Siempre he sido seguidor incondicional de Paul Newman, uno de los grandes sin discusión. Y grande como persona, lo que le hace aún más grande como actor. Me gustaron siempre sus salsas, Newman’s Own, a través de las cuales realizaba una importante labor filantrópica. Me gustaba su faceta como piloto; comenzó a pilotar con 48 años y llegó a terminar segundo en Le Mans en 1979 con un Porsche 935 (lo dejó a los 83). Me gustó siempre su reloj, un Rolex Daytona, regalo de su esposa Joanne Woodward, y que llegó a dar nombre a este modelo: Rolex Daytona Paul Newman, y que ha llegado a convertirse en el Santo Grial del coleccionismo relojero, siendo subastado el pasado 26 de octubre por 17.752.500 dólares. Record absoluto para un reloj. El Rolex, con referencia 6239 y una esfera “exótica”, fue adquirido por su mujer probablemente en 1968, poco después del comienzo de la pasión automovilística del actor. Lo llevó durante años y se lo regaló a James Cox, por entonces novio de su hija Nell. En la parte trasera una dedicatoria: “DRIVE CAREFULLY ME” (Conduce con cuidado. Yo). Hay una fotografía icónica de Douglas Kirkland en la que por encima de todo destacan los ojos azules del astro y el reloj en la muñeca. Newman y Rolex, una combinación imbatible. Esta misma semana, en plena reivindicación de las mujeres por la igualdad y la paridad, el actor vuelve a demostrar que en esta vida no hay nada como predicar con el ejemplo. Susan Sarandon ha revelado en la BBC que Newman renunció en 1998 a parte de su salario para que su compañera en Twilight (Al caer el sol) cobrara lo mismo que él. El detalle no ha vuelto a ser visto por esos pagos en 20 años y cobra mayor trascendencia desde el momento en que Newman nunca alardeó de ello. Como DICE Gonzalo Nuñez en La Razón: “El caso Newman-Sarandon evidencia tres cosas: que la lucha contra la brecha salarial está justificada porque en 20 años no han cambiado lo suficiente las cosas; que la connivencia del hombre es fundamental para que la mujer conquiste la paridad; y, finalmente, que Paul Newman no es de este mundo.” Por cierto, recuerdo Twilight, una película “menor y atractiva” en palabras de Carlos Boyero, con cierto regusto nostálgico y sobre todo por la maravillosa banda sonora de Elmer Berstein.
El escritor y ensayista Michael Sims se ha molestado en indagar en los pliegues más ocultos de la pareja de detectives más famosa de la historia para desvelar quiénes fueron las personas reales que inspiraron sus famosas aventuras. En Arthur y Sherlock. Doyle y la creación de Holmes”, Sims desvela de forma minuciosa el entorno social y familiar de Conan Doyle, su juventud y su contacto con los bajos fondos y su evolución hasta que se convirtió en médico y en escritor. En la universidad encontró a Joseph Bell, un doctor sobresaliente, carismático, de rostro afilado, nariz aguileña y ojos grises y con unas dotes deductivas innatas. Cuando Conan Doyle decidió, tras la publicación de Estudio en Escarlata, la primera aventura de Sherlock Holmes, seguir la estela de Poe y su detective Dupin, fijó su atención en uno de los hombres que más había admirado en la facultad de medicina. Bell, todo un modelo a seguir: devastado por la pérdida temprana de su esposa, jamás desatendió a sus hijos, era de esos médicos capaz de cualquier sufrimiento para ayudar a sus pacientes y con una gran habilidad para el diagnóstico. De Bell tomo prestados hasta la gorra y la capa, pero no así el nombre. Holmes proviene de Oliver Wendell Holmes, un médico y ensayista norteamericano que leyó desde muy temprano. Sherlock lo tomó de William Sherlock, un inspector jefe de policía investigador de crímenes con resonancia entre el público por su truculencia. Para Watson tomó el apellido de Thomas Watson, un renombrado médico, y le dotó de un pasado como veterano de la guerra de Afganistán y lo configuró como una persona decidida y valiente. El resto es historia.
Como vino recomendado esta semana, un somontano curioso de una bodega con un nombre aún más curioso: El Grillo y La Luna. El vino es el Hop, Hop, Hop 2013. Un ensamblaje de garnacha y syrah expresivo, muy frutal y especiado, con la madera (trece meses de crianza en roble francés) muy integrada.
Sigan con salud.
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