jueves, 5 de junio

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Barricada Cultural

 

Parecidos no tan razonables

por Mercedes De Miguel González

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La sabiduría popular está llena de dichos y refranes acertados, de hechos que, a fuerza de repetirse, se convierten en verdades casi absolutas y conforman un acervo cultural con tintes de enciclopedia, transmitida a lo largo de generaciones. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, ni todo ello es cierto. Hoy me voy a centrar en dos: las que tienen por objeto al burro y al cerdo como compendio de las peores cualidades para referirse a un ser humano por comparación. «Eres un cerdo (o un cochino o un guarro)», dirigido a alguien, es un insulto. No señor. No debería ser así. Los cerdos poseen un cerebro que ya quisieran muchos seres de los que caminan erguidos. Y en cuanto a guarros —dícese esto porque al parecer gustan de refocilarse en el fango—, habría que preguntarse si no lo serán más los dueños que no les permiten vivir —hasta que les llegue el San Martín— en lugares limpios y saneados. Yo he visto en algún sitio cómo estos animalillos tenían, en lugar de una pocilga mugrienta, una piscina donde bañarse. A los cerdos les encanta bañarse y son pulcros cuando se les deja serlo.

«Eres un burro» tampoco es una frase que pueda considerarse agradable desde el punto de vista de su destinatario. Otro error. Los burros son inteligentes, tal vez en mayor grado que los caballos, y tienen memoria y voluntad. Si el concepto lo que quiere significar es terquedad o tozudez («eres más terco que un burro, o que un mulo»), tal vez esté de acuerdo. Me pongo en la tesitura de que yo fuera un burro, y mi amo un gañán cejijunto y emboinado que, a la voz de «tira pa’lante, que te muelo a palos», pretendiera que cruzase una acequia profunda y de aguas procelosas. Me plantaría tal cuál y no me movería del sitio. En ese caso, ser burro sería sinónimo de prudente, o de terquedad a obedecer las órdenes de alguien más burro que yo. Ni más ni menos.  

mrdemiguelproc@hotmail.com