lunes, 7 de julio

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Barricada Cultural

 

Cuatro películas... Figuras ocultas (I)

por Alicia Noci Pérez

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En esta nueva serie volvemos a parafrasear el título de otra película, la reciente de Theodore Melfi en la que se recupera, se pone en valor y se reivindica el papel de una serie de mujeres científicas que trabajaron en la NASA en los años 60 y que tuvieron que hacer frente al hecho de ser mujeres y, además, negras en una Norteamérica en que ambas cosas suponían tenerlo todo muy difícil.

Pues bien, voy a utilizar el título porque no puede venir más al pelo (y ya verán que hoy completamente) para lo que pretendo que sea la serie de este mes, una reivindicación del papel más desconocido de la mujer en el mundo del cine. Es mi pequeño granito de arena en este momento en que hay, afortunadamente, un repunte de la lucha femenina por la igualdad.

Hace un tiempo, mediante un doodle de Google (ya saben, esa forma de celebrar efemérides del buscador), me enteré de algo que me sorprendió enormemente y luego pensé que resultaba muy triste esa sorpresa porque era obvio que se debía a determinados prejuicios que existen en la sociedad. Me refiero a aquél en que se celebraba el 101º aniversario del nacimiento de la actriz Hedy Lamarr. Resulta que había sido también una gran científica a la que se debía, en cotitularidad, el invento nada más y nada menos que del wifi.

Nacida como Hedwig Eva Maria Kiesler en Viena un 9 de noviembre de 1914 (por cierto, fecha en que se celebra el Día del Inventor en su honor), destacó desde pequeñita por su intelecto y fue considerada una niña superdotada. Magnífica intérprete de piano por herencia de su madre, comenzó a estudiar ingeniería de telecomunicaciones, estudios que abandonó por su sueño de ser actriz.

Desde 1930 hizo cuatro películas alemanas y una checoslovaca que fue la causante de una serie de acontecimientos que afectaron a su faceta tanto de actriz como de científica, “Éxtasis”, dirigida en 1932 por Gustav Machaty, en la que no sólo aparecía desnuda sino que se convirtió en la primera ocasión en que se asistía en pantalla a un orgasmo femenino. Como pueden imaginarse, aquello resultó todo un escándalo. La consecuencia fue que sus padres aceptaron la propuesta de matrimonio del empresario armamentístico Fiedrich Mandl como mal menor y la casaron con él con tan sólo 18 años.

Estuvieron casados hasta 1937 y sería una época que ella consideraría como un infierno, lujoso, pero infierno, con un hombre absolutamente celoso que no sólo puso un empeño enorme, e infructuoso, en recuperar todas las copias de la famosa película, sino que, además, la mantuvo prácticamente reclusa en un castillo en Salzburgo.

Ante la desidia en que se había instalado su vida, retomó sus estudios de telecomunicaciones, lo que la ayudaría a comprender mucho mejor la información que recopiló en las reuniones a las que tuvo que asistir, acompañando a su marido, sobre tecnología armamentística nazi. Estos conocimientos los ofrecería posteriormente a las autoridades estadounidenses, de ahí el ser considerada también una espía en cierta forma.

Cansada de su enclaustramiento, pergeñó una rocambolesca huida, con salto por la ventana del servicio de un restaurante incluido. Y así, consiguió llegar hasta Londres donde conoció a Louis B. Mayer. Tomó el mismo barco que él en dirección a los EE.UU. y para cuando llegaron a puerto había conseguido un contrato con la Metro y un nuevo nombre, Hedy Lamarr.

Pero la actriz no había olvidado su interés por la tecnología. En plena Segunda Guerra Mundial, decidió aportar su preparación al esfuerzo bélico de los aliados, sin embargo una mujer que, además, era definida como “la más hermosa del cine”, debió ser considerada como incompatible con la ciencia, así que declinaron su oferta, pero la animaron a aprovechar su belleza para vender bonos de guerra, cosa que, por otro lado, hizo con enorme éxito (ofrecía un beso por un gasto de 25000 dólares o más).

