jueves, 28 de marzo

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Barricada Cultural

 

El principio del fin de los Templarios

por María Delgado

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Un malhadado trece de Octubre -en concreto, de 1307-,  una extraordinaria operación encubierta, orquestada por el rey francés Felipe IV, apodado “el Hermoso”,  ponía en jaque a la hasta entonces omnipresente Orden de los Pobres Compañeros de Cristo y del Templo de Salomón, más conocidos en el siglo como los Caballeros Templarios.

Por una orden real secreta, con nocturnidad y alevosía, fueron asaltados los establecimientos del Temple en toda Francia, y hechos prisioneros los monjes que en ella se encontraban.

Las acusaciones en las que se basaron tales detenciones resultaban abrumadoras: herejía, sodomía, hechicería… y toda una retahíla de cargos nunca probados, que llevaron en poco tiempo a la desaparición de la que había sido durante más de dos siglos, la Orden más poderosa del Medievo.

Una serie de causas llevaron a los Templarios a tan drástico final: la codicia del rey de Francia, que de ser deudor de una importante cantidad a la Orden, pasó a ser dueño de gran parte de las riquezas aprehendidas en suelo francés; la debilidad y actitud dubitativa del Papa Clemente V, que no se atrevió a contrariar a Felipe IV -su protector-,  a pesar de las dudas razonables que tenía acerca de la verdad de tamañas acusaciones contra el Temple; la envidia y las controversias con otras órdenes religiosas por su influencia en la Cristiandad; y la no menos importante pérdida de sentido de una Orden de monjes guerreros que había nacido para proteger a los peregrinos a Tierra Santa y los propios reinos orientales, y que en pleno siglo XIV ya no poseía ni un solo trozo de tierra en Oriente, habiendo tenido que regresar a Europa, para hacer básicamente labores de banqueros y consejeros reales.

Eran muchos los que habían deseado en secreto el final de la todopoderosa Orden Templaria, pero sólo el osado Felipe el Hermoso se atrevió a prenderlos y acusarlos tan duramente.

Ese trece de Octubre del año 1307 recayó en viernes, y por ello, desde entonces, en muchos países se considera un día de mal fario cualquier viernes trece. Hay que tener cuidado, o la mala suerte te puede alcanzar.

Desde ese día, el fin del Temple era sólo cuestión de tiempo. En algunos reinos, como en los peninsulares, que necesitaban su ayuda para luchar contra los sarracenos, o en el lejano reino de Escocia, los caballeros que lograron sobrevivir al viernes 13 pudieron seguir actuando libremente como antaño. Pero incluso estos territorios amigos hubieron de acatar finalmente la disolución papal de la Orden Templaria, y buscar otra salida para los hermanos que quedaban en sus reinos. Estos antiguos Templarios pasarían a engrosar las filas de nuevas órdenes de monjes guerreros, algunas de cuales se crearon ex profeso para ser una continuación del Temple, como la Orden de Cristo, en el vecino Portugal.

A veces cuesta creer cómo unos caballeros tan poderosos, que debían de tener sus espías en la Corte, y también en la Sede Papal, no pudieron prever el abrupto final que se les venía encima. Se piensa que algunos chivatazos sí llegaron a los jefes de la guarnición de París, ya que una buena parte de los tesoros templarios que allí se custodiaban jamás aparecieron. También está la creencia de que los altos cargos del Temple no quisieron huir cuando todavía podían hacerlo, y se dejaron apresar pensando que con ello defendían mejor su inocencia ante los tribunales eclesiásticos. Nunca sospecharon que las insidias del rey de Francia pudieran prosperar en el mundo cristiano. Estaban demasiado seguros de su valía y de la necesidad que los reinos tenían de ellos.

No podemos saber cómo habría evolucionado la Orden de no haber desaparecido en el convulso siglo XIV. Es probable que hubiera continuado algunos siglos más, y finalmente se hubiese disuelto pacíficamente, o se hubiese convertido en una orden religiosa más, sin funciones guerreras. Lo cierto es que su papel ya se había desvirtuado al perder Tierra Santa. Una vez expulsada de Europa la amenaza musulmana, sus esfuerzos como milicia no serían necesarios en ningún territorio de Occidente. Los reyes, muy celosos de sus prerrogativas, no hubiesen permitido la existencia de un ejército distinto del suyo en el país.

En todo caso, nos quedan para el recuerdo sus heroicas gestas, y esta funesta superstición del viernes 13 del que nos debemos cuidar. Este mes, el trece -como veis-  ha caído en sábado, así que nada que temer, ¡a disfrutarlo!

¡Nos leemos!

 

Foto: neuronaliberal.wordpress.com