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Barricada Cultural

 

La sangrienta fiesta de coronación de Nicolás II

por María Delgado

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Un veintiséis de Mayo de 1896 fue coronado formalmente en la Catedral de la Dormición, en el Kremlin de Moscú, el zar Nicolás II. A diferencia del anterior zar Alejandro III —su progenitor muerto prematuramente—, el joven Nicolás era un hombre tranquilo, devoto y hogareño, que aunque gozaba de una gran cultura y educación, había vivido siempre al margen de las crudezas de la vida de su pueblo, y no estaba preparado para la ardua labor de reinar

Los festejos populares de la coronación se habían programado para el treinta de Mayo en el campo de Jodynka, una popular zona de festejos y reuniones a las afueras de Moscú. Este terreno era ideal para celebraciones por su gran amplitud, pero tenía un firme irregular, debido a la existencia de trincheras y otros elementos de entrenamiento miliar, que fueron tapados con maderas de un modo apresurado, para acoger los actos de la coronación.

Los moscovitas, y otros súbitos venidos de todas las partes de su imperio, habían ido llegando desde el día anterior a Jodynka, al calor de las promesas de regalos y comidas, que se entregarían con motivo de la solemne coronación. A medida que iba avanzando la jornada, se extendió entre los allí congregados el rumor de que eran demasiadas personas, y no habría regalos de la Casa Imperial suficientes para todos ellos. La gente comenzó a avanzar deprisa, para no quedarse sin su lote, y acabaron cayendo en una trampa mortal, al avanzar derechos, sin posibilidad ya de detenerse, hacia una gran zanja tapada que acabó cediendo bajo tanto peso. El enorme agujero se llenó enseguida de gente que murió en el acto, y personas que pedían auxilio a gritos. Esto provocó, además, otra estampida, que acabó con más muertos por aplastamiento al caer bajo los pies de la avalancha humana. Estos trágicos sucesos acabaron con la vida de 1.389 personas, y fueron considerados ya en la época como un símbolo nefasto para el porvenir del reinado.

Militares y bomberos ayudaron a las víctimas, y evacuaron a los heridos a los hospitales mientras las fiestas continuaban. Cuando se enteraron de lo acontecido, el zar Nicolás y la zarina Alexandra se apresuraron a ir a visitar a las víctimas que estaban hospitalizadas.

Para celebrar la coronación imperial estaba programado esa noche un baile en honor de los zares en la embajada de Francia. Nicolás quiso excusarse y no acudir, en respeto a los fallecidos de ese día, pero sus consejeros se afanaron en convencerle de que asistiera, para no desairar a los anfitriones, dadas las delicadas relaciones que se tenían en ese momento con Francia. Así pues, los nuevos zares, aunque reticentes, acudieron al baile. Pero el mal estaba hecho: el pueblo ruso no olvidaría el mal fario con que comenzaba este reinado, y que su emperador estuvo bailando y divirtiéndose la misma noche en que ellos velaban a sus muertos. Se extendió entre sus detractores la coletilla de “Nicolás el Sangriento”.

En 1917, cuando los bolcheviques despojaron y apresaron a la Familia Imperial, fueron muchos los que comentaron que esto era lo que quería señalar el mal augurio de la coronación. El malhadado Nicolás, fallecería al año siguiente, en 1918, asesinado por los sóviets.

Una historia trágica, para un hombre con un trágico final, totalmente inmerecido. Nicolás y Alexandra siempre habían deseado una cómoda vida típica de familia burguesa, para ellos y para sus hijos, rodeados de tranquilidad y anonimato; mas el destino los colocó en una posición que les venía grande, y terminó por arrollarlos. Pero ésa es otra historia, y la contaremos en otro momento.

¡Nos leemos!

 

Foto: historia1434.rssing.com