Foto: Christian Slater y Marisa Tomei en Corazón indomable/Untamed heart
-A requerimiento de la hija de una amiga reviso y vuelvo a publicar la crítica de LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO. PARTE 2 (THE HUNGER GAMES: MACKINGJAY. PART II), colofón a una de las más decentes -la inaugural- sagas distópicas para públicos juveniles surgidas durante este siglo:
Debido a cierto hartazgo entre divergentes, crepúsculos, corredores del laberinto y numerosos etcéteras, me enfrento a este último episodio de la trilogía LOS JUEGOS DEL HAMBRE: SINSAJO. PARTE 2 (THE HUNGER GAMES: MOCKINGJAY. PART 2), troceado en su tercera y definitiva parte, con cierto temor. Vuelve a hacerse realidad aquello de que cuanto menos se espera de algo, la decepción no acaba por resultar morrocotuda o hasta puede no parecer tan decepcionante lo visto. Eso me sucede con este segundo capítulo “sinsajiano”. El primero me había parecido el más flojito de la saga. Tal vez su desarrollo resultaba más premioso porque estaban cogiendo impulso, preparando el terreno para el algo más movidito con el que aquí se despide la juvenilmente aclamada trilogía de Suzanne Collins.
No está mal la verdad, se deja ver. Llega al aprobado raspado. No es que me sorprendan con nada nuevo, pero no cae en la pesadez y morosidad de su antecesora. Por supuesto el croma, los efectos digitales lo invaden casi todo, pero tiene algún momento en que muestra cierto aliento épico, una conclusión nada sorprendente pero simpática y la presencia/culminación del personaje briosamente encarnado por la estupenda Jennifer Lawrence.
También vuelve a padecer de ciertas arritmias y espesor narrativo, el diseño de fórmula prefabricada se impone en bastantes momentos, su conclusión no me aporta ninguna novedad, la historia se repite, antes o después, en el pasado o como es el caso, en este futuro nada innovador.
La muchachada con la que concurro en la sala aplaude enardecida tras su conclusión. Es entendible, tienen derecho a forjar sus propios mitos, tal y como hicimos los de mi quinta… y como ha hecho a lo largo del tiempo generación tras generación. No es cuestión desdeñar tal fenómeno –taquillero, sociológico- ni tampoco otorgarle graciosamente la bendición. Ya saben, el ciclo de la vida. Igual dentro de unas cuantas décadas se revisa esta saga como un referente de estos tiempos. Jamás me haría falta la supuesta confirmación de ese dato, además ya estaré criando malvas, para concluir que, si bien le reconozco méritos técnicos y de entretenimiento, a mí ninguno de sus entregas –solo la segunda EN LLAMAS tenía algún momento emocionante o inspirado- me provoca inquebrantable adhesión.
Pero lo dicho en otras ocasiones, esto de los años comienza a pesarme ya.
-Una perla olvidada del cine estadounidense de los 90, de corte romántico y sentimental, es mi selección para este lunes de Clásicos del Deicy. Una bella y estupenda manera de clausurar las sesiones por este a punto de fenecer agosto de 2018. Se trata de CORAZÓN INDOMABLE (UNTAMED HEART):
A propósito de CORAZÓN INDOMABLE (bien traducida del original UNTAMED HEART) dice Pablo Kurt en Filmaffinity: “sencillo pero conmovedor drama romántico de almas urbanas solitarias y corazones débiles”. Es una certera definición de esta preciosa y dolorosa película.
Estoy de acuerdo también con lo reseñado por Carlos Aguilar en su imprescindible GUÍA DEL CINE: “se centra en la historia de amor que surge entre dos seres atípicos (en mayor medida él que ella), enriquecida por estimables pinceladas costumbristas y sociológicas, cómicas y dramáticas, incluso fantasiosas en más de un momento; constituye una película atípica en su contexto industrial”.
No menos cierto es que la mirada, casi furtiva o de soslayo en algunos momentos, que muestra Christian Slater (previo e inolvidable aprendiz Adso de Melk en EL NOMBRE DE LA ROSA, tres años separan estas interpretaciones: resultan igualmente destacables sus apariciones en AMOR A QUEMARROPA y ENTREVISTA CON EL VAMPIRO) resulta un tanto especial, una de las mejores, más hondas de su carrera. Está fenomenal. Y le da réplica a idéntico nivel la adorable Marisa Tomei. Ambos hacen de la naturalidad bandera. Rosie Perez también está muy bien.
Resulta conmovedora su aproximación y esa relación trenzada con paciencia, mucha sinceridad y afecto. También consiguen transmitir tristeza, es casi inevitable. Y la discreción que desprenden sus personajes no es en este caso sinónimo de endeblez, sino de sentimiento.
