
Seguramente los críos, ni digamos ya quienes se postulen como aspirantes a BILLY ELLIOT, lo pasarán en grande. Y los adultos esta vez, creo que también. Yo desde luego salí contento de la sala. Me huele que funcionará bien comercialmente, pues artísticamente ha quedado claro que lo doy por sentado.
En la versión original se pueden solazar, por ejemplo, con las voces de Elle Fanning, de moda por su actualmente en cartel VIVIR DE NOCHE, gran trabajo del Affleck director, o también con la de la cantante Carly Raa Jepsen.
José Luis Vázquez