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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Miércoles, 23 de enero

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Foto: Jonah Hauer-KIng en Uno más de la familia/A dog's way home

-Quinta sesión de Medicine del curso, primera de este 2019. El asunto a tratar, la atención al parto. La ponente es una joven, pero más que curtida matrona, Ana Rubio, que presta actualmente sus servicios en el Servicio Partitorio del Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz. Una profesional en toda regla, preparada, entusiasta y con ángel (con swing, encanto, empatía). La película a comentar es un documental francés nominado en su momento -2007- al Goya en ese apartado, EL PRIMER GRITO (LE PREMIER CRI). Para mí supone todo un gratísimo descubrimiento gracias precisamente a la sugerencia de la propia interviniente. La jornada, aunque tal vez no sea adecuado que lo manifieste alguien implicado en la misma, vuelve a resultar de lo más atractiva, sugerente y enriquecedora. Ya pueden sentirse más que satisfechos la gerencia del Hospital General Universitario de Ciudad Real y los principales impulsores de esta estupenda iniciativa, Javier Redondo y el infatigable José Ramón Muñoz:

Diez mujeres, diez países, diez de maneras de encarar, de concebir, de celebrar el máximo acontecimiento de nuestra vida –la muerte es el colofón-, el momento mismo del nacimiento, aquél en el que soltamos nuestro primer grito, el primer llanto.

Nos muestra que la forma de acceder a este mundo no solo depende de las divergencias sociales, siendo fundamentales estas, sino del convencimiento (o no) de que las mujeres puedan tener un papel más activo durante un momento tan crucial, tan determinante.

La acción de este documental transcurre en un intervalo de 24/48 horas, durante un eclipse solar fundido con otro lunar que tuvo lugar el 29 de marzo de 2006. Recorre cinco continentes y diez latitudes: México, Brasil, Japón, Vietnam, Nigeria, Estados Unidos, India, Francia, Tanzania y Siberia.

Sorprende el hacinamiento de la mayor maternidad del mundo, un hospital de Hanoi que registrar 120 alumbramientos al día. Me causa cierto rechazo ese parto en comuna mostrado en Estados Unidos. Me conmueve el episodio de la mujer tuareg. Me choca como ante. Choca la felicidad del massai ante una niña y la contrariedad del padre indio. Seguramente uno de los episodios que se permite más licencias poéticas es de los delfines, pero es indudable su encanto, con ese cetáceo –qué bien me han caído siempre esta especie- mostrando su alegría ante la buena nueva.

Todo ello sirve para la reflexión y para rescatarnos del deshumanizado mundo que vivimos y concienciarnos sobre la necesidad de recuperar en parte el contacto con la naturaleza.

Agradezco que no manipule en exceso, que muestre y deje vía libre para que podamos juzgar cada espectador. Y, sobre todo, es digno de destacar su opción por un brillante montaje paralelo, de contrastes, del que no está exento la emotividad que desprenden por sí mismas las, a veces duras, pero espectaculares imágenes.

El trabajo del cineasta y documentalista francés Gilles de Maistre es muy apreciable, supone todo un trabajo de investigación de campo. Es importante tener en cuenta que este apasionado de la filosofía habla con conocimiento de causa, pues pasó dos años en la sala de partos del Hospital Robert Debré de París.

No descuida el factor humano, ofreciéndose igualmente este notable trabajo como una reflexión sobre la condición humana a través de los nacimientos.

En su debe, tal vez el hecho de no haber mostrado más hábitos y costumbres, más aspectos del entorno. También el hecho de una ligera monotonía en alguno de sus comentarios y no haber sido ligeramente podado. Pero nada de ello empaña su considerable calidad.

Definitivamente, estamos viviendo la edad de oro de un género apasionante encargado de capturar las mil y una manifestaciones de la realidad que nos rodea, la nuestra y del planeta.

Apostilla a propósito del texto literario de su desenlace que recoge una leyenda talmúdica:

“Cuenta el Talmud que, mientras un niño permanece en el vientre de su madre, posee todo el saber acumulado en sus vidas anteriores. Por eso, antes del nacimiento aparece un ángel que sella el labio del afortunado con un dedo, conminándole así a mantener ese saber en secreto.

La intervención angelical deja una huella en el rostro del bebé: la pequeña hendidura entre el labio superior y la base de la nariz. En ese preciso instante, el niño ingresa a la vida olvidándolo todo… y grita por primera vez”

-Veo el cuarto estreno del fin de semana, una simpática producción perruna y familiar que sigue la estela de un clásico Disney de 1963 cada vez más revalorizado titulado EL VIAJE INCREÍBLE. Me refiero a UNO MÁS DE LA FAMILIA (A DOG´S WAY HOME):

También esta historia va sobre un increíble viaje de más de 600 kilómetros que efectúa una entrañable mascota pitbull, en las antípodas de la agresividad que suele acompañar su leyenda a veces justificada.

Se basa en un aclamado éxito de ventas escrito por el mismo autor de LA RAZÓN DE ESTAR CONTIGO, W. Bruce Cameron, todo un especialista en relatos sobre perros, cachorros especialmente. El título original de esta nueva aportación es UN LARGO CAMINO A CASA.

Ha sido dirigida con buen gusto, cierto encanto y simpatía por el actor, también metido a director en argumentos habitualmente pro animales (ahí están para corroborarlo PERDIDOS EN LA NIEVE, LA GRAN AVENTURA DE WINTER EL DELFÍN y su secuela), Charles Martin Smith (Van Nuys, California, 65 años). Su rostro aniñado siempre ha sido reconocible. Pueden recordarlo de muy jovencito como Terry “The Toad” Fields en la magistral y emblemática de una generación AMERICAN GRAFFITI, o ya más madurito era uno de los intocables del equipo de Elliot Ness, concretamente el agente Oscar Wallace, encargado de hincarle el diente al mismísimo Al Capone a través de sus irregulares finanzas.

En este caso agradezco ese tono didáctico y fabulador achacado en cambio por algunos colegas. Y la eficaz utilización de efectos digitales para jugar con los tamaños o poner caritas tiernas.

Supongo que, por deformación profesional, Martin Smith rodea a sus jóvenes y apuestos protagonistas –Jonah Hauer-King y Alexandra Shipp- y a la preciosa perra Bella (en la versión original le pone voz la estupenda y pelirroja actriz Bryce Dallas Howard) de veteranos profesionales como la inmarchitable Ashley Judd, recio Wes Studi (de reconocible físico amerindio, protagonista de una buena versión del célebre jefe GERÓNIMO en la notable versión de Walter Hill, aquí en un breve pero sustancioso cameo de sheriff) y Edward James Olmos (BLADE RUNNER).

Todos ellos contribuyen a conferir más credibilidad a una historia simple pero no simplona, sin alambique alguno, que busca la fácil, pero no por ello menos meritoria, complicidad del espectador, sobre todo de quienes sean afectos a los canes.

La veo con indudable agrado, no creo que la recuerde mucho más allá de su proyección y siguientes semanas, pero procura un pasatiempo vistoso, digno, vistoso y “seguible” (disculpen el inexistente vocablo). Tal vez resulte excesiva la voz en off, principalmente por subrayar algunas de las acciones que vemos perfectamente en pantalla, pero ello no desluce su respetable acabado. Y, por supuesto, no le pidan más matices que los propios de un argumento lineal y que no se complica la existencia.

Frase:

“Si algo he aprendido del mundo es que lo que importa no son las cosas pequeñas, sino las cosas mini” (la perrita Bella, voz original de Bryce Dallas Howard)