Director: Martin Scorsese
Intérpretes: Andrew Garfield, Adam Driver, Liam Neeson, Ciarán Hinds, Tadanobu Asano, Shin'ya Tsukamoto, Ryô Kase, Sabu (AKA Hiroyuki Tanaka), Nana Komatsu, Yôsuke Kubozuka, Yoshi Oida, Issei Ogata, Ten Miyazawa
Sinopsis: Segunda mitad del siglo XVII. Dos jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de un misionero que, tras ser perseguido y torturado, ha renunciado a su fe. Ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que los japoneses reciben a los cristianos.
Tras cierta parálisis y abotargamiento navideño, esto de devorar estrenos vuelve a ir rápido en mi caso. Procedo al cuarto perteneciente a este primer fin de semana del año a propósito de los mismos. Es el turno de SILENCIO (SILENCE).
Creo que va a generar varias deserciones durante su proyección y que no va a convocar a grandes masas. Da igual, su director permanece fiel a una de las corrientes o tendencias de su poderoso, deslumbrante estilo. No defrauda, me fascina en algunos momentos, tal vez se haya pasado algo de metraje, el único gran pero que le pongo a una obra profunda, nada fácil de engullir, reflexiva.
Este drama religioso, metafísico, denso y asfixiante, de ascetismo “dreyeriano”, acerca de jesuitas portugueses apóstatas, embarcado en un (des)viaje espiritual, a remotas latitudes geográficas y temporales -el Japón feudal del siglo XVII-, constituye la última entrega de la –no creo que así concebida inicialmente por su autor, ni aún después, supone una denominación con la que manejarme- “trilogía religiosa” de Martin Scorsese, tras –tal vez mi preferida de las tres- LA ÚLTIMA TENTACIÓN DE CRISTO y KUNDUN.
Vuelve el ítalo-estadounidense, que ha esperado veintitrés años para poder concluir este proyecto, a hablar en do mayor de la fe y de las fragilidades de la misma, de esa imperceptible línea divisoria que provoca el pasar de un lado a otro de las convicciones religiosas, católicas en este caso, con sus consiguientes particularidades, pero bien podrían ser la de cualquier otro corte y confección, la judaica, la musulmana, cualquier otra.
Unas cuantas secuencias, composiciones, imágenes, escenas, llevan su sello rutilante. Por ejemplo, queda inoculada ese rostro del misionero que se confunde en el agua con el del mismo Jesucristo.
La historia de esos sufrientes sacerdotes Sebastiao Rodrigues, Francisco Garrpe y Ferreira, es decir tres actorazos como la copa de un pino, Andrew Garfield (en cartelera aún su memorable objetor de conciencia de HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE), Adam Driver (el poeta cotidiano y autobusero de PATERSON) y Liam Neeson (siempre de moda), posee fuerza, intensidad, emotividad interior, suplicio, sacrificio, sufrimiento, espanto, duda, finalmente desoladora desnudez y piadosa comprensión. Cine religioso alejado de la estampita, cimentado desde la más humana enredadera terrenal.
Puedo reconocer que no es muy digerible, es probable que les cueste entrar a muchos, otros simplemente la desdeñarán, a una respetable mayoría puede que les parezca un tostón, pero tengo la sensación de que el paso de los años le sentará bien. Otro momento, otro lugar, redundarán en su positiva apreciación. Ha pasado otras muchas veces a lo largo de la historia. Y con ello no pretendo jugar a vidente, ni pretendo jugar a las inútiles especulaciones, sencillamente es una sensación sustentada en mi fe… por el Séptimo Arte de nivel.
No es mi película favorita de su “atormentado” director, título que le podría corresponder a UNO DE LOS NUESTROS, CASINO, TORO SALVAJE, TAXI DRIVER, SHUTTER ISLAND, MALAS CALLES, INFILTRADOS (sí, la incluyo con plena convicción), LA INVENCIÓN DE HUGO o LA EDAD DE LA INOCENCIA, pero un Scorsese es siempre un Scorsese. Nunca jamás me ha decepcionado, ni tan siquiera con EL REY DE LA COMEDIA, EL AVIADOR, AL LÍMITE o la ya citada KUNDUN, todos ellos, como éste, sin llegar al fuste, a la maestría de las mencionadas en primer lugar, en cualquier caso valiosas, notables.
José Luis Vázquez