viernes, 29 de marzo

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Barricada Cultural

 

Veinte días y tantas horas (IV)

por Teresa Pacheco Iniesta

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La realidad y la ficción son como dos gotas de agua. En realidad, a veces no importa mucho qué es qué. Importa lo que una cosa o la otra, te hacen sentir. Porque lo que sientes, es una parte muy importante de lo que vives. ¡Besos!

                                                                VEINTE DÍAS Y TANTAS HORAS

                                                                                          IV

Cuéntame de ti, al menos veinte días. Me los debes, por curioso. Escucho aunque tenga los ojos cerrados ¿puedes cogerme la mano? Sufro breves, pero frecuentes accesos de tristeza. Con el contacto de la piel ajena, se me pasan más rápido. Al menos eso me ocurría cuando tenía contacto. Ya lo iba a hacer yo sin que me lo pidieras. Soy un poco tocón, de esos que te ponen una mano sobre el brazo cuando te hablan para intentar caer bien y hacer creer que soy de fiar. A algunas personas no les gusta. Soy empresario, licenciado en filología, lingüística y literatura. Me llamo Víctor, porque mis padres no podían tener hijos y me colé yo como de milagro. De haber sido niña como quería mi madre, me habrían llamado Victoria. Sonreí. Me lo imaginé siendo una niña, con trenzas y esa cara de inocencia. Tengo 43 años. Mierda, yo tengo más. Y vivo en una casa en el centro que me dejó mi abuela materna en herencia.

Fíjate que mis últimos veinte días no son tan diferentes de los tuyos en cuanto a lo laboral. Mucho despacho, reuniones, clientes poco interesantes. Luego están además los problemas en los negocios y algún disgusto serio. El tuyo de ayer fue con tu jefa, y el mío con el encargado de la imprenta de la editorial. En mi caso el cabroncete debo ser yo, porque soy el jefe.

Abrí los ojos de golpe como los abren las muñecas cuando las pones en vertical. ¿Te impresiona que sea el jefe? No, lo de la imprenta y la editorial ¿Qué hace una imprenta y una editorial en tu vida? Ah! No te he dicho todavía, soy editor, mi empresa es una editorial. Se llama Ojos Verdes, como el bolero preferido de mi abuela, la que me regaló el piso. Lo cantaba a menudo. Me costó decidirme por el nombre. Ahora me alegro más porque verdes son los tuyos también. A este chico le han debido decir que me muero sin remedio o es de un cursi proverbial. No es que sea un cursi, me dice leyéndome el pensamiento - (los editores tienen mucha costumbre de leer casi todo). Es que es lo que siento. Dedico, en mi jornada más de ocho horas a leer. Cerré los ojos de nuevo y dije, Señor, ese es mi sueño recurrente aparte del otro que es escribir un best seller con saga. No se si lo dije en voz alta o no, porque él siguió hablando como si no hubiera escuchado nada.

* Como soy yo el que tiene la última palabra sobre lo que se va a publicar, me abruma la responsabilidad.

 

Foto: levante-emv.com