Foto: Tommy Rettig en Los 5.000 dedos del doctor T/The 5,000 Fingers of Dr. T.
-Fue una de las más gozosas sorpresas de las ya de por sí gozosas sesiones de Los Clásicos del Deicy. Ha permanecido siempre instalado en mi memoria desde que lo descubriera siendo adolescente gracias a una de aquellas impagables emisiones de Televisión Española. Una producción estadounidense infantil insólita, fascinante, que nace y muere en sí misma… LOS 5.000 DEDOS DEL DOCTOR T (THE 5000 FINGERS OF DR. T):
Como certeramente ha señalado Carlos Aguilar, “uno de los títulos más curiosos e imaginativos de la historia del cine fantástico infantil, muy influenciado por las adaptaciones de EL MAGO DE OZ y ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS”. Una perfecta candidata para que en alguna otra ocasión pudiera ser llevada a la gran pantalla por el mismísimo Tim Burton. Pegaría con su estilo.
Esta deliciosa y maravillosa ensoñación cuasi freudiana (el chico además bien podría padecer del complejo de Edipo), con aire de imaginería daliniana, parte muy libremente de un valioso material literario, como son los cuentos de un especialista en el género, Theodore Seuss, trasladados por el propio autor.
Sus delirantes y surrealistas decorados, por los que se desplaza como una ardilla el sobresaltado chaval protagonista (un encantador Tommy Rettig, el hijo de Robert Mitchum en RÍO SIN RETORNO), tan solo posibles en el Hollywood de los 50, contribuyen poderosamente a crear un apasionante y onírico mundo de escaleras, manos y edificios de una sorprendente belleza, albergando seres de lo más extravagantes y extraños (como esos hermanos siameses unidos por la barba), de esos que no se olvidan así como así.
Al igual que en la versión de la ALICIA burtoniana, resulta un ejercicio muy saludable establecer comparativas entre el mundo real y el imaginario, pues podrán detectar obvias similitudes entre ambas dimensiones vía madre, profesor de piano y fontanero.
Les puedo garantizar, además, de que una vez visionada, difícilmente se les irá de la mente ese gigantesco teclado en el que el protagonista junto a 499 críos, ni uno más ni uno menos, se ponen a tocar al unísono. Bueno en realidad no fueron tantos los críos utilizados en su rodaje, tan solo 150 entre cinco y nueve años que adecuadamente encuadrados según una perspectiva forzada, aparentaban todo aquellos. También es difícil desalojar del recuerdo esa imposible gorra con hélice de Bart Collins.
Sumen a ello que tanto su estética como la efectividad de su aparente sencillo argumento, así como los numerosos números musicales que la salpican (fue nominada en este apartado a la mejor banda sonora) contribuyen a la redondez de tan insólito conjunto.
No descuiden tampoco su chillona policromía obra del exquisito Franz Planer en lo que al operador fotográfico se refiere. O ese llamativo y sofisticado cartón piedra que gasta.
A su artesanal y brillante, Roy Rowland, que acabaría recalando en España al comienzo de su crepúsculo para rodar en 1964 LOS PISTOLEROS DE CASA GRANDE, le debo algunos títulos verdaderamente destacables, comenzando por esa obra maestra del cine sentimental titulada EL SOL SALE MAÑANA y continuando con esos concisos y ejemplares thrillers que son EL ÚNICO TESTIGO y PRISIONERO DE SU TRAICIÓN, el western EL RIFLE DEL FORASTERO o el impagable “kitsch” LAS SIETE COLINAS DE ROMA.
Se vio respaldado por una solvente y esmerada producción del igualmente cineasta de prestigio Stanley Kramer, uno de los grandes liberales y humanistas del cine hollywoodiense de los años en que fue gestada, casi mediados los cincuenta.
Destacar que el papel de la madre, encarnado por Mary Healey, corrió a cargo de una ex Miss Nueva Orleans que haría escasas incursiones en cine y bastantes en televisión. El malvado doctor Terwiliker, el susodicho T del título, el segundo papel en importancia tras el de Rettig, había sido pensado inicialmente para Danny Kaye, finalmente recayó en el buen característico Hans Conried, amigo de Seuss. Para mitómanos, señalar que entre los bailarines pueden encontrar a un incipiente George Chakiris (cuando se apellidaba Kerris), el inolvidable Bernardo de la imprescindible WEST SIDE STORY.
Única, singular, atípica, inclasificable, cautivadora… Una pesadilla pre navideña atemporal y siempre hechizadora. Pura fantasía en estado puro.
Para muchos, un incuestionable título de culto.
-En este mismo periódico, con motivo de la película que vuelvo a comentar a continuación, JUEGO DE LADRONES: EL GOLPE PERFECTO (DEN OF THIEVES), he dejado patente mi considerable simpatía por las películas anglosajonas de atracos o golpes perfectos, por las buenas, las que merecen la pena, claro. Esta ha sido mi elección para la sesión de esta noche de Versión UCLM, patrocinada por la Universidad de Castilla-La Mancha y por el Parque de Ocio Las Vías:
Una entrada mejor de lo escasamente previsto, dadas las fechas del año en que estamos –aproximándose los exámenes, por fin saliendo el sol- y que tampoco la propuesta gozaba de excesivo crédito crítico por parte de mis colegas, algo que no comparto.
Es pura testosterona, sin excesivas sorpresas, pero rodada potente, contundentemente, sin miramientos. Lo “previsible” muchas veces puede resultar virtud. Es muy buen cine de entretenimiento.
Los personajes están muy bien perfilados en sus arquetipos. Gerard Butler hace uno de los papeles más destacados de su carrera. Es una mala bestia, nada ejemplar, casi amoral. El duelo interpretativo, dramáticamente tenso, entre el poli y el jefe de los ladrones es magnífico. No llega al carácter mitológico del que supusiera el de Pacino y De Niro en HEAT, pero ni falta que hace, tiene entidad por sí mismo.
Su carácter adrenalítico no solo no entorpece, sino que potencia la historia. La media hora final es electrizante. puro vértigo. Demostrativa de la importancia del sonido, pues cuando está tan cuidado como en una producción de estas características contribuye a dotarla de un verismo especial.
Y luego está la autencidad que exudan tanto delincuentes como agentes de la ley, característica esta ancentral de la cinematografía estadounidense.
Sus 140 minutos vuelven a pasarme como un suspiro.