Director: Jeff Nichols
Intérpretes: Joel Edgerton, Ruth Negga, Michael Shannon, Marton Csokas, Nick Kroll, Jon Bass, Bill Camp, David Jensen, Alano Miller, Sharon Blackwood, Chris Greene
Sinopsis: La historia real de Mildred y Richard Loving, una pareja que se casó en Virginia en 1958. Debido a la naturaleza interracial de su matrimonio, fueron arrestados, encarcelados y exiliados. Durante una década la pareja luchó por su derecho a regresar a casa.
Esta historia real de amor interracial en el segregacionista estado de Virginia de los 50-60, rezuma verdad, vida, calor, intimidad. Precisamente en este último registro radica una de las mejores y numerosas virtudes de esta producción sentida y hondamente lírica, sin innecesarios martilleos.
No busca la ostentación, ni la petulancia, ni la pompa, ni la fácil denuncia. No necesita tirar de épica, o en todo caso si ésta se encuentra latente lo está al contrario, a la inversa de lo que suele ser habitual, sin agitar banderas.
LOVING es reposada, calmada, serena, queda y calladamente airada, tranquilizadora pese a la marejadilla de fondo contenida en sus pliegues. De narrativa admirablemente sobria y clásica, algo cuya principal responsabilidad cabe atribuir a su magnífico director, el “arkansiano” –de Little Rock- Jeff Nichols.
Su filmografía no es todavía abundante, es aún muy joven, cuenta solo con 38 años, pero los cinco títulos que la componen, los cuatro al menos que conozco –el anterior a éste, MIDNIGHT SPECIAL, lo tengo todavía pendiente-, suponen todo un logro artístico, hasta el punto de poder situarlo en el nutrido pelotón de cabeza de los mejores directores estadounidenses, mundiales, en la actualidad.
Tanto su debut, con la no muy conocida SHOTGUN STORIES, como la sorprendente TAKE SHELTER, como esa luminosa MUD, deudora de las atmósferas y el espíritu de Mark Twain, o esta última firmada hasta la fecha, constituyen piezas maestras de una considerable lucidez, madurez, todo un dechado de paulatina depuración de estilo, alejadas de molestos artificios, apelantes a la esencia de lo que importa, en la mejor tradición de ese cine clásico en el que los norteamericanos han sido y siguen siendo los reyes.
Aquí hasta se permite remitirse a tiempos silentes, pues en buena parte de su metraje, no necesita apoyarse de texto, de palabras, para transmitir el máximo de sensaciones, de emociones.
Por tanto, lo más importante acaba siendo la sugerente, la contenida puesta en escena, por supuesto, pero igualmente lo es la dirección de actores, la capacidad de los mismos. En concreto de esa pareja que conforman un taciturno Joel Edgerton y una cálida, una extraordinaria Ruth Negga. Su rostro me cautiva desde el minuto uno, me lleva a su territorio de bondad sin aspaviento alguno.
Ninguno de los dos necesita de vocinglerías, ni de estridencias, para transmitir su recíproco amor, su día a día, el paulatino y robusto crepitar de su pasión reposada, la perseverante construcción de su familiar hogar.
Repiten muchos de mis colegas, tanto a propósito de su relación como de la película en sí misma, el término sutil. Lo suscribo, exuda eso… y también delicadeza en todo momento. Y ojo, qué habla de asuntos, de cuestiones mayores, ante las que era muy fácil soltar el freno o recurrir a excesos. Pero no, lo resultante es un primoroso y pudoroso ejercicio de maestría narrativa, un precioso y elegantemente reivindicativo romance.
Quisiera destacar para finalizar que agradezco que no caiga en el sentimentalismo facilón, en el melodrama lacrimógeno, lo cual tampoco me parecería mal si desplegara arte, estilo, pero no cae y ello me resulta en este caso especialmente ejemplar.
José Luis Vázquez