Foto: Laura Dern y Eric Stoltz en Máscara/Mask
-Ahora que todavía no ha finalizado el período estival, es una buena ocasión para recuperar una producción española de hace tres años que no es que resultara nada del otro mundo, pero que tampoco mereció pasar tan desapercibida como lo hizo. Se trata de ISLA BONITA (ISLA BONITA):
Sencillez, espontaneidad, frescura, ligereza… son calificativos adjudicados por mis colegas, con bastante justeza, a la última producción de uno de los padres de la comedia madrileña, el autóctono Fernando Colomo. Parece mantener y acrecentar su habitual buena forma, aun no considerándole nunca un cineasta especialmente descollante, sí en cambio curioso y atrevidillo formalmente. Un pequeño soplo de aire fresco en una cinematografía como la española, a veces demasiado constreñida y acartonada.
A sus casi 70 años nos regala una obra aparentemente improvisada o desaliñada por momentos, pero que no me parece tal, lo cual no es óbice para que la haya podido ir improvisando tanto respecto a encuadres como a diálogos. Éstos últimos, profusos, verborreicos, al estilo del cine de Rohmer –contemplándola me venía a la cabeza su excelente CUENTO DE VERANO, algo en mi caso destacable, pues no suele ser precisamente santo de mi devoción- y por supuesto apela al espíritu de Woody Allen. De hecho, contemplando el personaje interpretado por el propio Colomo, estoy viendo en todo momento el estilo, el toque, el alter ego del genio neoyorquino trasplantado a esas idílicas y apacibles latitudes menorquinas. Un lugar en el que ya se encargan de decirnos varios de sus moradores que todo va poco a poco.
Lo que me resulta llamativo es el buen racimo de insólitos intérpretes aquí reunidos, desde una sorprendentemente inexperta que no parece tal Nuria Román, hasta jóvenes y refrescantes apariciones, como la de Olivia Delcán, quién también se ha encargado de escribir el guion en colaboración con el propio director y Miguel Ángel Fulgones, otra de las gratas sorpresas y protagonistas de este aparentemente liviano trozo de vida.
No tiene excesivo alcance, ni tampoco lo pretende, esa es por ello una de sus varias gracias. La contemplo con simpatía, sonrisas y algo de perplejidad. Agradezco su sincera humildad y su no ir de nada, sencillamente establece vasos comunicantes entre representación/ficción y vida… y si me apuran, retrata sin acritud a una generación tal vez un tanto desubicada, en mor de otra pujante en busca de su propio lugar entre sol, chapuzones y tramontana.
-Qué alegría me produce recuperar un clásico ochentero, de los que más me gustara en mis comienzos profesionales como crítico de cine… MÁSCARA (MASK) con una extraordinaria Cher. Qué gran director es Peter Bogdanovich, aparte de cinéfilo de división de honor (su documental sobre John Ford es memorable, un trabajo imprescindible):
Comencé de una manera profesional en esto de la crítica de películas en las primeras estribaciones de 1984, colaborando en Antena 3 Radio y en el -justamente proclamado Ciudadano Ejemplar- diario Lanza, el periódico decano de la provincia. Un año después escribía también mis primeros artículos en la revista Mancha de la Diputación ciudadrealeña. Fue aquí donde comencé a elaborar mis primeros listados de los mejores estrenos de cada temporada.
En aquella primera terna creo recordar que entre mis 20 favoritos incluí CALLES DE FUEGO, GREMLINS, LOS GOONIES, LADY HALCÓN, ERASE UNA VEZ EN AMÉRICA o INDIANA JONES Y EL TEMPLO MALDITO. Un par de años antes ya había seleccionado mentalmente tres incontestables, BLADE RUNNER, EL PRECIO DEL PODER o E. T. EL EXTRATERRESTRE. Y traigo a colación otros dos más de 1986, CUENTA CONMIGO y LOS INTOCABLES DE ELIOT NESS. Tiro de memoria, la cual últimamente me puede traicionar. Tendría que añadir decenas de títulos más, aunque no es cuestión abrumarles.
Otro que también estuvo presente entre mis favoritos desde el mismo momento que lo contemplé y que ahora aquí me ocupa sería MÁSCARA de Peter Bogdanovich. Deudor de una obra maestra de 1980, EL HOMBRE ELEFANTE de David Lynch que, aunque nada tiene que ver ni en lo estilístico ni tan siquiera en la fotografía en blanco y negro con aquella, sí tienen como punto de unión su denuncia de la discriminación a quien la naturaleza ha otorgado alguna deformación física, la acromegalia en este caso (una enfermedad crónica que se caracteriza por un aumento de alguno de los rasgos del ser humano, la cara en este caso… disculpen la inexactitud de la definición al no ser experto en estos asuntos), la neurofibromatosis en aquél otro.
Lo llevado a cabo por el director en esta verdadera maravilla lo hizo desde un punto de vista ejemplarmente contenido y nada sensacionalista. Como bien señala el colega Luis Martínez, “evita el melodrama con pudor y respeto”.
