Foto: loinesperado13.blogspot.com (Vincent Price en La máscara de la muerte roja)
-Veo en DCine Español un título venerado por muchos amantes del género de terror, GRITOS EN LA NOCHE del inefable y prolífico –más de 200 largometrajes- Jesús Franco:
El mismo que interpretara a uno de los hermanos de esa obra maestra de Fernando Fernán-Gómez titulada EL EXTRAÑO VIAJE.
Pese a mantenerla todavía muchos en un altar, entre ellos el mismísimo Quentin Tarantino, si tuvo alguna repercusión en su momento, que está contrastado que así fue, la misma se ha quedado atenuada por el implacable paso del tiempo, por un apolillamiento galopante.
No solamente resulta un reciclaje de varios clásicos, desde FRANKENSTEIN hasta JACK EL DESTRIPADOR, pasando por EL GABINETE DEL DOCTOR CALIGARI, por no citar su precedente más directo de dos años antes de su producción, la esta sí obra maestra LOS OJOS SIN ROSTRO de Georges Franju (de la que también bebería décadas después el Almodóvar de LA PIEL QUE HABITO), sino que cierto tono (supongo que involuntario) paródico que la salpica en varios momentos, tanto en su parte final como a través del bufonesco personaje de Venancio Muro (por no hablar de la presencia del criado Morpho), impiden mi enganchón.
Puedo admitir que cuenta con una apreciable fotografía de tintes expresionistas o ambientación, sobre todo teniendo en cuenta el escaso presupuesto manejado, o que Franco mueve la cámara con destreza, pero hoy en día son aspectos que se me hacen del todo insuficientes. O también que las actrices principales –María Silva, Diana Lorys, Perla Cristal- muestran desenvoltura y belleza. Y queda, eso sí, la posibilidad de contemplar uno de los títulos pioneros del fanta-terror español, prácticamente fundacional.
El siniestro doctor Orloff aquí protagonista, encarnado convincentemente por el especialista Howard Vernon, sería resucitado en otros dos trabajos de su autor, EL SECRETO DEL DOCTOR ORLOFF y LOS OJOS SINIESTROS DEL DOCTOR ORLOFF.
Aunque me expongo a la actitud furibunda de muchos de sus seguidores, con el tiempo, este tipo de cine al que en mi mocerío podía acudir y hasta en alguna ocasión contemplarlo con ojos desvergonzados, hoy en día me causa enorme pereza e indiferencia. En cualquier caso, para compensar y teniendo en cuenta otras muchas opiniones contrarias, me despido con la crítica entusiasta del excelente escritor (imprescindible su GUÍA DEL CINE) cinematográfico Carlos Aguilar. Otra muestra más de la disparidad de criterios entre colegas, tanta como la existente entre ustedes mismos, al fin y al cabo buenos aficionados y opinantes todos:
“La quinta película de la copiosa filmografía de Jesús Franco y el mejor de todos los títulos que la integran. Escrita por el propio realizador, todavía hoy asombra su arriesgada concepción: nada menos que, respetando escrupulosamente el espíritu y las convenciones del género, matizar el cine terrorífico desde una perspectiva insólita, el melodrama. Llena de evocaciones cinéfilas, supone el primer film de terror, rigurosamente hablando, realizado en España y además una obra maestra tonal y absoluta, de una fuerza visual (espléndida fotografía de Godofredo Pacheco) y dramática electrizante”.
Contrasten y decántense ustedes mismos según lo que verdaderamente sientan. Y en paz todos.
