Así ha sido desde siempre la vida en los dorados salones del Olimpo, una proyección de los odios y las pasiones que desarrollan todos los seres inferiores, los que eran observados como entretenimiento desde las alturas. No es de extrañar por tanto, que entre aquellos seres divinos surgiera una historia de amor que hiciera enloquecer de celos a otros seres también extraordinarios, pero en cuanto a su vileza y envidia. Y faltó poco tiempo para que los celos arraigaran con sólidas raíces en aquellos suelos nebulosos, formando un enorme árbol cuyas ramas alcanzaron a susurrar mentiras al oído de padre de todos los dioses.
Y debido quizás al murmullo incesante de aquella rama, o a la actitud desprevenida de los amantes, vulnerables debido a su felicidad, los Dioses culpables del delito de amar fueron condenados a la pena más cruel imaginada por los guardianes del averno: a olvidar todo, y con ello a perecer sin recuerdos.
Pero un segundo antes de desaparecer bebiendo de una copa opaca, se les concede un último deseo. El deseo elegido es que un ser inferior oiga por última vez los nombres de los amantes antes de sumergirse en el olvido. Y con esta artimaña siembran la palabra en unos primates, que empezaron a comunicarse verbalmente intentando imitar a las deidades.
La divinidad que impuso el castigo sospecha de la nueva capacidad de los primates, piensa que les hace parecerse demasiado a los Dioses, les hace potencialmente peligrosos. Y es por eso que la estirpe de los primates fue castigada al estilo del Olimpo: se crean los diferentes idiomas para separarlos entre individuos, porque es imposible aprender tantas palabras como estrellas.
Pero las ya múltiples lenguas primitivas cobraron vida y se expandieron como la luz primigenia, y hubo palabras pronunciables que contenían universos. Y Dios fue Palabra. Envidiosos, los castigadores crean las religiones, las guerras y la mentira con el fin de destruirlos definitivamente.
Pero algo mágico acontece. Los descendientes se enamoran, y el amor se convierte en la palabra, en religión, en verdad única. En ese momento los primates recuperan el primer recuerdo y son conscientes de la verdad que les fue ocultada por tanto tiempo: Ellos son los auténticos Dioses.
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