A pesar de todo, no se rindió. Se centró en el ámbito de las transmisiones como forma de comunicación y como sistema de control remoto de armas, ambos apartados con una evidente vulnerabilidad por aquel entonces. Básicamente, inventó una forma de transmitir los mensajes u órdenes de manera fraccionada, cambiando de frecuencia cada vez, con lo que resultaba imprescindible conocer el código de cambio de canales para poder reconstruir el mensaje. El problema que encontró fue de sincronización y vino a solucionarlo cuando conoció al compositor George Antheil, seguidor del Futurismo y el Dadaísmo, lo que le había llevado a estrenar la obra “Ballet Mécanique” cuya orquesta “mecánica” tenía dieciséis pianolas sincronizadas sin cables.

Trabajaron arduamente durante unos meses y en 1941 obtuvieron la patente de su Sistema Secreto de Comunicación y ofrecieron el ingenioso invento a la marina de EE.UU. que la desechó más que nada por dificultades técnicas. A pesar de ello, no cayó en el olvido y en 1957 un grupo de ingenieros lo desarrolló y fue adoptado por el Gobierno para las transmisiones militares. En la actualidad, muchos sistemas orientados a voz y datos, tanto civiles como militares, emplean lo que se denominan sistemas de espectro ensanchado, entre ellos todas las tecnologías inalámbricas de que disponemos en la actualidad, llámese Wifi (“wireless fidelity”, literalmente, fidelidad sin cables) o BlueTooth, que se basan en el cambio aleatorio de canal.

Ésta es, sin duda, su gran aportación, pero también trabajó en otros temas, como una versión mejorada de los semáforos. Ya ven, su mente no paraba.

Pero bueno, estos son artículos básicamente de cine, aunque nos permitan ir a otros temas colaterales. ¿Qué fue Hedy Lamarr como actriz? Pues estuvo trabajando hasta 1957 y rodó unas treinta películas. Las primeras no justificaron la expectación que había despertado en cuanto a la calidad artística, pero después llegó a trabajar junto a actores de reconocido prestigio como Spencer Tracy, Robert Taylor, James Steward o Clark Gable y con directores como King Vidor, Victor Fleming o Cecil B. DeMille en la superproducción de enorme éxito “Sansón y Dalila”. Eso sí, en su debe hay que cargar que rechazó “Casablanca” y “Luz de gas”.

Como ejemplo traigo “La extraña mujer”, dirigida por Edgar G. Ulmer en 1946 en la que vemos, además de nuestra protagonista de hoy, a George Sanders o Louis Hayward. Y la he elegido porque creo que es una buena muestra de la imagen de Hedy Lamarr. Es la historia de Jenny Hager, que ya desde jovencita es consciente de lo que su físico genera en los hombres y de los beneficios que eso puede traer a una mujer que va a salir de lo más bajo de la sociedad, con un padre alcohólico que la maltrata, sin recursos, pero también sin escrúpulos, lo que la convertirá en la dueña de un productivo aserradero. Yo, dado además que está ambientada en pleno siglo XIX, no pude evitar compararla con Escarlata O’Hara, a la que se parece en carácter y en físico. Y, como la propia actriz, es una mujer bella, sí, pero también inteligente, arriesgada, emprendedora. Es una pena que todo esto se diluya en las malas artes de Jenny.

La propia Hedy comentaría que “Cualquier chica puede ser glamurosa. Todo lo que tienes que hacer es quedarte quieta y parecer estúpida”. Bueno, la imagen de mujer glamurosa la bordó, pero alegra saber que ni se quedó quieta ni, desde luego, resultó estúpida.

Y no crean que es el único ejemplo. También son científicas que ejercen como tales Natalie Portman, Mayim Bialik (Amy en la serie “The big bang theory”), Lisa Kudrow (Phoebe en “Friends”), Kristen Stewart (“Crepúsculo”), Danika McKellar (la pequeña Winnie Cooper de “Aquellos maravillosos años”) o Sofía Nieto (Natalia, la hija de Juan Cuesta, presidente de esta nuestra comunidad, en “Aquí no hay quien viva”).