miercoles, 2 de julio

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Barricada Cultural

 

Miedo líquido

por L. Mariano Carmona Rodríguez

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Recientemente ha llegado a mis oídos un concepto que me ha despertado interés, el miedo líquido. Término acuñado por Bauman en 2005, éste analizada a través de su obra cómo los superpoderes de la globalización negativa del planeta atizan los miedos de la población (sin asumir apenas riesgos) para el propio beneficio y además, apartar la atención de las causas auténticas de su ansiedad existencial (la de la población) y poder continuar enriqueciéndose sin que apenas les molesten.

A poco que empecemos a prestarle atención a las noticias, vemos constantes ejemplos claros de que esto sucede casi a diario pero, ¿Por qué somos tan fácilmente manejables por un concepto tan abstracto y poco claro como es el de miedo?

El miedo es una de las tres emociones primarias (ira y amor son las otras dos). Existe en todos los animales por tanto también en los humanos y tiene diferentes enfoques, biológico, psicológico, social y cultural. Existen tres tipos de miedos como respuesta a los peligros. En primer lugar, temor sobre los peligros que amenazan la integridad de propio individuo, segundo sobre la pérdida de la duración y fiabilidad del  orden social que garantiza la seguridad del medio de vida y la supervivencia y por último, los peligros que amenazan el lugar de la persona en el mundo, su posición en la jerarquía  social, en líneas generales, su inmunidad a la degradación y la exclusión social.

Podemos creer todo lo que queramos que somos los auténticos gobernantes de nuestra existencia y que el miedo no ejerce control alguno en absoluto sobre nuestros actos y decisiones, que somos valientes por naturaleza y no tenemos miedo a nada, ni siquiera a la muerte y que nadie nos maneja, que somos totalmente libres. Perdonen mi insistencia pero, ¿alguien se conoce a sí mismo lo suficiente como para conocer sus propios demonios, tanto a nivel individual, familiar o grupal? Sólo el conocimiento interior nos hará conocer nuestros demonios y así, poder enfrentarnos a ellos.

Quienes sí parecen conocer nuestros miedos y demonios son los superpoderosos de la globalización negativa, quienes manejan en realidad el mundo saben que, usando las dosis adecuadas de miedo, podrán dirigir la sociedad por donde decidan que camine. Ora por el desvío de atención, otrora por aumentar la seguridad policial. La gripe A, el ébola, la inmigración incontrolada, los trenes de la muerte, las armas químicas, la inseguridad ciudadana, las vacunas… casi todas las decisiones políticas son tomadas bajo la aclamación popular de “sálveme señor ministro del peligro que me acecha”.

El miedo nos lo muestran constantemente, miedo a perder nuestra situación, a perder la propia salud o a perder el sitio que tenemos, mejor o peor, pero que un sitio es. Sólo un despertar de conciencia podría hacernos perder los miedos y comenzar a caminar hacia donde verdaderamente queremos, sin temor a perder lo que podamos haber adquirido, bienes, propiedades o más abstractamente, el lugar en el mundo que ocupamos.

El miedo ha servido como mecanismo de defensa y medio de salvación para muchas especies e individuos en situaciones de peligro inminente, sobre todo para animales y personas sin muchos recursos. Pero también sirve para manejar rebaños de ovejas que temen ser atacadas por el perro fiero (y fiel) que amenaza con morder si te rebelas contra el orden establecido por el gobernante. Pastor, oveja y perro son los tres papeles que se reparten en el rebaño social y no siempre podemos elegir libremente el rol, pero sí podemos elegir tener o no tener miedo, sólo así lo controlaremos nosotros a él y no él a nosotros.