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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Jueves, 17 de marzo

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Foto: unapizcadecmha.blogspot.com (Maureen O'Hara y John Wayne en El hombre tranquilo)

-Disfruto en La Regional de una estupenda producción estadounidense de 1959 hoy en día olvidada hasta por los mas´recalcitrantes cinéfilos. Se trata de SANGRE EN PRIMERA PÁGINA (THE STORY ON PAGE ONE):

Uno de los trabajos de la etapa de madurez de la bellísima, mítica y buena actriz Rita Hayworth. A este período pertenecen una buena parte de los que posiblemente sean sus interpretaciones dramáticas más destacadas, como MESAS SEPARADAS, LLEGARON A CORDURA o PAL JOEY.

Constituye el segundo y último trabajo del –justamente- prestigioso dramaturgo filadelfiano Clifford Odets, tras su debut quince años antes con el soberbio melodrama UN CORAZÓN EN PELIGRO, protagonizado por dos muy grandes, Ethel Barrymore y Cary Grant.

Puede ser adscrita dentro de uno de los innumerables subgéneros, el judicial, que han contribuido a mayor loor y gloria del cine norteamericano. No creo que haga falta tener que volver a traer a la memoria DOCE HOMBRES SIN PIEDAD, TESTIGO DE CARGO, ANATOMÍA DE UN ASESINATO, CADENA PERPETUA, EL PROCESO PARADINE, VEREDICTO FINAL, LA HERENCIA DEL VIENTO, VENCEDORES O VENCIDOS, DECLARADME CULPABLE, EL MOTÍN DEL CAINE, ALGUNOS HOMBRES BUENOS, LEGÍTIMA DEFENSA, PHILADELPHIA, LA MILLA VERDE, LAS DOS CARAS DE LA VERDAD, YO CONFIESO, TIEMPO DE MATAR, PENA DE MUERTE, LA VIDA DE DAVID GALE, LA COSTILLA DE ADÁN, ACUSADOS y cientos de formidables títulos más.

Robusta, convincente, mantiene el interés durante toda la proyección. Pese a no ser una gran o aparatosa producción, están perfectamente utilizados todos los elementos puestos a disposición y hay una elogiable ejecución del todavía reciente en aquél momento cinemascope.

En España fue considerablemente cercenada cuando fue estrenada. Menos mal que la copia que reviso esta noche incluye todas las escenas amputadas y convenientemente subtituladas, puesto que ya es imposible con las voces que la doblaron en su momento para su lejano pase televisivo.

Una buena parte de su éxito, de sus aciertos, está edificado sobre un reparto heterogéneo pero espléndido y una brillante dirección por parte de Odets. Hayworth aparte, por aquí pululan profesionales que no fueron precisamente estrellas de relumbrón pero enormes profesionales, como ese imprescindible y elegante actor de segundo término llamado Gig Young (el amante de aquélla, acusado de asesinato), Anthony Franciosa (como el abogado defensor, está sensacional en el imprescindible western LOS PROFESIONALES). Es también un puro deleite la presencia de secundarios como Mildred Dunnock, la inolvidable tía Nonnie que alienta el amor de su sobrina Shirley Knight con Paul Newman en DULCE PÁJARO DE JUVENTUD, el hoy más bien  desconocido Sanford Meisner como el fiscal Phil Stanley o el jeque Ilderim de BEN-HUR, aquí como el juez Edgar Neilsen.

Como curiosidad, destacar que la voz en off del teniente de policía Mark McPherson es de Dana Andrews (LAURA).

Es un cine que mima los aspectos psicológicos de sus personajes y que parte de textos maduros, muy elaborados. Se ajusta a patrones preestablecidos dentro de estas coordenadas, pero no por ello baja el listón de calidad. Es posible que pasen un muy buen rato como me ha sucedido a mí.

Frases:

“El jurado es el baluarte del sistema judicial americano” (Hugh Griffith).

“No siga, no soy un sentimental” (Anthony Franciosa).

“-Soy el amigo de Dios –Vaya, es una situación muy envidiable”.

-A requerimiento de mi buen amigo Miguel Ángel Romero, eminente filólogo y profesor de inglés en la Escuela de Idiomas de la capital ciudadrealeña, acudo solícito a soltar unas palabras en el Salón de Actos del centro sobre una película que me sé de memoria, mi favorita de todos los tiempos junto a JENNIE (PORTRAIT OF JENNIE), DESAYUNO CON DIAMANTES, EL APARTAMENTO, MATAR A UN RUISEÑOR y EL ÚLTIMO VALLE. Sí, los que sean habituales seguidores sabrán que me refiero a la mítica, la duradera, la descomunal EL HOMBRE TRANQUILO (THE QUIET MAN):

Disfruto de un rato muy agradable reencontrándome con amigas, profesoras también, como las encantadora y guapetonas Belén y Tere.

