viernes, 13 de junio

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Barricada Cultural

 

Cuatro películas... Y algunos hombres buenos (III)

por Alicia Noci Pérez

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Volvemos esta semana al lejano Oeste para encontrarnos con otra de esas historias de valores que nos hacen creer que el ser humano merece la pena, a pesar de que también puede ser capaz de acciones muy poco honorables.

El film en cuestión es “El tren de las 3:10” (o “3:10 to Yuma”). Me dirán ustedes, si leyeron el artículo anterior, que soy un poco tendenciosa, en el sentido de que tiendo hacia las películas de Russell Crowe, pero, aunque la versión que protagonizó él junto a Christian Bale me parece estupenda, voy a referirme a la de 1957, en la que el dúo protagonista tenía los nombres de Glenn Ford y Van Heflin.

Basándose en un relato corto de Elmore Leonard, un escritor de novela del Oeste y, posteriormente, de novela negra, muchas de cuyas obras han sido llevadas al cine, su director, Delmer Daves (autor también de otras joyas como “Flecha rota” o “El árbol del ahorcado”), construye un western en la línea de “Solo ante el peligro”, donde los enfrentamientos violentos no suponen más que una mínima parte de la historia, se intuyen al final, pero lo más importante es el camino de sus personajes hasta llegar a ese punto.

El guión de Halsted Welles, que repetiría para la versión de 2007, plantea un magnífico duelo psicológico entre un forajido, Ben Wade, y un campesino, Dan Evans, a través de estupendos diálogos y grandes labores interpretativas. Glenn Ford dio vida, yo creo que en uno de sus mejores trabajos, a ese salteador educado, amable, simpático, seductor, inteligente y seguro de sí mismo, a la par que frío asesino, eso es cierto. Pero resulta curioso que es casi imposible que nos caiga mal, todo lo contrario, es muy difícil que no nos caiga bien, quizás porque, en contraposición a su banda, no ejerce una violencia gratuita; roba y mata cuando las circunstancias lo requieren (o así lo considera él, claro). La versión de 2007 nos permite conocer un poco más los motivos que le han arrastrado a esa vida, y eso aún nos ayuda a entenderlo mejor.

Pero lo que nos dificulta desear, como ocurre en otras películas en que el malo es muy malo, que reciba su merecido y acabe mal es esa breve relación con Dan Evans.

Les comentaba antes que se trata de un campesino, que interpreta Van Heflin también genialmente, con una personalidad a priori menos atractiva que la de Ben Wade. Su gran preocupación es su granja, sin agua, con poco dinero, con dos hijos que mantener; la solución se le presenta cuando, tras el asalto a una diligencia por la banda de Wade, éste se entretiene con una camarera, a la que interpreta Felicia Farr, en un encuentro amoroso en el que no vemos nada, pero los actores, sobre todo Glenn Ford, consiguen transmitir una intimidad como pocas veces he visto. Lo detienen y, cuando deciden que hay que trasladarlo a Contention City para subirlo al tren de las 3:10 con destino a la prisión de Yuma, sintiendo el aliento de la peligrosa banda liderada por Wade, no parecen encontrar voluntarios, y Evans se ofrece con la única idea de obtener ese dinero que tanta falta le hace.

Aquí es donde aparece el hombre bueno de hoy. Y no, no es Ben Wade, les recuerdo que él es el malo. O casi. Nos encontramos a nuestro granjero movido a un acto alabable, pero al que llega únicamente por dinero. Va a seguir eclipsado por la presencia del asaltante de diligencias, que, trasladado momentáneamente a la granja de Dan, cena con su familia y atrae con sus formas a sus dos niños y a Alice, su esposa (Leora Dana). Y esto es muy importante porque nos va a terminar de dibujar a Dan como un personaje poco carismático.

Entonces llega Contention y la habitación del hotel en la que ambos esperan la llegada del tren. Wade, con una oratoria fluida y muy convincente, intenta atraer a Dan a su terreno ofreciéndole una considerable suma de dinero que crece por momentos. En unos diálogos estupendos, le vemos dudar y tener miedo. Pero en ese momento, nuestro desvaído personaje saca su mejor virtud, su sentido del deber, su elevado concepto de la responsabilidad. Con la banda de ladrones cercando el hotel, sin ayuda, el dueño de la diligencia que fue asaltada al principio, y que le contrató, le releva de su compromiso y, sin embargo, Dan se niega. Se ha comprometido y cumplirá su palabra, sabiendo lo que arriesga, su vida. Yo utilizo a veces la expresión “muero de responsabilidad” y creo que nunca habré encontrado un mejor momento para aplicarla que éste.

En una frase que le dice a Alice resumirá sus motivos y ella le apoya, por fin sobresale sobre Wade, que incluso acabará por mostrarle su admiración y al que se le adivina cierta envidia en su mirada.

Y llega entonces el final, tratado con un suspense que nos mantiene en vilo durante minutos. Por supuesto, no les voy a contar nada, pero sí les digo que se separa en cierta forma del que tiene la versión de 2007 y, para mí, esa diferencia hace inclinar la balanza hacia la más actual, que sobredimensiona ya definitivamente el personaje de Dan Evans y arrastra en ello al de Ben Wade.

No quiero terminar sin referirme a una gran canción del género, la que suena al principio del film anunciándonos que, al igual que se acerca una diligencia por el desierto, se acerca una gran historia a nuestra pantalla. Se titula “3:10 to Yuma”, como la película, y la interpreta una de las mejores voces de este tipo de canciones: Frankie Laine, a quien también escucharíamos en otra genialidad como fue “Gunfight at the O.K. Corral”, perteneciente a la película del mismo título pero que nosotros conocemos como “Duelo de titanes”.

Mi consejo es que vean las dos y no las comparen, simplemente disfruten ambas. El retrato de dos personas como somos todos, con claros y oscuros, enfrentados a nuestros miedos y a nuestros ideales, está tan bien trazado que sería una pena no verlo, independientemente de cómo acabe. Me hago responsable de cualquier decepción al respecto, si la sufren.