Esta ha sido una semana intensa de actividad y experiencias, y hoy en domingo, escribiendo para esta publicación digital y además manchega, me he acordado de un pasaje del libro de Don Miguel de Cervantes “Don Quijote de la Mancha”, en donde el hidalgo protagonista, antes de ser armado caballero, se pasa la noche velando las armas a la luz de la luna.

Recuerdo un día, en el instituto donde estudié bachiller, que un profesor, ciertamente peculiar, se quedó, después de la última clase nocturna que terminaba a las once de la noche, en la sala de profesores, y yo le pregunté que porqué se quedaba, y me contestó que estaba esperando una llamada de teléfono de una revista que le quería hacer una entrevista, y que, por lo tanto, se quedaba velando armas como D. Quijote.

Siempre me hizo gracia esta anécdota, y ciertamente que la revista no le llamó y su espera fue inútil, aunque días antes si salió en otra publicación diciendo que se quería presentar a presidente de gobierno. Don Rafael, que así se llamaba, quedó decepcionado, dejó sus ambiciones políticas y  se puso a estudiar medicina a sus mas de sesenta años. Algún día contaré qué paso.

"Velando armas", qué expresión más literaria. Me evoca la espera de algo que ha de llegar, de algo que ha de ocurrir. Me evoca la esperanza de un logro, la decepción de un olvido, o el vacío de la nada.

Me imagino en soledad iluminado por la luna, y bajo su influjo sueño en que mis deseos se van a cumplir. Las armas de un escritor son su pluma o su ordenador. Anoche estuve velando armas y hoy estas armas me han permitido escribir estas escasas líneas.

Encantado de estar con ustedes y hasta el domingo que viene.