“Ah sí, conozco a su familia. Su abuelo murió en una cárcel australiana. Su padre era un gran hombre también” (Barry Fitzgerald)

 

¿Qué puedo comentar de nuevo a estas alturas sobre la que cada vez que me preguntan que elija una sola película favorita, entre las miles y miles vistas a lo largo de mi vida, me salga  siempre EL HOMBRE TRANQUILO?

Podría decirles cientos de cosas y contar mil anécdotas, pero voy apelar una vez más a la literatura y a los sentimientos. Encierra dentro decenasde historias, decenas de personajes, cientos de pedacitos  de cine volcánico, inmarchitable. Por ejemplo, una de las love story más arrebatadoras jamás disfrutadas en una pantalla. De hecho, ese primer encuentro que se produce entre la pareja protagonista, Maureen O´Hara y John Wayne, fugaz, incendiario, está elaborado mediante una sucesión de planos medios y generales que en algún momento de mis sucesivos  reencuentros con la misma, me atreví a bautizar como planos-flechazo. Pocas veces en tan solo diez o quince segundo, ha palpitado mejor en pantalla la atracción, la pasión amorosa, el cuelgue, el trallazo provocado por la otra parte.

Prosigo, aunque me resulte especialmente difícil porque se amontonan a borbotones abundantes momentos de plena dicha. Me encanta esa bonhomía que la recorre de principio, su nada impostada humanidad, ese festivo tono de permanente camaradería, trasladada incluso a esa pelea viril y noble, pese a ciertos golpes y mordiscos traicioneros en oportunos instantes. Me encanta esa amigable actitud y respeto con que están contempladas las relaciones entre católicos y protestantes, con ese Ward Bond ocultando su clergyman para vitorear a su rival religioso ante la visita que lleva a cabo el obispo de su escasa congregación. O ese anciano, hermano del propio director en la realidad, Francis, que brinca de la cama en plena extremaunción ante el olor y fragor de una buena pelea.

Qué proclamar de ese inolvidable Michaleen Flynn, el borrachín, guasón y melancólico compañero de fatigas y whiskys, alucinado ante esa noche de bodas que interpreta entendiblemente como homérica, tras la contemplación de esa cama hecha trizas… solo que por diferentes motivos de lo que su imaginación puede suponer.

Y siempre que la evoco, recuerdo uno de los besos más impresionantes de la Historia del Cine. Tormentón, viento huracanado, penumbra, una casa por rehacer,  una mujer que se sobresalta al ver reflejado su rostro en el espejo, pasiones desatadas y un titán que no duda un instante en lo que pretende, aunque ella también lo tiene claro pese a ese amago de bofetón ¡ Y qué me dicen de esos paseos transgresores por cementerios gaélicos!

Cada vez que la contemplo, y debo ir ya por los 70 visionados, a veces hasta tres por año, me invade una sensación de inmensa alegría, de duradera felicidad, de enorme placer. Por supuesto no me llamo a engaños, esa visión de una Irlanda que bien podría ser la que permanente preservo de mi querida Galicia, está idealizada, ensoñada, alejada en buena parte de la realidad (hasta cuando retrata a los miembros del IRA lo hace de manera distantemente amable), pero por eso tal vez me engancha más. Porque la cincelan los anhelos, la nostalgia, los mejores deseos de agradecimiento con la tierra que nos acogió por primera vez y nos guardó. Quien quiera realidad pura y dura que acuda a los espléndidos documentales de la BBC.

Desde luego esta es la Irlanda fordiana, la reescrita y extrapolable Ítaca que acoge a este nuevo Ulises de LA ODISEA. Épica, intimista, sentimental, acogedora, emotiva, socarrona. Una Arcadia alegra corazones, esa que creo que en el fondo llevamos todos dentro o que de alguna manera necesitamos creer en ella.

Supone también la demostración palpable, evidente, de que Wayne fue un actor gigantesco, vuelvo a traer el término, homérico, un centauro de la interpretación, de siempre imponente presencia física. Con qué pasmosa naturalidad y facilidad muestra lo mismo a un tipo atormentado que enrabietado, relajado, divertido o en su salsa, repartiendo mamporros. Verdaderamente único.