-Como supongo sabrán, las Chafarinas son un archipiélago español situado frente a la costa marroquí, a poco más de 3 kilómetros y medio, siendo constituido por tres islas: del Congreso, Isabel II y del Rey Francisco. Tan solo tienen acceso a las mismas los militares allí destinados, guardas y científicos de la Estación Biológica. Este sería parte del insólito marco ambiental, el mayoritario transcurre en Melilla, en un cuartel para tercios, en el que transcurre el que constituye el décimo cuarto largometraje de la filmografía de Pedro Olea, MORIRÁS EN CHAFARINAS, basada en la novela –responsable también del guión- de Fernando Lalana (escrita cinco años antes del rodaje), filmada justo después de uno de los mejores trabajos del cineasta vasco, otra adaptación, en este caso de una obra de Arturo Pérez Reverte, EL MAESTRO DE ESGRIMA:
Me gustó, me lo pasé bastante bien en el momento de su estreno, hace más de veinte años, y vuelvo a experimentar idénticas sensaciones a través de su pase en DCine Español.
Un profesional de lo más solvente y apreciable Olea, al que, yo al menos, debo unos cuantos títulos muy sugestivos y notables del cine español de los últimos 50 años (está a punto de cumplir 78 de edad, comenzó joven en la industria): DÍAS DE VIEJO COLOR, EL BOSQUE DEL LOBO, NO ES BUENO QUE EL HOMBRE ESTÉ SOLO, TORMENTO, PIM PAM PUM… ¡FUEGO!, LA COREA, UN HOMBRE LLAMADO FLOR DE OTOÑO, MÁS ALLÁ DEL JARDÍN o TIEMPO DE TORMENTA. Uno de esos directores tan necesarios en cualquier industria que se precie, que siempre mima, cuida los detalles de sus creaciones.
Aquí, por ejemplo, adquiere considerable protagonismo la manera en que describe las calles melillenses o la vida en el interior del recinto militar. A un policíaco de estas características (el fallecimiento de varios reclutas en trágicas circunstancias) hace falta conferirle un ritmo adecuado, sostenido, algo que acaba consiguiendo con creces. Las persecuciones no son en modo alguno chapuceras, es muy convincente el retrato de tipos, secundarios o protagónicos.
Jorge Sanz muestra el mismo desparpajo de siempre. A su lado, compañeros consolidados a lo largo de películas y oficio, como Oscar Ladoire, Antonio Dechent o María Barranco… Y Javier Albalá como Cidraque, el compañero de correrías y pesquisas del primero. Cuenta con una breve pero agradable intervención de la guapa Esperanza Campuzano, descubierta en MONTOYAS Y TARANTOS y desaparecida al poco tiempo de la primera línea cinematográfica
No es de gran hondura psicológica (tampoco es necesario, pues están bien definidos los personajes), pero mantiene la atención en todo momento, es fluida, eficaz, solvente.
-Clausuro las últimas horas de la madrugada del comienzo de este lunes con una impecable muestra de cine medieval, en su vertiente sangre y acero, al estilo LOS SEÑORES DE ACERO pero sin sus elevadas dosis de erotismo, con TEMPLARIO (IRONCLAD), emitida en C+ Acción:
Crudeza, brutalidad en grado sumo pero servidas con energía y fiereza, amparándose en unos efectos digitales de seguro impacto.
Tras GLADIATOR y 300 surgieron diversas producciones estadounidenses, algunas en colaboración con Gran Bretaña, tal como ésta, que abordaban épocas antiguas o remotas con gran eficacia y espectacularidad. Casos de EL REY ARTURO, LA LEGIÓN DEL ÁGUILA, CENTURIÓN o TEMPLARIO.
En esta ocasión el telón histórico de fondo resulta de lo más apasionante, pues trata de los tiempos inmediatos a la puesta en vigor de la Carta Magna, todo un antecedente de los actuales regímenes políticos modernos, democráticos.
No soliciten demasiado rigor, a cambio obtienen en este caso acción y entretenimiento a raudales. Desde el primer minuto no concede tregua a los amantes de este tipo de cine. Desde luego, las tres veces que la he visto la he disfrutado a lo grande. Me suelen atrapar estos asuntos y la manera con la que están expuestos tanto por las grandes "major" como por financiadoras más modestas. Mi título favorito de todos los tiempos, la fascinante, reflexica y sobrecogedora EL ÚLTIMO VALLE de James Clavell.
