jueves, 12 de junio

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Barricada Cultural

 

La cortina

por Pedro Argüello Fernández

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El horizonte se ve lejano desde la ventana de la habitación. Las siluetas de los barcos mercantes descansando en el abra  de la bahía le dan un aspecto humano, mientras las olas rompen tranquilas en la orilla de la playa. Es tarde de observación y melancolía. Los perros corren alegres junto a sus dueños en la arena fina y dorada. La vista es nítida, clara, sin matices. Nada se oculta tras el cristal salvo la identidad de las personas que permanecen anónimas e ignorantes de que son observadas. Pasan las horas y las cortinas son guardianes de nuestra intimidad y cómplices de nuestra insaciable curiosidad. El ocaso llega tranquilo y sin ganas de notoriedad, está nublado y el sol no se ha dejado ver en su huida hacia una nueva noche. Las luces de la habitación lo invaden todo, y en contraste con la oscuridad de la calle destaca cual nacimiento indefenso ante todo tipo de miradas.

Las cortinas de humo son instrumentos para lograr el anonimato y para desviar las curiosidades. La propia navidad que estamos viviendo es otra cortina, un paréntesis en nuestras preocupaciones, una ocultación de los problemas que se volverán visibles con el nuevo año. Tendemos a engañarnos y somos cómplices de ello. No sentimos remordimientos por ser mirones y no dudamos en ocultar tras esos pensados visillos nuestras propias miserias, mientras la vida sigue y se nos muestra esquiva, difícil, a veces desmoralizadora, y sin embargo la mayoría  de las veces cautivadora y merecedora de ser vivida.

Nos mostramos tras la cortina y nos sentimos protegidos por ella, nos permite mirar y no ser mirados, quizá sea lo más conveniente. Pasaran los días, los meses o los años y seguiremos observando furtivamente nuestro alrededor, pero quizá esto no sea bueno y debamos mostrarnos desnudos, reales, sin parapetos, sin cortinas.

 

Foto: gadgetometro.com