jueves, 4 de septiembre

Ciudad Real

Visita nuestra página en Facebook Síguenos en Twitter Síguenos en Instagram Síguenos en YouTube
Buscar
Logotipo de Ciudad Real Digital

Barricada Cultural

 

Miedo, tengo miedo... (y dos)

por Fernando Aceytón Sorrentini

Imprimir noticia

La semana pasada dejamos nuestro viaje a través de lo mejor de lo mejor de la literatura de terror en la época del prerromanticismo inglés y alemán. En esta fase inicial de la literatura de miedo brillan con luz propia las novelas góticas de autores como Horace Walpole, Clara Reeve, Shopia Lee, Anne Radcliffe, M.G. Lewis y Ch. R. Maturin.

Una vez desvanecida la pulsión romántica, estos espectros de andar por casa comenzaron su declive y los autores victorianos se vieron en la perentoria necesidad de estrujarse el magín con la finalidad de provocar el repeluzno y dar miedo a un público más preparado, entendido, escéptico y mucho menos asustable.

Por pura necesidad, y con la finalidad de mantener la tensión de lector, el relato se hizo breve y encaminado a una sorpresa final. El cuento se hace realista, humorista e incluso se permite jugar con el escepticismo del lector y utilizarlo contra él. Nace así la ghost story (cuento de fantasmas, en sentido literal).

El precursor de esta literatura terrorífica es Poe (del que ya está todo dicho); la madurez se alcanza con Le Fanu y alcanza su máxima cota con M.R. James.

Posteriormente, en la primera mitad del siglo XX, se produce una mutación en el cuento de miedo que tiene como objeto, obviamente, dar más miedo, en tanto en cuanto la reproducción de los clichés del género hacen menos sugestionable al lector.

Machen, Blackwood y Lovecraft reinan en esta época, con un cuento de miedo más racionalizado y que profundiza más en los estratos del psiquismo.

La referida tendencia culmina en la ciencia-ficción, dentro de la cual sigue evolucionando.

La próxima semana, fantasmas de los buenos.

 

P.D.: Como si de una macabra broma del destino se tratara, esta semana nos hemos visto sacudidos por un episodio terrorífico que demuestra, según van conociéndose sus entresijos, la banalidad del mal y la insondable oscuridad del alma humana, ejemplo de esa realidad que se empeña en adelantar por la derecha a la ficción por extraña e inexplicable que pueda parecer. No sé si aprenderemos algo, lo que es indudable es que nada llegaremos a comprender.

Foto: theguardian.com