miercoles, 16 de julio

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Barricada Cultural

 

Pa que te enamores (16)

por P. L. Salvador

Imprimir noticia

Yo no era enamoradiza. Y los chicos nunca me hicieron caso. Ahora, desde que me escapé, desde que todo es tan raro: me enamoro como una tonta y ellos parece que también. Cierto que este Kodd lleva babeando por mí desde que éramos pequeños, pero ha cambiado, es y no es él, solo hay que fijarse en esos ojos verde mar… ¡que antes eran marrones!

Vale, de acuerdo, no sé de qué color eran sus ojos, nunca me fijé, le esquivaba. Levanto la cabeza. Ahí está, al otro lado de la mesa, hablándome, respirándome, embrujándome, interrogándome. Sí, ayer charlamos (charlé), nos despedimos (él con la mano), y hoy me lo he vuelto a encontrar. De camino a casa. Así que nos hemos sentado en una terraza y estamos tomando un zumo de piña.

Ahí está, al otro lado de la mesa, enamorándome, emocionándome, iluminándome, sonriéndome. No, antes no tenía esos ojos. Ahora me ha venido a la cabeza aquella canción…: «No sé-no sé-no sé-no sé qué tienen tus ojitos que me vuelven loco, muy poquito a poco». Pues a mí de golpe. Como ayer le conté todas mis penas, decido darle un poco de conversación (es que el chico es muy obediente y sigue calladito). Un momento: sigue calladito pero esbozando con su boquita una media sonrisa irónica. ¿Se estará burlando? No creo. Es feliz a mi lado y de ahí la media sonrisa que podría ser irónica pero que probablemente es bobalicona. ¿Que tal vez es irónica? Quién sabe: igual sí, pero también podría ser su única sonrisa. Cada persona es como es, yo tengo muchas sonrisas y él tendrá… otras cosas. Además, un tipo tan sumiso, tan complaciente, que sigue sin hablar: merece una pizca de confianza. Así que intento romper su silencio con un frase contestable:

«Me alegra verte. Qué casualidad. Porque hoy llevo otro día de esos de olvidar».

Y el tío me suelta:

«No te he encontrado por casualidad: me dio tus señas el dueño del bar».

«¿Qué?», pienso, y le digo:

«Pues no me gusta que preguntes por ahí ―y me quedo boquiabierta, pues vuelvo a sentirme como dentro de una novela o más bien de una película, y debe ser un musical porque una voz que me suena ajena empieza a cantar a capela―: No preguntes por ahí dónde vivo, dónde estoy, aléjate de mí, por favor».

Enmudezco. ¿Qué narices está pasando? ¿Qué canción es esa (si es que es una canción) y qué va a pasar ahora? Kodd, en vez de preguntar si me pasa algo, replica (¡acompañado por una música que no sé de dónde sale!):

«No puedes dejarme así, sin escuchar mi razón, yo te seguiré, te buscaré».

¿Cómo se llamaban esos dos que cantaban a dúo? ¿Pimpinela y Escarlata o La Pimpinela Escarlata? Bueno, da igual, lo cierto es que me he acordado de ellos y… seguro que todo esto que me está pasando tiene mucho que ver con el estómago vacío de una Deg agotada. No obstante, mi voz vuelve a traicionarme:

«No sabes nada de mí, qué me pone, qué me va, qué me hace sonreír al despertar».

Estamos cantando con música. Como en los musicales. Me digo que es imposible y me repito que sí, que lo es, pero que está pasando y no puedo detenerlo. Y ahora, encima, me he puesto romántica, incitadora. Y, claro, tengo que oírme lo que ya sé:

«Ayer cuando te encontré no parabas de llorar y yo te abracé, te hice olvidar».

Pero lo más grave, lo que me saca de contexto, lo que no podía esperar es que nos pusiéramos a cantar a dos voces:

«Darlo todo, entregarse sin miedo a tener miedo del miedo que rompe nuestros sueños, nuestra vida, nuestro andar».

Después del supuesto estribillo me siento eufórica, renacida, ¡deslumbrante!, como si fuera la gran estrella, la cantante total que incluso puede cantar una canción que no conoce con música salida de la nada. Así me siento, y pienso que la vida es maravillosa porque me gusta el chico, me gusta la canción, me gusta mi voz y no me importa en absoluto lo absurdo de la situación.

«Vente a casa, hace calor ―le canto, ya lanzada―, y tengo un exprimidor, y limones y cubitos y un ventilador.»

Me arrugo durante un segundo: ¡me ha salido la misma proposición que le hice a Yow! Entiendo que esto ya no hay quien lo pare cuando Kodd replica:

«¿Quieres que compremos pan, tomatitos y jamón, un bote de aceitunas y un melón?»

«No podemos olvidar las cervezas sin alcohol, pues mi último novio se las acabó.»

«Yo te cuidaré mejor, te daré mi corazón y un puñao de flores pa que te enamores.»

 

Esta novela por entregas tiene su propio blog:

http://mudandolapiel.blogspot.com.es/2015/09/la-novela.html