Puede adscribirse perfectamente dentro del subgénero de asedio (ese casi postrer grito de resistencia, "aguantamos", así lo certifica), pues la acción transcurre prácticamente en una fortaleza, en el castillo de Rochester, en el que un puñado de bravos hace frente a los ataques persistentes de las huestes del nefando Juan Sin Tierra y a curiosas hordas provenientes de Dinamarca, aliadas con aquéllas.
El tono oscuro, de suciedad permanente, de sordidez ambiental, le sienta muy bien en esta ocasión. Aún así, quedan advertidos de los desmembramientos y tajos continuos con los que es salpicada la pantalla. Sin piedad, sin tregua alguna.
Otro disfrute es su reparto, desde el contundente James Purefoy como el templario mortificado Thomas Mallory, hasta actores de la mejor escuela y tradición británicas, caso de Brian Cox (como el barón resistente y opositor al oprobioso monarca), Charles Dance (Arzobispo de Canterbury), Jason Fleming (el Becket) o Derek Jacobi (el señor del castillo, Reginald de Cornhill), el que fuera protagonista de la inolvidable serie YO, CLAUDIO. Más una impagable aportación estadounidense, la de Paul Giamatti como el sin par en cuanto a refinada maldad rey de tan salvaje historieta. Kate Mara pone la escasa nota femenina.
Merece mucho más crédito que el otorgado en su momento, al fin y al cabo no hace tanto tiempo (5 años), aunque su director, Jonathan English, emprendiera al poco tiempo una secuela –BATALLA POR LA SANGRE- repetitiva y más bien olvidable. Una de sus muchas cualidades es su falta de pretensiones.
Frases:
“Por cada muerte se paga un precio, y yo voy a hacer que paguen por la tuya” (James Purefoy)
“Hay que parar a este rey” (James Purefoy)
-Noche de terror, más bien de poética del espanto, fantasía esteticista, bergmaniana, cormaniana, es la reservada para los Clásicos del Deicy de este lunes, a cargo de la extraordinaria LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA (THE MASQUE OF THE RED DEATH):
Constituye todo un descubrimiento para varios de los asistentes… y eso que algunos son cinéfilos bregados.
Esta plástica y absorbente producción de la American International Pictures constituye la sexta y penúltima entrega del que sería denominado ciclo Poe (Edgar Allan) que el cineasta estadounidense Roger Corman, el gran maestro de la serie B a veces tirando a C, emprendiera entre 1960 y 1964. Para quien esto firma la mejor de todas ellas, algo bastante meritorio, pues el tono general fue de un nivel elevado.
Rodada en Gran Bretaña, supuso la primera de la serie en hacerse allí, aunque no la definitiva, pues la siguiente, la que cerraría el ciclo, LA TUMBA DE LIGEIA, también fue gestada en las Islas.
Fue la que contó con mayor presupuesto de todas ellas y, también, la que dispuso de más tiempo para ser concebida, cinco semanas en vez de las tres de rigor que solían ser habituales en el resto que conforman el lote. Aún así, se utilizaron decorados de otras brillantes coetáneas, como es el caso de los empleados para la fastuosa BECKET.
No es estrictamente una película de terror, aunque sea lo que presuntamente infunda en algunos de sus pasajes, más bien constituye una disertación sobre las más profundas miserias humanas. Da igual que estén ambientadas en el Medievo, como es el caso como en la actualidad, pues las mismas son perfectamente extrapolables a cualquier época o lugar. Es un discurso atemporal y universal.
Son varios los colegas que apuntan, y con razón, que resulta obvio su parentesco con la referencial EL SÉPTIMO SELLO, muy en boga todavía en aquél momento, su alargada sombra y no solo por tener como protagonista a la Muerte, y su enorme influencia en el cine posterior.
También hinca el diente en la fascinación, en la belleza que emerge del mal, como certeramente ha apuntado Carlos Aguilar.