La recientemente desaparecida Maureen O´Hara es la mujer fordiana por excelencia. Son muchos los que aquí la acusan de responder a pautas machistas, no me voy a detener apenas en estos reproches, sería muy discutible. Pero quien esto pueda decir está claro que apenas la conocía… y me limitaré tan solo a la cuestión artística. Ya ni digo de Ford. En cualquier caso hago mías las palabras de Bel Kendall: “Afortunadamente el film le da un toque de humor negro al tema y no nos presenta a una mujer que vaya a ser sumisa y a aceptar malos tratos de su marido.”

Fitzgerald, Bond, McLaglen conforman un retablo imperecedero. Formaban parte de toda esa compañía estable del director a quien acompañaron en multitud de ocasiones. Si fuera moderno, tendría que señalar que la simbiosis era total.

También está esa resplandeciente fotografía en technicolor de Winton C. Hoch y Archie Stout, que evoca  libros de estampas antiguas, de recuerdos, algo que le confiere un aire fabulador irreproducible. Por no hablar de la banda sonora tradicional de Victor Young.

No me extraña que el mismísimo E. T.  se agarrase una curda de cuidado ante su descubrimiento en televisión.

Bendita sea por siempre esta película única, inclasificable, imposible de imitar, rebosante en los mejores sentimientos que podamos albergar la especie, pura Novena Sinfonía en celuloide.

La tengo grabada en mil formatos, pero cada vez que la programa una cadena de televisión acudo cual neófito a su reclamo, es tal su innata capacidad de renovadora sugestión. No, no es una obra maestra, es lo siguiente.

Ah, y si son afectos y les es posible, paladéenla con un buen whisky original o en su defecto, con un orujo de hierbas. 

-A propósito de EL HOMBRE TRANQUILO (extraído de algún sitio pero tengo tal lío en mis archivos que lamento ahora mismo no poder citar su procedencia, algunas cosas puede que las recabara en su momento, no me acuerdo bien):

Estuvo nominada a mejor película, actor secundario (Victor McLaglen), guion, dirección artística en color y sonido. Ganó el premio a mejor director y mejor fotografía en color.

Ford también ganó el premio del sindicato de directores y Frank S. Nugent el del sindicato de guionistas.

En Venecia, John Ford se llevó el premio internacional y el premio OCIC.

En 1936 John Ford le compró los derechos de la historia a Maurice Walsh. En 1944, Ford, Wayne y O’Hara se comprometieron a hacer los tres juntos en cuando el director encontrara los medios. Finalmente fue en 1951 cuando la consiguieron rodar. Para que esto fuera posible los tres se tuvieron que comprometer con Republic Pictures en hacer un western, éste fue “Río Grande”.

Es la única película de Republic Pictures que fue nominada a mejor película.

El personaje de Maureen O’Hara se llama Mary Kate, nombre que le quería haber puesto su padre al nacer. También era una combinación de Mary, mujer de Ford y Katharine Hepburn, amor platónico del director.

Es la segunda película de las cinco que rodaron juntos Wayne y O’Hara, tres de ellas a las órdenes de John Ford.

Cuando John Ford preparó la escena de la pelea entre John Wayne y Victor MaLaglen, quiso que se rodase con el mayor realismo y violencia posible. Para ello habló primero en privado con Wayne y le dijo que no estaba contento con su trabajo, que Victor le quitaba protagonismo porque lo hacía mejor que él y que este lo sabía y le criticaba a sus espaldas. Después hizo lo mismo con McLaglen. El día del rodaje el ambiente estaba tenso y los actores picados entre ellos, el resultado fue que McLaglen acabó con una conmoción y Wayne con dos costillas rotas.

En esa misma escena cuando Victor McLaglen cae al río es en verdad un doble, Patrick Ford, hijo de John Ford.

En la escena en que Wayne frena una bofetada de O’Hara ella se rompió un hueso de la mano. Como el rodaje se estaba haciendo en orden ella no pudo usar una escayola para curarlo.

En el último plano, mientras Sean y Mary Kate saludan se ve que Maureen dice algo al oído de John Wayne que le hace gesticular de una forma muy expresiva. La frase la ideó John Ford y Maureen O’Hara aceptó decirla sólo si nunca se desvelaba el secreto. Ni siquiera O’Hara en sus memorias cuenta qué es lo que susurra.

Barry Fitzgerald y Arthur Shields eran hermanos. El primero interpreta a un católico y el segundo es el vicario protestante.

