Foto: Vincent Elbaz en Daddy cool/Daddy cool
-Veo el sexto y último estreno del fin de semana. Galo una vez más. Y simpático. Se trata de DADDY COOL (DADDY COOL):
“¿Sabes lo que es vivir con un niño grande durante 10 años?” (Laurence Arné)
El cine francés continúa sacándole punta a los argumentos más rocambolescos, por poco originales que pueda ser alguno de ellos. Es lo que sucede con DADDY COOL, que vuelve a tratar el tema del hombre inmaduro, con síndrome de Peter Pan, al que su pareja demanda una estabilidad y paternidad que él se ve incapaz de asumir.
El encargado de dar vida al individuo en cuestión es un desenvuelto Vincent Elbaz y su pareja en cuestión la atractiva Laurence Arné (todas las chicas de esta película aparte de cumplir bien con su trabajo poseen belleza). Con esta premisa tantas veces socorrida ya tenemos una película que funciona a base de cierto encanto y eficacia.
Yendo un poco más allá en su premisa, al protagonista se le ocurre la idea de montar una guardería en casa para recuperar a su amada, que se echa inmediatamente en brazos de otro consorte para paliar su frustración/decepción.
Los títulos que se vienen a la cabeza ante dicho planteamiento en sus diversas variantes, es numeroso, desde POLI DE GUARDERÍA hasta UN NIÑO GRANDE, o si lo prefieren, un remix de ambos. Pues lo bien lo que se pierde en novedad se compensa con simpatía y algunas buenas ocurrencias.
Los críos si son bien aprovechados, como es el caso, resultan siempre una baza a jugar. Algunos momentos, pese a lo socorrido de los gags, tienen su gracia. Verlos interpretar un número de Boney M, que precisamente da título a esto, no deja de tener su aquél.
Maxime Govare en su segundo trabajo tras las cámaras, tras el inédito en España TOUT PREMIÈRE FOIS (con algún punto de contacto con este en la descripción del referente masculino) tira de esa naturalidad tan habitual en la cinematografía gala, evitando la brocha gorda y el trazo caricaturesco.
Hay otras dos cosas aparentemente irrelevantes que me gustan también. Un elaborado plano secuencia hacia el final, francamente bonito, ya no tengo claro si necesario, pero qué más da, viste bien. La segunda, unos créditos finales que apostillan la historia, en consonancia con la profesión de ella, viñetista o dibujante de cómics.
Se ven con agrado y, desde luego, no molesta.
-Las tres películas del verano son, y casi se puede decir que serán, MISIÓN IMPOSIBLE: FALLOUT, LOS INCREÍBLES 2 y MAMMA MIA: UNA Y OTRA VEZ (MAMMA MIA: HERE WE GO AGAIN!). Esta última es mi propuesta para el segundo jueves de junio y la verdad es que el personal responde (no se olvide que la semana anterior, con la “antipática” y dura HAPPY END batimos el récord negativo de asistencia a esta actividad, tan solo 25 espectadores), algo que era de prever pese a las tres semanas que lleva en cartel:
“Tienes una sonrisa que invita a todo el mundo a sonreír” (Josh Dylan/Bill joven)
Esta secuela, que en realidad es precuela, pues alterna el presente con la evocación de un pasado que se remite al origen de todo, a la concepción de Sophie en aquel movidito verano de 1979, la chica a la que comunican que va a pasar por proceso parejo, el de ser madre, cumple con creces. Con un pequeño pero fundamental cambio respecto a su concepción, la identidad del padre de su bebé está clara.
El director Ol Parker, guionista de EL EXÓTICO HOTEL MARIGOLD y aquí sustituto de Phyllida Lloyd (no se olvide que este es más un escapista, un coral y evasivo proyecto de equipo, que de autor) aplica un estilo fluido, un estilo ligero, ameno, musiquero, liviano (pero cuidado, sirve para resaltar la alegría de vivir… “la joie de vivre” que dicen los franceses) que le sienta muy bien a la historia.
Supone una propuesta que no pretende innovar nada, sino todo lo contrario, tirar de recetas, de ingredientes de probada eficacia. Estos no son otros que idílicos y luminosos paisajes estivales (una isla griega de ensueño), las animosas y pegadizas/estupendas canciones de Abba (se han incorporado temas no tan conocidos –este ha sido de los pocos reproches que he leído de otros colegas, a mí no solo no me parece relevante sino inadecuado- pero en cualquier caso en la misma línea habitual del grupo sueco, como WHEN I KISSED THE TEACHER o MY LOVE, MY LIFE; eso sí, la escenificación de WATERLOO es apoteósica) y unos actores de indudable tirón.
