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Diario de un Cinéfilo Compulsivo

 

Lunes, 16 de julio

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Foto: Ann Todd, Charles Coburn y Gregory Peck en El proceso Paradine/The Paradine case

-Me quedaba pendiente de hace dos fines de semana y aprovecho este lunes para ofrecerles la reseña de la producción española CASI 40 (CASI 40):

Leo diversas cosas estupendas y muy elogiosas sobre esta película pequeña, modesta, íntima, que me encantaría poder suscribir al cien por cien pero que, aun reconociendo y advirtiendo algunos de sus buenos propósitos, no puedo evitar que me invadan la fatiga y cierto tedio en varios momentos.

Frases, titulares o reflexiones de colegas con los que en tantas otras ocasiones he coincidido en sus opiniones, no puedo compartirlas esta vez. Del tipo “radiografía nostálgica de una generación”, “cada poro de este prodigio, no lo duden, está ahí para ver y vivir el tiempo”, “cine en estado puro… un canto a las librerías, la melancolía y el abismo que supone cumplir40 años y comprobar que la vida no es lo que habías esperado”. Ojalá pudiera haber suscrito estos comentarios tan encendidos.

En fin, todo lo que alberga en su fondo muy bonito sobre el papel, sobre la escritura, pero bastante inane trasladado a la pantalla.

Uno de sus mayores inconvenientes es que todo es pequeñito a bastantes niveles. Lo son unos diálogos bienintencionados o en el mejor de los casos relamidos (demasiado floridos o auto conscientes de su trascendencia pese a su tono supuestamente naturalista) y que en varios instantes me suenan incluso a demasiado oídos, aunque traten de ser camuflados como nuevos. Es también minúsculo su discurso generacional que es precisamente eso… discursivamente desencantado en plan guay del Paraguay.

Y conste que me gusta bastante el cine de su director, David Trueba, firmante de otras piezas en estos registros, pero mucho más afortunadas, como LA BUENA VIDA, BIENVENIDO A CASA o la –ésta sí- notabilísima VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS.

De todas formas, por si acaso prometo volver a verla en cuanto tenga ocasión, tampoco me pareció rechazable. Y, además, han sido ya unas cuantas veces en los últimos tiempos en las que me he desdicho de una calificación tras un segundo visionado (los años y el cansancio distorsionan a veces la opinión).

A la espera de ello, lo mejor con diferencia que he encontrado en este primer visionado es la segoviana Lucía Jiménez (precisamente la descubriría Trueba con LA BUENA VIDA… qué bien estaba en la espléndida SILENCIO ROTO de Montxo Armendáriz), natural, desenvuelta, en buena forma.

Es posible que tenga como destino cierto y limitado público minoritario.

-Asoma por Los Clásicos del Deicy uno de los grandes títulos del género judicial, en el que también son maestros los norteamericanos. Dirige el “mago del suspense”, Alfred Hitchcock, el mismo que decía “no trabajes con niños, con perros ni con Charles Laughton” (supongo que la frase derivó de este trabajo conjunto), EL PROCESO PARADINE (THE PARADINE CASE):

Nunca ha sido uno de los trabajos más apreciados de Hitchcock, y a mí, sin embargo, siempre me ha parecido excelente y un título referencial dentro del subgénero judicial.

Desde luego no llega a la excepcional y definitiva altura de VENCEDORES O VENCIDOS, MATAR A UN RUISEÑOR, ANATOMÍA DE UN ASESINATO y –especialmente- TESTIGO DE CARGO, pero ahí está rozándoles, al más próximo de los rebufos.

Con el último título comparte secundario de lujo, el inmenso y gran histrión Charles Laughton (ya saben lo que dijo en una ocasión “no trabajar con niños, animales y… con Charles Laughton”), esta vez acompañado por Ethel Barrymore en el papel de su esposa en lugar de –la que también lo era en la vida real- Elsa Lanchester.

Tal vez algunos de los escasos peros que le podría poner haya que buscarlos en lo expresado por el propio Hitch, en la selección de un reparto impuesto por el todopoderoso David O´Selznick (participante en el guion junto a la mujer del cineasta, Alma Reville, según la novela de Robert Hichens).

Alida Valli no era la inicialmente prevista, sino que se esperaba que este hubiera supuesto el regreso de Greta Garbo, algo que finalmente no se produjo. Tanto ella como Ann Todd le parecieron excesivamente frías, aunque considero que la primera –de la que querían hacer una finalmente fallida Ingrid Bergman- aguanta bien el tipo. Y, desde luego, ambas resultan elegantes, distinguidas.