Es curioso, pasa igual que con el cine de su director e inicialmente actor (su primera aparición fue como el hermano pequeño de Frank Sinatra en GALLARDO Y CALAVERA), el estupendo y nada prolífico Tony Bill, originario de la californiana San Diego. Nunca ha llegado a gozar de mucho retumbe ni distribución, pero puedo afirmar convencido que siete de sus siete trabajos –todo un pleno- me parecen simplemente emocionantes, espléndidos o divertidos. Entre ellos figura el que aquí me ocupa. Es obligado citar el resto: MI GUARDAESPALDAS (su feliz debut), SEIS SEMANAS, CINCO ESQUINAS, GENTE LOCA, NUESTRO PROPIO HOGAR y FLYBOYS, HÉROES DEL AIRE (con una exclusiva utilización de las cámaras digitales)
Una de las muchas virtudes que suele esgrimir es que los argumentos que ha modelado podían haber caído fácilmente en lo excesivo y lacrimógeno, pero él ha conseguido siempre sostenerlos sin recurrir a efectismos y llevando a cabo un magnífico manejo de los actores. Esto que acabo de señalar se puede comprobar en CORAZÓN INDOMABLE, como ya destacaba al inicio. Además, indaga profundamente en los recovecos del corazón y en el amor verdadero.
Como anécdota indicarles que obtuvo el premio MTV Movie Award al mejor beso –entre Slater y Tomei- en 1993. Y también el de actor más deseable, de nuevo a Slater.
Creo sinceramente que puede constituir una muy grata sorpresa para muchos, pues le sucede como a tantos títulos de antaño, de cualquier década, que muchas veces pasan desapercibidos por múltiples motivos: haber sido estrenados en épocas fértiles, no disfrutar de la distribución adecuada, haber sido relegados en la cartelera… Pero los nuevos tiempos permiten que siempre que así lo decidan cualquier momento puede ser una magnífica oportunidad para su recuperación. Por ejemplo, en una actividad de programación de clásicos en una taberna irlandesa en Ciudad Real.
Y qué bonito resulta algo que en principio no daría pie para serlo… tener el corazón de un mandril.
Remitiéndome a un término del comienzo repetido dos veces… Felizmente atípica. Y, de paso, hasta puede que echen unas reconfortantes lagrimitas.
Apostilla:
Últimamente no parecen cotizar en exceso los buenos sentimientos, en la vida en general… y en cine ya ni les cuento. Entre efectos atronadores, digitales, animes guerreros y otras tendencias –que en absoluto las cuestiono- las películas de amores a la antigua usanza no están de moda (o no tanto como antes, esa es la sensación que tengo), salvo de vez en cuando.
CORAZÓN INDOMABLE, producción estadounidense de 1993 es una de las mejores y de las menos reivindicadas de aquella década. Injustamente. Porque es una excelente película que maneja un material peligroso, que podría caer en la cursilería y blandenguería más absoluta, pero que evita todo ello a base de sensibilidad y sentimiento tales escollos.
Para las antologías, una pareja que esgrime, supura más bien, química por los cuatro costados. Y ternura, mucha ternura. Qué bien funcionan Marisa Tomei y Christian Slater como esas dos almas atípicas, solitarias, dispuestas a no dejarse abatir pese a los reveses del corazón contemplado como un órgano frágil en lo meramente físico y en lo líricamente gaseoso.
Están además atornillados a unos diálogos sencillos, pero muy bien escritos, que desprenden naturalidad y realismo. Me encantan sus frases amorosas, del tipo como esa que Caroline le susurra a Adam, “me estoy enamorando de ti, no tienes que quererme, yo te daré mi corazón”.
Muestra aciertos de toda índole, pero uno en especial quisiera destacar, su descripción de ambientes, ese mundo proletario de camareras y de cafeterías de Minneapolis.
Y ofrece una muerte si no tan magistral como la protagonizada por Debra Winger en TIERRAS DE PENUMBRA (o la de nuevo Winger en LA FUERZA DEL CARIÑO), sí resulta en cualquier caso dulce, pudorosa, emotiva sin necesidad de provocar el lagrimeo gratuito.
Cuánto agradezco que asuma sin complejos su romanticismo delicado, bonito en el mejor sentido del término.
Su tristeza y melancolía me contagian, me provocan disfrute por cómo están expuestas. Me entra infinita pena ante ese chucho que mira hacia la tumba.
Tiene también su sentido del humor. Esa secuencia casi inicial de Tomei, compartiendo con una excelente Rosie Perez y otra compañera sus reveses sentimentales mediante un travelling circular, resulta ilustrativa al respecto.
Una preciosidad, vaya.