Dentro de este último apartado, destacar que repite una burbujeante y canora –lo hizo también fenomenal en este apartado en LOS MISERABLES- Amanda Seyfried en el rol de la hija, también sus padres (Brosnan, Firth y Skärsgard). Y salen por primera vez a escena una incombustible Cher –esta cantante y actriz ha hecho un verdadero pacto con el diablo… y qué cirujanos más competentes la han tratado, lo digo sin ironía alguna- en el papel de la abuela Ruby y la emergente –canta muy bien- Lily James (LA CENICIENTA, BABY DRIVER… se aproxima el estreno de su última interpretación para la apetecible LA SOCIEDAD LITERARIA Y EL PASTEL DE PIEL DE PATATA) que encarna a la madre, a Meryl Streep de joven. La presencia de ésta resulta de lo más fugaz en dos brevísimas apariciones.
Igualmente repiten las divertidas Julie Walters y Christine Baranski como amigas de Donna y Dominic Cooper como la pareja, el prometido de Sophie. Aparece por primera vez la resplandeciente figura de Andy Garcia como Fernando Cienfuegos, propicia –ese FERNANDO- un bonito número rubricado con el vozarrón de Cher.
Tampoco hace falta ser un lince para deducir que si han visto la primera entrega ya saben a qué atenerse con esta continuista “feel good movie” (transmisora de buen, estupendo rollito, de bienestar). Y lo resultante no solamente sigue directrices ya establecidas, lo cual en esta ocasión considero un acierto, sino que particularmente agradezco un cine de este tipo… bullicioso, alegre, positivo, rítmico, fiestero. Y más en estas fechas de solaz en las que escuchar en una pantalla grandes reflexiones existenciales cuesta más que en cualquier otra época del año, aunque siempre hay espacio para todo, al menos así lo puedo constatar en lo que a mí se refire.
Peter Bradshaw (de The Guardian) y Robbie Collin (de Telegraph) así lo han manifestado rotundos y yo no hago sino sumarme al término o calificativo empleado por ambos… Irresistible.
Apostilla:
No tengo mucho más que añadir sobre lo ya escrito con motivo de su estreno. La sonrisa en la cara y la felicidad me vuelven a acompañar durante toda su proyección.
Fundamentalmente esta precuela/secuela es una película alegre, vitalista, soñadora. Me vuelvo a reafirmar en que tras su reluciente e irresistible caparazón de dulce de algodón laten asuntos temáticos tan destacables y de enjundia como luchar por aquello que realmente deseamos, las segundas oportunidades que el amor y la vida ofrecen, los vínculos tan especiales que se establecen entre madres e hijas, los buenos sentimientos, el máximo aprovechamiento de cada instante de nuestras existencias, anteponer lo que verdaderamente es importante, es decir, los afectos y tener claro que cualquier lugar y quienes nos quieren son las respuestas vitales que finalmente cuentan. Allí donde nos sintamos bien, ese es, o debería ser nuestro enclave, nuestro asidero.
Vuelvo a emocionarme en su tramo final, con la aparición de Meryl Streep y de una –lo que es realmente- divaza Cher en el rol de la abuela Ruby. Y lo de Andy Garcia en el rol del seductor Cienfuegos no tiene precio. Las dos chicas, Amanda Seyfried y Lily James, no solo son guapas sino resplandecientes. Y qué bien cantan las dos, como los ángeles.
Todos están perfectos, los lugareños son de lo más simpáticos, las amigas son un pasote y divertidas y los galancetes jóvenes salen del entuerto de lo más airosos, pues los veteranos –Brosnan, Firth, Skärsgard- tienen tablas para dar y tomar. Y luego está esa irreprochable recreación hippy –muy Abba- de los 70, tanto por vestuario como por ambientación, y la luz helénica del Mediterráneo y una fotografía magnífica que resalta la belleza de los escenarios naturales helénicos
Y las canciones, las letras, son magníficas, aunque alguno de los temas puede que no sean de los más conocidos del siempre pegadizo y maravilloso grupo sueco.
El guion, además, es consistente, es mucho más recio de lo que pudiera deducirse por esa ligereza, evanescencia incluso, con la que ha sido rodada. Ol Parker, al mando de la nave, lleva a cabo un trabajo de dirección francamente exquisito. Los saltos temporales, de transición, con una cámara que se desplaza desde una evocación parisina setentera hasta un cuadro, son de gran encanto y delicadeza.
Qué bien introducido está el tema de FERNANDO, adquiriendo pleno sentido tal y como ha sido insertido. O ese WATERLOO con el que me entran ganas de descorchar champán y que se erige en una explosión digna del mejor musical, de HELLO, DOLLY sin ir más lejos. Estupendo, de poner el nudo en la garganta, el casi postrero MY LOVE, MY LIFE, ese que pone melodía al bautizo.
Qué bonita es, qué fenomenal me lo he vuelto a pasar, qué ganas me entran de sorber la vida. Redonda.