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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Miércoles, 7 de febrero

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Foto: Frank Sinatra, Sophia Loren y Cary Grant en Orgullo y pasión/The Pride and the Passion

-En la madrugada disfruto como un bendito de la emisión de ORGULLO Y PASIÓN (THE PRIDE AND THE PASSION) en el Canal AMC –muy interesante en cuanto a recuperación de estupendos clásicos un tanto olvidados- de Movistar:

Siempre me ha divertido, me ha gustado mucho ésta súper producción ambientada en plena invasión napoleónica de España, rodada precisamente en nuestro suelo.

Cierto que los americanos volvieron a darle una sonora patada a los conocimientos geográficos más elementales, pero hasta eso la hace aún más graciosa (siempre conviene exigir el mayor rigor, pero hay que dejar margen de vez en cuando para ciertos extravíos).

Me explico, o mejor aún, pongo un par de ejemplos y no ahondo mucho más en el tema (¿recuerdan esa entrega de MISIÓN IMPOSIBLE en que Fallas y Semana se fundían en un cruce imposible?, pues eso). El oficial británico de la Royal Navy protagonista se supone que desembarca en la costa gallega, pasa inmediatamente a Santiago de Compostela ¿cruzando el Alcázar de Segovia? Un segundo apunte: cuando los guerrilleros marchan desde allí para tumbar el cuartel general francés –ya hace falta arrojo- pasan por Andalucía, por los molinos de viento de La Mancha… y no sigo. Como comprenderán, el descacharre es inevitable.

Pero siempre le he pasado todo esto y lo que haga falta, porque el brillante –LA HERENCIA DEL VIENTO, FUGITIVOS, EL BARCO DE LOS LOCOS, VENCEDORES O VENCIDOS, ADIVINA QUIÉN VIENE ESTA NOCHE- y comprometido cineasta estadounidense Stanley Kramer consiguió una entretenidísima, espectacular y vibrante película de aventuras. Con un matiz, parece mentira que con lo ilustrado que era, estaba empeñado en destruir de verdad las murallas de Ávila para recrear el asalto final (supongo que por aquello de conferir a la secuencia un mayor realismo) ¡Alucinante! La verdad es que se le tenía que haber concedido un premio al atrevimiento y al disparate más morrocotudo.

Basada en el relato de C. S. Forester, EL CAÑÓN (anda que no da guerra y lata el cañoncito, bueno más cañonzaco, de marras), que era el título que se tendría que haber respetado, aunque por una vez la traducción española respondió al ya expendido desde Hollywod. Tampoco está mal, hace alusión a la casta de la raza que gastamos por estos andurriales. Algo que tiene su parte buena y otra no tanto. Y que no deja de ser un cliché, claro.

En cualquier caso, lo que importa es que este relato de casi dos horas y cuarto es rico en lances de todo tipo, de un dinamismo de lo más gratificante, su ritmo no solo no decae ni un solo instante sino que va progresando sin necesidad de marcianadas ni por aquél entonces todavía remotos efectos digitales. También resulta de una plasticidad que entra por los ojos.

Imposible olvidar a una refulgente y jovencísima Sophia Loren marcándose una especie de seguidilla en medio del paisanaje. Ni la rivalidad entablada por sus favores entre un –como siempre- apuesto y ya madurito Cary Grant y un racial Frank Sinatra. Del primero tuvo que andarse con mucho ojito el inminente esposo de Loren, el magnate de la industria Carlo Ponti.

Tuvo que ser toda una pasada este rodaje en el que intervinieron muchos actores locales en papeles secundarios, algunos de cierta sustancia. Como el llevado a cabo por un imberbe Carlos Larrañaga que acaba rubricado con una heroica muerte. Me hace también gracia esa alusión que se nos hace sobre cómo nos comportamos ante el momento de la verdad (es el enunciado, además, de una buena película taurina de Francesco Rosi). Y es que, para bien o para mal, parece que para encarar ese último tramo final de la vida nos las bastamos solos. Caray, con esto de los tópicos. Bueno, la cosa ha cambiado –afortunadamente- mucho con las nuevas generaciones.

Como anécdota, el futuro primer presidente de la democracia, Adolfo Suárez, sale como uno de los centenares de extras.

Nunca olvidaré ese primer visionado siendo niño, creo recordar que con motivo de alguna festividad nacional (puede que fuera celebrando un San José del año 1973), en aquélla mítica Televisión Española de largometrajes especiales cuando eran fechas de esta índole, pues no se olvide que la programación se cerraba en la sobremesa y volvía a la carga a media tarde.

Insisto… MUY DIVERTIDA.

-Veo el quinto de los seis estrenos aparecidos el pasado fin de semana. Otra de animación… y de las resultonas, CAVERNÍCOLA (EARLY MAN):

No confundir, aunque en lo tocante a estar ambientadas ambas en épocas (pre) históricas más o menos parejas coincidan, con aquélla gamberra, simpática –en do menor- e inofensiva comedieta de Carl Gottlieb protagonizada por Ringo Starr en 1981.

Este otro hombre primitivo, animado, animoso y… futbolero propuesto, está plasmado en pura y genuina animación stop-motion, cuya autoría lleva la firma de un avezado, brillante y ejemplar veterano, el británico Nick Park, responsable de las deliciosas CHICKEN RUN o WALLACE Y GROMIT: LA MALDICIÓN DE LAS VERDURAS. Con estas dos credenciales ya debería estar todo dicho. Aunque bueno, cada obra es única y juzgable por sí misma, pero claro, para algo debe servir una reputación artística labrada con mucho esfuerzo, dedicación y maestría a lo largo de muchos años, tres décadas sin ir más lejos.

Ahora que estamos en tiempo de Oscar, es conveniente recordar que el británico acumula cuatro estatuillas hasta la fecha, uno como largometrajista por –sus personajes más representativos y emblemáticos- WALLACE Y GROMIT: LA MALDICIÓN DE LAS VERDURAS, y tres como cortometrajista por CREATURE COMFORTS, THE WRONG TROUSERS/LOS PANTALONES EQUIVOCADOS y A CLOSE SHAVE/UN ESQUILADO APURADO.

Park es un maestro de la plastilina, así que por tanto lo es de las figuras imperfectas, a las que otorga gracia y estilo propio. Este nuevo trabajo vuelve a constituir una demostración de ello. Puesta al servicio de un argumento no demasiado original ni elaborado pero suficiente para mostrar algo más que oficio y diversión.

El quid de la cuestión gira en torno al descubrimiento del fútbol en los albores de la humanidad. Y también al contraste entre los primitivos y rudimentarios moradores –pero con corazoncito- de la Edad de Piedra y los aparentemente más sofisticados pero brutos del Bronce.

Aparte de en el propio talento de su autor, éste vuelve a tirar e inspirarse en una extensa cinefilia (CHICKEN RUN bebía de la LA GRAN EVASIÓN), que abarca desde GLADIATOR (¡esa salida al recinto deportivo!) hasta la más directa y obvia de EVASIÓN O VICTORIA, ésta entroncada con el propio balompié. Como entusiasta del deporte rey la saboreo igualmente sin enojo alguno. 

El buen rollito y la guasa presiden la función, en esta última tiene mucho que ver –en la versión original- las voces de excelentes actores como Eddie Redmayne, Tom Hiddleston o Timothy Spell.

Sin descollar como sí lo hacían sus dos anteriores trabajos, ha merecido la espera de cuatro largos años de elaboración para este proyecto que hace de la paciencia, el buen humor y la socarronería sus principales señas.