sábado, 2 de agosto

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Barricada Cultural

 

Estos chicos jóvenes

por Ignacio Gracia

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A ver cómo digo esto. Estamos unas cuantas personas en la playa y hasta que llegasteis vosotros no se escuchaba ningún ruido. Miento, porque el rumor del agua es muy relajante y te permite olvidar los ecos de broncas de jefes y toda la banda sonora que acompaña a la odiosa rutina habitual. Pues aparecéis un chico y una chica apenas cumplidos los dieciséis, en plan no sé si conquista, que alguien me lo explique. El caso es que ponen su toalla detrás de la línea de hamacas y dejan en la arena una especie de altavoz inalámbrico que tiene que ser la repera. Lo digo porque es de más de un metro de altura, y tiene un power y un flow que si te paseases por el Bronx con él te pasaría con los broders lo que al flautista de Hamelin; o lo que ya conté aquí que pasaba en La Habana cuando pasaban las pipas de cerveza. La cuestión es que nos enchufas la proyección del invento a la línea de hamacas y te pones a disfrutar de una mañana de playa que implica jodernos las vacaciones al resto. Con lo mucho que nos ha costado poder plantar los pies en la arena, para que lleguen semejantes gilipollas a ponerse al lado. Parece que son de la zona, porque una señora vieja les saluda y mueve el culo al son de la música sonriendo. Mi caja torácica resuena cuando la chica, -súper mona, todo guay, creo que es aspirante a que la veamos en un reality un día de estos- orienta el altavoz primero hacia arriba y luego nos lo vuelve a enchufar a bocajarro. Es bueno el cacharro, de verdad, por la caña que mete que no es normal, tiene que ser pagado por papá de vender droga, que da mucho caché. Es que no entiendo de esto, pero supongo que lo usarán para llamar a la oración o lo que sea en los polígonos, estoy seguro.

Pues agárrate el contenido de las canciones que reproducen desde el teléfono. Si es el fiel reflejo del mobiliario de su cabeza -que lo temo-, mejor nos tiramos al monte, porque es lo que sospecho que aspiran a ser ahora todos los que nos deberían pagar la jubilación. Al monte. Música de perreo. No tengo nada contra esta ni ninguna otra; yo mismo solía llevar en cintas una rara mezcla de heavy, coplas y ópera que era como para espantar fijo a algún colectivo, pero es que esto es inaguantable. Hablo de las letras que reproducen como mantras. A lo largo de la casi hora y media de tortura hemos oído como ocho veces a Dady Yankee decir que te voy a meter la lengua en el toto y vas a saber quién soy, que te voy a hacer lo que no te ha hecho nadie. Hasta aquí tampoco es excesivo, igual se refiere a leer un libro. El problema es cuando dice que me la voy a untar en nutella, a ver si me la chupas mejor, o sobre todo cuando se meten en mi profesión. Cuando dice que te olvides de esa tontería de la universidad y te vengas conmigo que vas a saber lo que es bueno. Y la chica, que tiene la letra memorizada, levanta el altavoz y se contonea sentada en la arena como si tuviera lombrices. A ver cómo doy yo clase ahora.

Hablando en serio, me parece que con la cantidad de sangre que ha costado, literalmente, el acceso de la mujer a la universidad y a otros logros relacionados con la igualdad, me parece una bofetada en la cara que un señor gane mucho dinero difundiendo un mensaje más que machista. Y lo hace con los jóvenes, los que están aprendiendo, los que no tienen formado el carácter y buscan modelos que imitar, sobre todo si parecen malotes y como que molan. Pues este es el caso, porque es más peligroso y triste de lo que parece. Y al final el resultado es que combinado con otros factores haga que exista un repunte de machismo entre los jóvenes, que quede bien entre ellos vigilarse las llamadas, que dicen que eso es porque las quieren. Que dejen la universidad para lavarte los calzoncillos con olor a gasolina. Tu Puta madre. Porque esto ya lo hemos vivido. Porque se parece en otro registro a otra canción que se llamaba “mi lucha”, porque estamos olvidando nuestra historia y estamos volviendo a repetirla.

Al otro lado de las palmeras, un italiano que estaba bailando emocionado, -ya tu sabes, mami pero con respeto- en bañador, gafas de sol y sombrero de paja le pide a los chicos que pongan “la de Colombia”. La ponen, bien alta. Por la pinta que tiene será una buena forma de acabar la fiesta (de varios días por la pinta) antes de dormirla. Un gran ejemplo de ciudadano del país cuna de la filosofía y de Europa, y de en lo que se está convirtiendo, que visto lo que estoy viendo -y oyendo- se está yendo al carajo. Eso o es que los gilipollas somos mi decadente generación y yo.

 

Foto: elperiodico.com