Hace tiempo visualicé una película, dirigida de forma magistral por Javier Fesser, que tiene por título el mismo de mi columna de hoy. Al recordarla en el momento en que escribo estas líneas, no puedo evitar esbozar una sonrisa porque es realmente divertida, pero también tierna y entrañable.
Un entrenador de élite de baloncesto se ve, de la noche a la mañana, “rebajado” a hacer trabajos sociales a causa de una condena por conducción bajo el influjo de bebidas alcohólicas y asignado a una asociación de disminuidos psíquicos. No es necesario decir que, partiendo de estas premisas, el entrenador empieza con un cabreo supino y termina enganchado al variopinto grupo encomendado. Dado que ya se puede imaginar el que aún no la haya disfrutado que la cosa termina bien, espero que nadie me acuse de hacer spoiler. Sobre todo porque no importa tanto el qué como el cómo.
Desde el primero al último, todos los personajes aportan algo sustancial. Cada uno de ellos tiene su personalidad muy bien definida. ¡Que tendrán problemas, pero no son imbéciles! Y ahí es a donde quiero ir a parar.
Mi amigo David no solo no tiene ningún tipo de discapacidad intelectual sino que supera en inteligencia a una gran mayoría de personas. Su disfunción es física por un problema de nacimiento que derivó en parálisis cerebral. Así pues, su mente privilegiada se encuentra presa dentro de un cuerpo que no es capaz de secundarla. Como Stephen Hawking, ni más ni menos. Pero él se esfuerza cada día por conseguir que el hilo conductor que une a ambos se haga más obediente.
Y al igual que los actores que protagonizan la película a la que he aludido, que a su vez son también los mismos personajes que encarnan, va consiguiendo vencer un reto tras otro en una carrera de obstáculos que no todo el mundo se atrevería a enfrentar.
Nunca desfallecen porque son inasequibles al desaliento. Porque saben de sus limitaciones, las asumen y quieren vencerlas.
Todos ellos (y mi amigo David en especial, porque es al que conozco y quiero) son unos auténticos CAMPEONES
De esa gente magnífica quisiera aprender yo un poquito tan solo.
Foto: una escena de la película Campeones