Escribo estas líneas resguardado y calentito en casa, cuando fuera, aquí en Madrid, caen chuzos de punta en una tarde fría y desabrida, por fin puramente invernal.
Las inclemencias meteorológicas no infunden ánimos para lanzarse a la caza de la ganga del siglo, si bien, al menos hasta ayer, los conocidos grandes almacenes con denominación de británica inspiración estaban de bote en bote con motivo de las rebajas.
En estas circunstancias, y sitiado por la política bajuna y el fútbol tramposo y zafio, un caballero siempre optará por los placeres mundanos de más contrastada eficacia: la buena comida, la buena bebida, la buena lectura y la buena música.
Por supuesto, la buena comida no es sólo la que nos vende la Guía Michelin, sobre todo en un país como España con un impresionante acervo culinario. En nuestro país la cocina casera alcanza cotas incomparables, alzando a la culinaria popular a la categoría de una de las bellas artes. Un buen ejemplo de ello pueden ser las patatas a la riojana como las que, sin ir más lejos, tengo la suerte y el honor de degustar con asiduidad cocinadas por mi suegra, logroñesa de pro.
Este tiempo incipientemente invernal y el olor de los pucheros me lleva a la evocación proustiana de almuerzos con mi amigo del alma Juan Carlos Carrazón en el paraje de El Peral en Valdepeñas (esas gachas y esas chuletillas……) y en el Mesón Sabory, en la Plaza Mayor, 9 de la localidad de Hiendelaencina (Guadalajara), Tfno.: 949899019, donde se degustan las mejores patatas bravas del orbe y un cabrito asado de categoría universal. No pueden perderse tampoco los torreznos, la morcilla, el picadillo o el somarro (esa carne magra sazonada con sal y asada en la brasa, tan alcarreña), que aquí bordan. En esta época, además, destacan los guisotes, en especial los preparados con patatas y setas.
Un ágape de tal enjundia debe ser regado con un vino a la altura de tales circunstancias. En esta ocasión, y por continuar en tierras de Guadalajara, voy a recomendarles Finca Río Negro, un magnífico multivarietal de Cogolludo.
La lectura recomendada, una vez cumplido el rito de la siesta, es en esta ocasión, continuando con esa proustiana recherche du temps perdu, Los años perdidos de Sherlock Holmes (Sherlock Holmes: The Missing Years), de Jamyang Norbu (Acantilado. 2006).
Una maravillosa nueva aventura del inmortal personaje de Conan Doyle en forma de recreación de los viajes realizados por el genial detective junto a Hurree Chunder Mookerjee a través de los caminos de China a Simla por el Tíbet y el Himalaya.
En el año 1893, dos años después de matar a Holmes en un forcejeo con el profesor Moriarty en las cascadas de Reichenbach, Conan Doyle resucitó al personaje. El propio Holmes confiesa al Dr. Watson que “viajó dos años por el Tíbet, y pasó un tiempo entretenido en Lhasa”. Nada se sabía de esos años perdidos hasta que el autor del libro descubrió dentro de una caja un manuscrito donde Hurree Chunder Mookerjee cuenta esos viajes…
Sigan con salud.
Foto: eltiempo.es (El Peral de Valdepeñas)