A estas alturas del cuento uno se empieza a cansar de los “chicos malotes”, de las “troncas fatales” y en ese plan.
Me empiezan a aburrir los cuentos falsamente interesantes y la historias asquerosamente truculentas,
Uno ya sabe, ahora que no es tan niño, que la vida que nos cuenta el cine y la literatura mola que te cagas en el cine y en la literatura, pero de sobra sabe que no habría quien aguantara a casi ningún personaje literario o cinematográfico, desde El Quijote a mi prima Escarlata, a quien el viento no se pudo llevar.
En la cosa ancestral del “Rock and Roll” todo suena a lo mismo, a los tergiversados que juegan a cagarla para que su simple soniquete suene a contra sistema. Y me parece a mí que simplemente todo suena a mentira y a patético juego de contraposición.
Un paradigma existe y tiene nombre, cuando The Beatles triunfa por los cuatro costados, resulta que un tal John va de macarra y un chiquillo de cara angelical que se hace llamar Paul se vende como simple, como ñoño. Y es claro y sintomático el ejemplo porque Paul padría ser tirando a “reguleras” sin el John, pero éste no era nadie sin el otro, Y cuando vino “Ono” a ambos los desmintió.
La cultura moderna de nuestra sociedad occidental parece que nos dice que mola que la gente sea un poquito así como suburbio, y eso a mí no me mola ni una pizca.
Hablo con mucha gente que me quiere decir que la cuestión trasciende a las puntuales épocas que nos toca vivir y me fastidia un poco su poquísimo juego de cintura. Me vienen a decir que en épocas remotas estábamos mejor preparados o sabíamos más o éramos más críticos que estas juventudes que nos toca sufrir.
Pues mire usted, pues no.
Vemos a muchos jóvenes que sintiéndose mal rompen con todo y que se manifiestan y hacen bien. Y vemos que en muchísimas cuestiones preferiríamos gente con una preparación muchísimo mayor. Pero yo quiero hablar de aquéllos chicos y de aquéllas muchachas que siendo creativos y sublimes les pasa como a Paul, que por no ser “bad boys”, quedan como pardillos.
Tengo un amigo ahora que sirve copas en un pub del centro, y resulta que el pavo, aparte de tener una licenciatura, resulta que echa horas para un colectivo que curra con personas con discapacidad.
Mi amigo “R”, me viene pareciendo un muchacho encomiable, cuando yo hablo con él me demuestra talento y bonhomía, saber estar y amplios conocimientos. Me transmite a mí “R”, desde su juventud, muchísimos valores que no encuentro ni en mi generación ni en otras anteriores.
Ahora que voy pensando en lo que significan estos estereotipos que ha creado la cultura occidental, y ahora que son tantos los que desacreditan a las generaciones venideras, yo rompo una flechilla por esa gente que le busca a la vida el lado positivo y trabaja y se esfuerza para dejarnos claro que ese es el camino.
El “hombre positivo”, el ser humano, va haciéndose lugar entre nosotros, se le verá poquito, pero existe, demostrémosle al menos nuestra admiración.
Gracias muchacho.