Tranquilos, que esto no va de política, va de ciencia ficción. Y nunca mejor dicho, porque la imagen de novelillas de vaqueros colgadas con pinzas de la ropa en los quioscos hará flipar a los jóvenes. Porque lo de colgadas no hace referencia a internet, no. Me refiero a unos libritos de formato pequeño y pocas páginas que generalmente eran del oeste, donde escritores como Marcial Lafuente Estefanía generaban una nueva aventura cada semana. Se consideraba un género inferior, pero su cantidad y calidad, si se compara con las telenovelas o series actuales, daría envidia a muchos equipos de guionistas modernos. Hacían leer y entretenían, se podían devorar casi de una sentada. Recuerdo la estampa de muchos viejos con la novela al calor del brasero o a la sombra en verano, con la tele apagada. Incluso había algunos sitios que pagabas unos céntimos y te cambiaban la tuya por otra para que siguieras leyendo. Vaya hábitos que perdimos.
Pues hoy quiero recordar a una de esas series de novelillas que llevó por nombre “La Saga de los Aznar”. Conjuntamente con las de vaqueros, existía esta de temática futurista, en una colección que creo que se llamaba luchadores del espacio. Estaban firmadas por George H. White, seudónimo obviamente más espacial que el auténtico nombre, Pascual Eguídanos.
Esta serie de novela se publicó desde 1953 hasta 1978, año en que recibió el premio de mejor serie europea en la Convención de Ciencia Ficción de Bruselas. Las novelas no son individuales, sino que corresponden a una única historia, la saga de una familia. Esta comienza en la actualidad con el descubrimiento de unos platillos volantes y acaba 500 años adelante en el futuro. Pese a que existe una evolución en la temática y la calidad a lo largo de los 25 años, la colección recoge la influencia de las series de ciencia ficción americanas de los años 30 y 40, con escenarios barrocos como los de Flash Gordon o la película Planeta Prohibido.
Así, las primeras novelillas reflejan la mentalidad de la sociedad española de los años 50, incluso cuando la acción ya se desarrolla en el futuro. Es curioso ver como la imagen de la mujer se encasilla a los roles de la época, pero precisamente es interesante su evolución a lo largo de las décadas, fiel reflejo de la transformación que sufría España. Y es este cambio, y la sucesiva complejidad de la historia en cuanto a avances técnicos y reflexiones morales, lo que la acaba convirtiendo en una obra maestra, pese a lo simple de su planteamiento inicial.
La saga familiar es testigo de enormes avances tecnológicos fruto del contacto extraterrestre, guerras mundiales con enemigos alienígenas como los hombres grises o los Thorbod. Sufren una diáspora al ser obligados a abandonar la tierra e iniciar un exilio estelar en una nave autoplaneta que se llama Valera. En ese viaje encuentran la tierra prometida, y nuevas razas más desarrolladas, otras primitivas y algunas extinguidas, que constantemente hacen reflexionar sobre la moralidad de las guerras y los avances científicos. En este aspecto son más que reseñables con conocimientos técnicos que refleja y que vaticina: torpedos Z, luz sólida, antimateria, viajes en el tiempo o transformación de materia en energía a través de las máquinas Karedón.
Los supervivientes terrestres conocen a lo largo de su exilio espacial sociedades feudales, guerras despiadadas o civilizaciones perdidas, hechos que invitan a la reflexión. Al igual que los avances que vaticina, donde consiguen una sociedad ociosa en la que el trabajo no es casi necesario, en la que el dinero o la acumulación de riqueza no tiene sentido, o se puede aprender una profesión como la piloto en un instante solo con someterse a unas ondas a través de una máquina. De entre todas las novelitas destacan dos sin el diminutivo. Rompen el esquema general de unas primeras páginas que resumen lo que ha pasado en la anterior y así dejan escritas 20 de las 90 páginas de la entrega. Corresponden a una historia casi independiente y aparece -de forma ya literaria-, una mujer como última descendiente de una raza de sabios extinguida hace miles de años. Las alusiones a esa raza que se dejó extinguir por no beligerar con otras especies inferiores elevan la calidad de la saga en cuanto a planteamiento moral y avances científicos, como los de las maquinas que permiten copiar a una persona en una lámina de oro para ser rescatada junto al resto de su sociedad miles de años después. Son los Nahumitas. Y solo se puede recuperar una copia, las sucesivas salen físicamente pero sin vida porque carecen de alma.
Uno de los descendientes es remarcable. Es un mestizo de los Aznar con esta nueva raza, con características de ambas, y con una mentalidad antibelicista y unas convicciones más que interesantes para su época, perfectamente válidas en la actual. Un ejemplo o un quizás mensaje literario sobre la tolerancia, el respeto a las sociedades y seres menos evolucionados que tiene que marcar nuestro camino como especie. No está mal para unas novelillas viejas sin demasiadas pretensiones.
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