Charles B. Fitzsimons y James O’Hara que interpretan a Hugh Forbes y al Padre Paul, son en realidad los hermanos pequeños de Maureen.

El anciano con barba blanca es Francis Ford, hermano de John.

Aunque el pueblo de Innisfree no es real, el rodaje se hizo en Cong.

-Aprovecho dicho acontecimiento para traer a colación la soberbia partitura que Victor Young compusiera para la ocasión, compuesta principal y abundantemente por motivos y piezas tradicionales del folklore irlandés, el genuino ambiente en el que transcurre esta mítica y oscarizada THE QUIET MAN:

Tal es el caso de estos títulos de crédito.

Esta  música, aunque no fuera precisamente original, supo retratar y ambientar a la perfección el costumbrismo de la zona, ese paisanaje repleto de peculiaridades, contradicciones, tradiciones obsoletas.

-Y este otro tema, también de EL HOMBRE TRANQUILO, titulado THE ISLE OF INNISFREE, de propina:

Aprovecho para recuperar un texto de a propósito del mismo firmado por Juan Francisco Álvarez.

“La partitura de EL HOMBRE TRANQUILO se sustenta en una melodía de 1949, The isle of Innisfree, original del compositor irlandés Richard Farrelly, quien no aparece acreditado en ninguna parte (ni en el filme, ni en cualquiera de las ediciones en LP o CD de esta música, incluida la más reciente del año 2000). Esta hermosa melodía brilla con todo su esplendor y con toda la orquesta en la escena en que Sean Thornton (John Wayne) ve por primera vez a la pelirroja Mary Kate Danaher (Maureen O'Hara) pastoreando las ovejas. No menos bella es la escena del beso en el cementerio bajo la lluvia y con viento y truenos, en la que se retoma tan hermoso tema. Mary Kate la entona a la espineta evocando sus recuerdos y sus ansias de paz futura.”

-Desde luego el día está resultando de lo más irlandés, pues previo a todo este baño fordiano de vuelta a los orígenes, a las raíces (¡hay que ver cómo publicitan los paisanos al igual que los gallegos, el asunto de la nostalgia, de la morriña), he dado buena cuenta de un exquisito estofado propio de aquéllas latitudes, pues es la fecha en que se celebra por todo lo grande la efemérides de San Patricio, el patrón de la Isla Esmeralda. Procedo a ello en la taberna Deicy Reilly´s del buen amigo Julio Morales, donde convocamos los lunes por la noche a todos aquellos amantes de los grandes clásicos. El caso es que repongo fuerzas con un par de cervezas y voy a la velocidad del pelirrojo Danagher a presentar mi propuesta de este Jueves Cine en Las Vías, Una magnífica producción franco-turca a la que le hubiera concedido el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa, por encima de la muy valiosa EL HIJO DE SAÚL. Me refiero a MUSTANG:

Ya tuvieron ocasión de poder leer su puntual crítica este pasado sábado, pero no está de más volver sobre la misma. El aforo de la sala 11 vuelve a disfrutar de un aspecto de lo más saludable, casi 200 asistentes.

La más cría de las cinco hermanas, Lale (una espléndida Günes Sansoy) es el símbolo, el acicate de esa –espero- nueva mujer turca, no condicionada por una sociedad arcaica y principal. La propia intérprete de 14 años en la actualidad, poco más de 12 cuando tuvo lugar el rodaje, ha llegado a afirmar una frase de lo más contundente y reveladora: “La mujer ha de expresarse como ciudadana independiente y no como esposa·.

Me parece muy plausible que su directora, la turca Denys Gamze Ergüven, lleve a cabo su denuncia social sin molestos subrayados. Las imágenes hablan por sí solas, es muy sutil respecto a los asuntos más sórdidos, a esas crías sometidas a abusos y condicionadas por una sociedad asfixiantemente machista.

El título es metafórico, apela a una raza de caballo fogoso, salvaje, que busca desesperadamente la libertad, tal como le sucede a estas hermanas protagonistas, en cuyo camino hacia la misma –Estambul y una joven y moderna maestra son el objetivo liberador-, van quedando algunas en el camino.

El silencio sepulcral con el que el público acoge el final resulta de lo más revelador. Excelente película, debut más que prometedor que directora y jovencísimas y naturales intérpretes. De hecho, se encuentra bañada por un tono naturalista, en algún momento muy a lo Jean Renoir. También hay planos concretos y premisa argumental herederas de LAS VÍRGENES SUICIDAS, la extraordinaria opera prima de Sofia Coppola.