Me hace mucha gracia (comentario que viene muy a propósito del título de este artículo) que algunos hagan gala de su particular sentido del humor y, sin embargo, no sean capaces de reconocerle dicha capacidad a los que bromean con lo que a ellos no les gusta.
Esto viene a colación porque el otro día, y a propósito de un comentario inocente que hice en una red social por una foto realmente equívoca y que al parecer daba a entender algo distinto a lo que entendí, se me ocurrió hacer mi propia broma. ¡Ay, Dios, en qué momento! Las hordas se me echaron encima, achacándome carecer de sentido del humor porque me había atrevido a bromear con sus sacrosantas convicciones de que solo a la (extrema) izquierda está la Verdad. No vean ustedes cómo me masacraron sin piedad esos elementos. Incluso, la anfitriona del muro, con la que hasta el momento había tenido buena relación (virtual), me invitó cordialmente a abandonar su muro.
Por supuesto, lo hice, porque a mí no tienen que decirme las cosas dos veces ni yo me encuentro a gusto entre gente sectaria con la que no se puede hablar de nada más de lo que ellos quieran.
Eso sí, para su conocimiento, y aunque no vayan a leerme, tengo que decirlo: el sentido del humor empieza por uno mismo. Si solo te ríes de los demás, de los que no forman parte de tu grupo, no es sentido del humor: es mala leche.
Por fortuna, creo que pertenezco al primer grupo. Compadezco a los del otro. Cuando se despedacen entre ellos, veremos a ver si tiene más sentido del humor la fracción A o la fracción B. ¡Angelitos!
Foto: clarin.com