Tampoco Gregory Peck era de su agrado, pero las razones de ello a mí no me convencen, el hecho de que para él no diera el tipo de “abogado británico y un hombre muy educado”. Discrepo rotundamente. Su favorito era Laurence Olivier. No es cuestión de comparar en este caso, pero Peck, insisto, no desmerece en absoluto.

Con el que establezco quorum es con Louis Jourdan, demasiado mono e impoluto para componer a ese criado y maloliente mozo de cuadras. Ojalá hubieran escogido al previsto Robert Newton.

Bien, aclarado el apartado interpretativo, que con la distancia que otorga el paso del tiempo considero que no es tan errático, vayamos al meollo, a la historia, que resumiera muy bien el orondo cineasta. Trata sobre “la degradación de un abogado aristócrata que se enamora de su cliente”. Ello queda magnífica y sutilmente expuesto. Y es que siempre ha generado morbo el hecho de los enchironamientos o las caídas de quienes pertenecen a clases sociales elevadas. El ser humano somos así, y Hitch, voyeur y retratista por excelencia de nuestras conductas más oscuras, sabía cómo nadie trasladarlas a pantalla.

Pero, además, vuelve a quedar patente, y esto me parece de lo más destacable, la capacidad técnica y la de genial narrador que poseía su autor (por cierto, figura en su filmografía entre la genial ENCADENADOS y la virguera LA SOGA). Toda la segunda parte de la película, el proceso, está filmado magistralmente mediante un travelling circular, como esa entrada para testificar de Jourdan dándole la espalda a su señora Valli. Y ojo, también merece la pena toda la primera expositiva, la que nos irá conduciendo paulatinamente y poniéndonos en antecedentes de lo que desembocará en lo anteriormente citado.

Y luego está esa esplendida secuencia hacia el final entre Laughton y la insigne Barrymore, de diferentes y opuestas reacciones de ambos ante la sentencia.

Lo que sí volvió a quedar claro con esta producción es la animadversión del maestro hacia los todopoderosos productores de Hollywood, de ahí que, a partir de este momento, de la tormentosa relación vivida en este y en anteriores rodajes con David O´Selznick, haría todo lo posible por auto financiarse futuros proyectos.

Cierto por otra parte que fue un desastre de crítica y público, se consideró demasiado larga y pesada, pero estoy absolutamente convencido de que el tiempo la ha revalorizado. Y si no, juzguen ustedes volviendo a revisarla o descubriéndola por primera vez.

Flashes:

-Es una película completamente vigente setenta años después. Y muy moderna, tanto a la hora de retratar a un personaje seboso como el juez encarnado por Laughton (véase la escena del tocamiento y sobo a la esposa de Peck) como aquélla en la que Todd le dice a su marido que es libre de actuar como desee.

-La bellísima Alida Valli ha sido una de las mejores actrices en poner caras desdeñosas o despectivas. O sencillamente ignorar completamente a su antagonista… recuérdese el memorable final de EL TERCER HOMBRE.

-Louis Jourdan resulta aquí un tanto atildado, pero era un actor apuesto y de gran atractivo… Que se lo digan a GIGI o a la MUJER PIRATA.

-La eximia Ethel Barrymore protagoniza un breve, pero antológico duelo con el fenomenal histrión Charles Laughton. La secuencia en la que comentan la sentencia desde diferentes ópticas es, sencillamente, magistral. Ella supuso la única nominación al Óscar –como actriz secundaria- que obtendría esta producción Selznick.

-Trenes, lluvias, un hombre femenino al descubierto (Hitchcock tal vez haya sido el mayor fetichista de la historia del cine), subida de escaleras a lo SOSPECHA vuelven a formar parte del paisaje del mago del suspense.

-El habitual cameo o fugaz aparición de Hitch se produce cuando Peck está saliendo de la estación de tren que le conducirá a Cumberland.

-Por cierto, la mansión de Cumberland bien podría ser un trasunto o derivado de la de Manderley de REBECA (algunos acordes de la banda sonora de Franz Waxman remiten a aquella obra maestra). También algunos colegas han querido ver en ese amor obsesivo de Peck hacia Valli un borrón o antecedente del necrófilo que viviría James Stewart en VÉRTIGO.

-Los primeros planos de ellas (Alida Valli y Ann Todd), guapísimas, elegantísimas, son verdaderamente espléndidos.

-Supuso el décimo trabajo de Hitch para la industria cinematográfica estadounidense.