domingo, 27 de abril

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Barricada Cultural

 

La prematura muerte de Mary Shelley

por María Delgado

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Un 1 de Febrero, pero de 1851, moría en su Londres natal, con tan sólo 53 años de edad, la escritora Mary Shelley, creadora de una de las novelas más reconocidas en el mundo entero, “Frankenstein o el moderno Prometeo”.

Había nacido, como Mary Godwin, un 30 de Agosto de 1797, hija de los reconocidos filósofos William Godwin y Mary Wollstonecraft. Su madre fue la mujer que sentó las bases del feminismo moderno, al escribir sobre la injusta desigualdad social entre hombres y mujeres. Su padre fue uno de los precursores del movimiento anarquista, con sus ideas libertarias.

La pequeña Mary fue la única hija del matrimonio, y no pudo conocer a su madre, que murió un mes más tarde, por complicaciones derivadas del parto. Mary Wollstonecraft tenía tan sólo 38 años.

William Godwin inculcó en su hija el amor por su fallecida madre, y por el valor de los escritos que ésta había dejado, que Mary llegaría a venerar; así como por las ideas liberales y revolucionarias por las que él mismo abogaba.

Conoció a través de su progenitor al poeta y filósofo radical Percy Shelley cuando sólo contaba con 17 años. Aunque el poeta estaba casado, inició una relación amorosa estable con la joven, lo que fue un escándalo en la sociedad de su época. Su padre se opuso furiosamente a esta relación, que enturbiaba la reputación de su hija, lo que sorprendió enormemente a Mary, ya que para ella Shelley encarnaba todas las virtudes políticas que preconizaba William Godwin.

Terminarían por escaparse juntos, yéndose de viaje por Europa. Y de este viaje, regresaría embarazada y con la salud mermada, aunque enamoradísima de un Percy Shelley que ya comenzaba a tratarla con el mismo desapego con que trataba a su primera esposa, a la que también dejó embarazada a su vuelta. Mary tuvo que tragar con esto, y con otros desprecios. No conseguiría convertirse en la señora Shelley hasta que en 1816 se suicidó la esposa de Percy.

Su mayor logro se produjo cuando en 1816, en la Villa Diodati, cercana al Lago Ginebra, Mary escribe su obra inmortal, dando vida a un personaje absolutamente icónico: el monstruo de Frankenstein. Lo que comenzó siendo una novela corta, la ampliaría más adelante, convencida por su éxito, hasta convertirse en la historia que conocemos hoy.

Por supuesto, Mary Shelley escribió otras obras de notable calidad que fueron injustamente olvidadas, y a las que últimamente se le está prestando más atención académica.

En 1822, su esposo se ahogó con su velero durante una tempestad, y Mary regresó a Inglaterra con el único hijo que le quedaba vivo, donde se dedicó a criarlo, y a su carrera como escritora, tomándosela más en serio.

Tuvo otras relaciones amorosas a lo largo de su vida, pero todas ellas fueron tempestuosas, y no significaron para Mary lo que había significado su historia con Shelley.

Los últimos años de su vida estarían llenos de enfermedad y sufrimiento, gestándose ya en la década final el tumor cerebral que se la llevó tan prematuramente.

La suya es una historia triste, con un final amargo. Perdió a su madre al poco de nacer, hubo de convivir con una madrastra con la que no consiguió tener una buena relación, perdió también a varios de sus hijos bebés, tuvo un marido al que amaba pero que no era capaz de corresponderle con el amor incondicional que ella necesitaba, y sus obras no obtuvieron el reconocimiento esperado. No obstante, su nombre quedará para siempre ligado al mito universal de Frankenstein, el genio loco que se cree por encima de las leyes científicas y morales, incapaz de calibrar las consecuencias de sus actos.

¡Nos leemos!