sábado, 10 de mayo

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Barricada Cultural

 

¡Nunca dejen de ser novios!

por Jorge Fernández-Bermejo Rodríguez

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Son las palabras de un gran comunicador, nuestro Papa Francisco (no sé si suyo, mío, desde luego sí), durante un emotivo discurso pronunciado en su reciente visita a Filipinas. Bueno, más que discurso, diálogo, porque lo que este “buen tipo” suele hacer  es empatizar con las multitudes de tal forma que pareciera que conversara con cada individuo integrante de dicha multitud, gracias a su sencillez, a su talante humilde, a  su normalidad. El interés de Francisco era hacer ver a las familias la necesidad de mantener la ilusión, y el “eslogan” con el que titulo este artículo sintetiza de forma brillante ese mensaje.

Por qué saco a colación todo esto. Pues muy sencillo, el debate sobre la convivencia pacífica de las religiones, como forma colectiva de expresión de las creencias de un grupo, y la libertad de expresión, irrenunciable en un estado democrático, está servido, merced a la animalada que hace unos días perpetraron unos salvajes en nombre de Alá. Yo, que soy visitante asiduo de las redes sociales (díganme, ¡quien se puede librar!), rescaté esas bellas palabras que nos regalaba Francesco: ¡nunca dejen de ser novios! Me parecieron candorosas, entre eufóricas y tiernas, y  me sentí absolutamente identificado con ellas, ¡no hay que dejar de ser novio! en ningún momento de nuestra existencia, ni dejar de mostrar gratitud, ilusión y amor con los que nos rodean.

Lo publiqué en mi muro de Facebook (que de tarde en tarde frecuento), para compartirlo, y en breves segundos aparecieron comentarios que pretendían ridiculizar las palabras del Papa. Comentarios sin duda muy cortos de vista, supuestamente jocosos, y que parecían ignorar ese carácter simbólico al que antes aludíamos. Entonces, me planteé, con relación al tema que dejábamos caer antes, el de la coexistencia necesaria  entre libertad de expresión y pensamiento religioso, lo gratuito que en España está el ofender constantemente a la Iglesia católica, haga lo que haga y diga lo que diga, por un género de laicismo orgulloso, dañino y soberbio que no ve más allá de sus narices. Incluso con exhortaciones tan amistosas e inocuas como ésta. Sin duda, los “comentaristas” se echarían luego unas risas con sus colegas a costa del “noviazgo” del Papa, mientras se bebían unas cervezas.

Yo, humildemente, estimo que la libertad de expresión ampara la defensa de lo que uno cree sin ofender al otro, por mucho que piense de manera distinta a ti. Ni la libertad religiosa se defiende a cañonazos, ni la de expresión a base de insultos o burlas, porque sencillamente, cuando esto pasa, ambas dejan de ser libertades y se convierten en puras perversiones.