Bogdanovich, no se olvide, ha sido y sigue siendo (ahora mucho más espaciadamente y en peores condiciones económicas, de parné vamos) amén de un cinéfilo ejemplar, un cineasta mayúsculo, en algunos momentos –THE LAST PICTURE SHOW, LUNA DE PAPEL, ¿QUÉ ME PASA, DOCTOR?, SAINT JACK- descomunal.
Curiosa, paradójicamente, MÁSCARA tal vez supuso en su carrera el punto de inflexión que le condujo a una paulatina pérdida de confianza de productores y espectadores. De estos ejemplos hay muchos en la historia del cine, en la del hollywoodiense en particular, algo que en tantas ocasiones me ha resultado incomprensible (él en concreto, todavía regalaría “delicatesen” como la encantadora -supondría la "despedida"del cine como actriz principal de mi adorada Audrey Hepburn- TODOS RIERON, TEXASVILLE, ¡QUÉ RUINA DE FUNCIÓN! o ESA COSA LLAMADA AMOR, incluso las relativamente recientes EL MAULLIDO DEL GATO y LÍO EN BROADWAY).
El caso es que manejando un reparto perfectamente medido (nada que ver lo que hace Cher con sus a veces divertidos divismos, no se olvide que por aquellas fechas sería la protagonista de la preciosa comedia romántica HECHIZO DE LUNA con Nicolas Cage), Bogdanovich consigue, al menos conmigo, sumergirme en una historia de lo más delicada a base de grandes dosis de tacto y sensibilidad.
Entiendo perfectamente al chaval, Rocky, en su nada llorona desolación y en el humor con el que encara su nada fácil situación (me gusta mucho lo de las chinchetas que va clavando en el mapa). Me encanta esa chica afectuosa y comprensiva, encarnada por una todavía pipiola Laura Dern. Me resultan admirables esa madre luchadora, corajuda, protectora sin empacho y su pareja, un fenomenal Sam Elliott, un “macarruzo” receptivo, con corazón.
La película, basada en hechos reales, respira en general un buen rollo nada afectado, ni ñoño, ni sensiblero. Habla de lo peor y, sobre todo, lo mejor de nosotros mismos. Es bonita de las de verdad, de las que no tiene que apelar a golpes bajos para llegar al corazón. Lógicamente, es inevitable que algunos de sus pasajes se vean salpicados de un sentimentalismo perfectamente comprensible.
Obtuvo tan solo un Oscar, previsible y merecido, al maquillaje. Cher fue premiada en el Festival de Cannes como mejor actriz, e incluso estuvo en un tris de conseguir la Palma de Oro. Pero por encima de reconocimientos o anécdotas de premios, es de las que pasan los años y ahí están, ahí han quedado para gozo de nuevas generaciones que puedan descubrirla.
Y aunque no suelo ser precisamente afecto a los manuales de auto ayuda, sin por ello cuestionar que no puedan servir para algo, si tuviera que recomendar algo para afrontar situaciones complicadas en la vida, MÁSCARA estaría sin duda entre las mismas. Y MEJOR IMPOSIBLE, DESPERTARES, PATCH ADAMS, la anteriormente citada EL HOMBRE ELEFANTE, EL DOCTOR y tantísimas más. Entre otras razones porque su pretensión no es dar la brasa ni la moralina, tan solo mostrar ciertas actitudes para encarar la vida con toneladas de talento y gracia.
Pura y genuina representación de la heroicidad cotidiana.
Apostilla:
MÁSCARA contiene las mejores esencias del liberalismo norteamericano, de ese del que siempre me he considerado hijo: comprensión, tolerancia, apertura de miras, falta de prejuicios y un largo etcétera. Las que esgrimía el Atticus Finch de la eterna MATAR A UN RUISEÑOR.
A treinta y dos años vista continúa resultándome tan conmovedora como cuando la descubrí en 1986. No necesita tirar de lágrima fácil. Y muestra ser muy inteligente al no cargar las tintas en guion respecto al rechazo que pudiera generar su protagonista por su defecto físico. Por ejemplo, el chico guaperas del instituto y la niña mona le consideran, le tratan con reconocimiento y respeto.
Este, Rocky Denis, además no es llorón, no se lamenta ni auto flagela, intenta vivir la vida como cualquier adolescente y posee sentido del humor. Es muy inteligente, capaz por tanto de adaptarse a la situación y al medio… conformado por una familia –de moteros- de lo más atípica y entrañable.
Están perfectamente descritas las emociones, incluso las premonitorias finales. Y Cher lo borda. Y Sam Elliott, chulazo de gran corazón. Y Eri Stoltz, en quien se advierte todo un actorazo tras las capas de maquillaje. Y una jovencísima y encantadora Laura Denr.
Vuelvo a soltar lagrimones en un par o tres de ocasiones y me vuelven a arrebatar varias secuencias. Me siguen pareciendo magistrales varias secuencias, entre ellas la del final y la del espejo deformante que ejerce la función inversa con alguien deforme de verdad.
Es una apología humanista sin ñoñería ni afectación alguna sobre el heroísmo cotidiano, ese que no necesita ser proclamado a los cuatro vientos y que se nutre de toneladas de valor del bueno, ese con el que hay que encarar el día a día… y de afecto sincero.
Mil gracias, Bogdanovich (Peter), te debo un buen puñado de obras maestras… una de ellas, sin la menor duda, ésta.