martes, 29 de abril

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Barricada Cultural

 

Fallece el gran Valle-Inclán

por María Delgado

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Un cinco de Enero del malhadado año 1936 fallecía en Santiago de Compostela, a los 69 años de edad, y a consecuencia de un tifus, el gran dramaturgo, novelista, y poeta español, Don Ramón María del Valle-Inclán.

Había vivido intensamente, consagrándose a la literatura y el periodismo con verdadera pasión. Adscrito desde el principio a la nueva corriente del Modernismo, surgida a finales del siglo XIX, se dedicó con ahínco a ridiculizar y escarnecer a la sociedad del momento, poniendo de relieve sus más obvios defectos, y atacando sin piedad allí donde más podía doler.

Nos dejaba un sinfín de obras maestras de la literatura, que todavía nos dan qué pensar cuando las leemos. Y con ellas, nos legaba también el gran Ramón un término, invención suya, que utilizamos profusamente en nuestro lenguaje actual: el esperpento. Y es que en España somos muy dados a situaciones esperpénticas, como bien supo captar el autor. Nada está más de rabiosa actualidad que el esperpento, creo yo, tanto en la sociedad como en la política.

Confieso que no me he leído todas las obras del maestro, pero sí puedo hablaros de lo mucho que disfruté con las andanzas del Marqués de Bradomín en las Sonatas; de Otoño —mi favorita—, de Invierno, de Primavera y de Verano. Y también de la ternura que me causó Max Estrella en “Luces de Bohemia”, alter ego, que dicen los entendidos, del propio Valle-Inclán. Me divertí mucho también en su día con el esperpento de “Los cuernos de Don Friolera”.

Caballero de estampa inconfundible, por lo peculiar de su aspecto y vestimenta, a Valle-Inclán podemos verle ahora magníficamente representado en muchas estatuas que le han sido dedicadas. Me gusta, en especial, la serenidad que desprende su figura, cómodamente aposentada en un banco de la Alameda compostelana, parecida a la también famosa estatua del poeta luso Pessoa, sentado lánguidamente en su banco del Chiado en Lisboa.

La gran anécdota de su vida es la pérdida del brazo izquierdo tras una estúpida riña con el periodista Manuel Bueno en el Café Nuevo de la Montaña en Madrid. Una discusión de tantas que se acaloró demasiado, y ambos se agredieron mutuamente. De resultas de un bastonazo que Bueno le dio a Valle en el brazo, se le clavó el gemelo en la muñeca izquierda, con fractura de huesos incluida. La herida se gangrenó, y el 12 de Agosto de 1899 el cirujano Manuel Barragán y Bonet, no tuvo más remedio que amputarle la extremidad para evitar males mayores.

Su figura mutilada seguiría siendo habitual en los cafés y las tertulias de la época hasta que en 1935, ya cansado y enfermo se retira a su Compostela natal, donde ingresa en un sanatorio, del que a veces se escapaba para acudir a los cafés frecuentados por la flor y la nata de la cultura local.

Su entierro será sumamente modesto, en el cementerio de Boisaca, en una ceremonia civil. Pocos días antes de su fallecimiento había dispuesto expresamente: «No quiero a mi lado ni cura discreto, ni fraile humilde, ni jesuita sabiondo».

En este día en que todos estamos ya con la mente puesta en los regalos que nos dejarán por la noche los Reyes Magos, tal vez sea un buen momento para desempolvar alguno de los tomos del genial Valle-Inclán y pasar un rato reflexionando sobre los esperpentos de nuestra sociedad, no tan distinta en el fondo de la que a él le tocó vivir.

Que los Magos de Oriente os traigan muchos y muy buenos presentes.

¡Nos leemos!

 

Foto: elconfidencial.com