jueves, 5 de junio

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Barricada Cultural

 

How high is the moon

por Jorge Fernández-Bermejo Rodríguez

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Si, creo que hoy lo han adivinado, me voy a poner tierno. Lo dice quizás preciosa  niña de la foto, ¿no creen? Se llama Luna, y ahora tiene diez meses y medio. A sus siete escasos meses de vida fue sometida a uno de los transplantes más complejos que existen: intestino delgado, estómago, hígado y páncreas. La intervención se practicó con éxito en el madrileño hospital de “La Paz”. Luna se recupera junto a sus padres en Cullera, Valencia.

El otro día me topé con esta bonita historia, una hermosa flor entre tanta mala hierba informativa. Ese día la linda sonrisa de Luna se apoderó de mi pluma, y pensé en este artículo. Y es que esta historia que les cuento me hizo pensar (aunque no lo crean, a veces lo hago), en el papel actual de los medios de comunicación. Voy más lejos aún, en el papel de los poderosos, léase, banqueros, politicuchos de tres al cuarto, constructores de medio pelo sin escrúpulos, especuladores; vamos, aquellos que desde la sombra controlan los hilos, controlan los medios. Las informaciones que leemos diariamente cumplen la retorcida función de hacernos sentir amenazados, de cercenar nuestras humildes ilusiones, de recordarnos que somos unos pobretones sin futuro, que en cualquier momento podemos perder nuestros empleos, nuestro bienestar, nuestros sueños. Así que no nos quejemos mucho o no saldremos en la foto.

Suben los impuestos, sube la factura de la luz, la gasolina. La vida no es tan fácil, amigo, ¡espabílate!, usted no tiene derecho, no rechiste, usted es un esclavo más de la cadena, nada más. Al poder desde siempre le conviene tenernos amedrentados con promesas de vida eterna. Le conviene una masa silente y sumisa, en el pasado temerosa de Dios (la Iglesia nos recordaba que todo era vanidad, y que había que ser buenos porque nos íbamos a morir), hoy temerosa de algo más difuso e inabarcable. Un ente sin cara que nos recuerda que estemos calladitos y agradecidos, que bastante tenemos con comer. Panorama bastante Orwelliano el que nos contempla.

Pero, de repente, aparece Luna, con su brillante sonrisa desdentada y sus ojos llenos de esperanza. Y es que eso es Luna, la esperanza, la pureza que no puede ser atacada por la oscuridad, por ese pesimismo sistémico que algunos miserables pretenden inocularnos subrepticiamente en el ADN. Dentro de esa sonrisa reposa el inquebrantable hilo de la vida, como aquel hilo azul del que hablaba Martín Garzo, invencible ante los agoreros, ante los buitres pregoneros del desencanto generalizado.