Respecto a las diferentes subtramas que contiene están muy bien hilvanadas y engarzadas, dentro de una adaptación modélica. No sobra nada, pese a que haya momentos de pura delectación y en la que se embriaga de sí misma, como esa Danza de los Muertos. La crítica social no está exenta. Son muchos los que resaltan que es la adaptación cinematográfica más afortunada de la obra del tétrico, aterrador, escalofriante y genial escritor bostoniano.
La protagoniza el actor fetiche de Corman en estas traslaciones –tan solo dejó de participar en LA OBSESIÓN, la de la catalepsia, sustituido por Ray Milland-, el inmenso, formidable, icónico Vincent Price (es el maquiavélico, sádico y extravagante príncipe Próspero). Y también la pelirroja actriz inglesa, Hazel Court, aquí una delicada voluptuosa con la que el director ya había trabajado en dos ocasiones previas, la citada LA OBSESIÓN y EL CUERVO.
Uno de los aspectos más destacables es su fotografía inspirada en la de maestros italianos como Mario Bava, debida al gran profesional y futuro –y un tanto pretencioso- cineasta (su más destacado logro como tal, verdaderamente singular, sería dentro de estos parámetros genéricos: AMENAZA EN LA SOMBRA) Nicolas Roeg. La utilización que hace con su cámara/paleta de una diversa y furiosa gama de colores intensos y de exteriores convenientemente potenciados para destacar su aspecto teatral, es verdaderamente digno de todo reconocimiento. Se crea una atmósfera malsana, asfixiante, maligna, claustrofóbica, pavorosa, estéticamente infernal.
Es el trabajo más cromático, resplandeciente, creativo, morboso, lascivo, centelleante de toda la filmografía cormaniana.
Su alegórico final es sencillamente llamativo, impactante, rotundo, brillante conclusión a todo lo anteriormente expuesto en pantalla.
Frases:
"Cada hombre crea su propio Dios, su paraíso y su infierno" (La Muerte Roja)
“Hacía tiempo que la Muerte Roja devastaba el país. Nunca hubo peste tan mortífera ni tan horrible. La sangre era su emblema y su sello, el rojo horror de la sangre”
*Reseña fragmentaria ligeramente retocada de LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA de Edgar Allan Poe, firmada por Aquileana:
“LA MÁSCARA DE LA MUERTE ROJA es un relato del escritor estadounidense –bostoniano para más señas- Poe en el que una misteriosa peste ataca la ciudad de Próspero. Al darse cuenta de que la peste atacaba a toda su región, decide encerrarse en su castillo, junto con varios cientos de nobles de su corte, los cuales intentan escapar de la Muerte Roja. Cierta noche, el príncipe decide realizar la mejor fiesta de disfraces jamás hecha. Para esto, su castillo consta de siete aposentos pintados cada uno de diferente color y con vitrales del mismo tono de las paredes, a excepción de una habitación, la habitación negra, la cual los tiene pintados de rojo, creando un ambiente terrorífico y fantasmal. Mientras los invitados disfrutan de la fiesta, la gente continúa muriendo fuera, atacada por la enfermedad y sin ninguna ayuda. Había siete aposentos de diferentes colores, cada uno con una sola ventana con tapicería, y en la pared contraria, una antorcha que crea un efecto misterioso. Todos bailan dentro de la fortaleza y pasean por las habitaciones, salvo la negra, en la que se encuentra además un reloj de ébano que da cada hora, interrumpiendo la diversión y provocando en ellos un estado de terror inexplicable. Durante el transcurso de la fiesta, Próspero se fija en un extraño disfrazado con un atuendo rojo y el rostro cubierto por una máscara que representa una víctima de la plaga. Se siente gravemente insultado por ello, requiriendo al desconocido que se identifique. Para horror de todos, el invitado se revela como la personificación de la misma Muerte. A partir de ese momento, los ocupantes del castillo contraerán la enfermedad…”