viernes, 26 de abril

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Barricada Cultural

 

Trinche Carlovich

por Fernando Aceytón Sorrentini

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Bonita semana la que llevamos los atléticos. Apeados el pasado martes de la Champions dando una imagen horrorosa, propia de tiempos pretéritos y absolutamente diferente de aquella a la que nos tenía acostumbrados en estos últimos años. A ello hay que sumar la eliminación en la Copa del Rey frente el Gerona en el Metropolitano. Lo cierto es que se venía viendo desde principio de temporada. Que el equipo no andaba fino era un comentario generalizado entre los aficionados. Costa anda perdido entre lesión y lesión. Griezmann ni está ni se le espera. Lemar es una millonada tirada a la basura y gente como Vitolo, Saúl o Koke no andan ni medio finos. La enseña de este equipo, la línea defensiva, antaño tan eficaz y contundente, naufraga ahora entre la veteranía y las lesiones: Godín y Filipe Luis acusan el paso de los años y gente como Lucas anda lesionado y ni siquiera se sabe si va a continuar en el club el año próximo. Tan sólo Oblak y Morata se salvan del desastre (¡qué decir de Thomas, Juanfran o Giménez….!) Lo peor con todo es la actitud; vuelta a los años de plomo: a la dejadez y la indiferencia, a la falta de garra y de un banderín de enganche. Lo que era la gran enseña de Simeone, al que se le nota cansado y reiterativo; sin ideas nuevas (bueno, ni nuevas ni viejas). Se agota el cholismo. Estamos en un punto del que raramente se retorna en fútbol: el de la vulgaridad. El equipo es vulgar y previsible, y además con gente muy cara, lo que convierte a ese grupo en un timo absoluto. Soy defensor de la estabilidad institucional y tengo fresco en la memoria el desastre mayúsculo con el que terminó la era Gil, pero no olvido la vieja máxima: “si quieres que las cosas cambien, empieza por hacer algo diferente”. O cambias al entrenador o cambias a los jugadores. No hay otra. La prueba irrefutable de todo ello, el espantoso ridículo de ayer. La Liga a la basura. Claro que, y con esto me voy a granjear el odio ad aeternum de la parroquia atlética, esos valores a los que tanto se apela, como el nunca dejes de creer y otros productos de puro marketing, que actúan como lenitivo frente al sufrimiento que corroe el alma cuando por enésima vez las ilusiones se desmoronan (y son ya muchas veces) no conducen más que a la autoindulgencia y a la ausencia de tensión y masa crítica; y eso es tan malo como andar pidiendo la cabeza del míster en cada saque de esquina. Acordarse de que antes quedábamos los decimoquintos y ahora los terceros es una claudicación. Simeone ha llevado al Atleti a jugar dos finales de Champions, eso es cierto; pero perdió las dos. Ahí lo dejo.

Me resarzo de ello y de la reunión de orcos del nordeste que ayer jodió Madrid (porque esa es otra, no sólo son paletos y golpistas, sino que tenemos que aguantar que nos jodan el paseo sabatino) con un magnífico artículo de Xavi Sancho sobre un personaje genial: el Trinche Carlovich. Jugador del Central Córdoba, equipo de segunda división de la ciudad de Rosario, donde reinaban los irreconciliables Newells’ Old Boys y Rosario Central. A mitad de los setenta sólo los más fanáticos futboleros de la ciudad le habían visto jugar, pero el 17 de abril de 1974, cuando la selección argentina de fútbol se desplazó a Rosario para disputar un partido de preparación para el Mundial de Alemania, enfrentándose a un combinado de los equipos antes citados, allí estaba él, completando la alineación. Deslumbró con un fascinante despliegue de pases y gambetas y dobles caños. Al descanso ganaba el combinado rosarino 2-0. Cuenta la leyenda que entonces alguien del cuerpo técnico de la selección entró al vestuario de los locales y pidió que cambiaran a ese tipo desgarbado y casi desconocido. “Está desanimando a los muchachos”. Años más tarde, Menotti le convocó para la selección argentina. Cuentan que se fue a pescar y no se presentó. Cuando el seleccionador le preguntó por la causa de su deserción le dijo algo de que el río bajaba muy alto. Cuenta Bielsa que era tan bueno que un día fue expulsado y el árbitro tuvo que revocar su decisión por miedo a que las dos aficiones le lincharan. La única jugada suya que hay grabada aparece en una película, Se acabó el curro (1983). En un momento de la cinta, entre el diálogo de dos personajes, se ve a un tipo tirar un regate fabuloso. Era el Trinche. En Argentina, que de fútbol saben algo, muchos le consideran el mejor del mundo. Hace cuatro años, el equipo de Informe Robinson se desplazó hasta Argentina para contar su historia. Si pueden, y les gusta el fútbol, no se lo pierdan.

Hace un momento he visto a Messi (con el que tanto me meto) ejecutar una falta directa frente al Betis. Gol. Ahora lo entiendo todo.

El vino de la semana es Panorámico Blanco 2016. Un blanco de la Rioja con Viura y Malvasía elaborado en Albelda de Iregua. Un gran vino de larga guarda, cítrico, floral, especiado, sedoso, maduro y equilibrado. Un futuro clásico.

Sigan con salud.

 

Foto: lasoga.org