miercoles, 28 de mayo

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Barricada Cultural

 

Culpa, castigo y perdón

por L. Mariano Carmona Rodríguez

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La culpa se presenta con una sintomatología variable en forma de autoreproches, remordimientos, autocastigo y otras respuestas de estilo similar. En Freud, estuvo rondando esta idea desde siempre, posiblemente porque él mismo la padeció a raíz del nacimiento de su hermano, un año menor que él, y sobre quien tuvo celos infantiles que se transformaron en culpa a raíz de su muerte prematura, dejando sobre el propio Freud un sentimiento de remordimiento que le acompañó de por vida.

La culpa, presente en todas la culturas, tiene su origen en la introyección de la responsabilidad de un maleficio, enfermedad o falta y quien la experimenta se reprocha todo a sí mismo. Esta perspectiva, siempre según Freud, es característica en la cultura judía y cristiana y desde tiempos de Moisés se apoderó de todos los pueblos del Mediterráneo como un “malestar oscuro difícil de explicar”, como así relata el propio Freud en uno de sus últimos escritos allá por 1939.

Pero diez años antes identificó otra perspectiva totalmente contraria, la forma proyectiva de la culpa en el modo en que lo hacían los primitivos, que cuando les ocurre una desgracia, no se autoresponsabilizan sino que lo imputan al fetiche, que no ha cumplido sus deberes, a quien aporrean en vez de autocastigarse, explicación más mágica pero a su vez, más sana en términos bioenergéticos.

La culpa puede entenderse bajo el disfraz de actitudes neuróticas y situaciones psicóticas que indican procesos inconscientes en su génesis y en sus efectos. Freud lo descubre en las actitudes paradójicas de las neurosis obsesivas, en  la resistencia de algunos enfermos próximos a la curación, en el derrumbe de otros próximos a conseguir sus anhelos o en la conducta criminal justificada por la necesidad de recibir un duro castigo.

Desde este punto de vista metapsicológico, el sentimiento de culpa puede aparecer como una forma de autocastigo inconsciente, difícilmente analizable a través de la cura analítica (sólo posible si se transforma de inconsciente a consciente) y que se habrá gestado muy probablemente por no sobrepasar la problemática edípica, por tanto en gran medida marcada por la relación con el padre y la madre.

Si el sentimiento de culpa te atrapa, lo más probable es que tenga su raíz más allá de la consciencia y del acto en sí y el perdón tendrá efecto si es un autoperdón. La comprensión de la culpa a veces no es sencilla, más bien casi nunca lo es, y el autocastigo no es la solución al sentimiento de culpa, ni libera ni repara daños en terceros. Esta forma de autocastigo, heredada de la cultura cristiana más radical, supone una adecuación a los tiempos modernos del cilicio medieval. Puede ser que, dicho de estar manera, alguien entienda como una nimiedad totalmente superable el concepto de culpa autoinfringida, pero como ya he explicado, su causa se encuentra en niveles inconscientes pre-edípicos, cuestión extremadamente compleja y de tratamiento analítico incierto.

Dicho esto, lo mejor que podemos hacer si llega el caso y el sentimiento de culpabilidad nos atrapa es: perdonarnos y perdonar, eliminar el autocastigo y las condenas autoimpuestas y sobre todo, creer que cada uno es merecedor sólo de las cosas buenas que le ocurren y no de las desgracias y desdichas aunque más bien ocurra lo contrario porque para bien y para mal, somos un pueblo Mediterráneo.