La primera vez que tuve noticia de la película de hoy fue en un dominical, ya saben, esa revista que acompaña a los periódicos los domingos. Venía un reportaje sobre un nuevo largometraje de romanos que se estaba rodando. Voy a serles sincera, había una foto de un hombre, vestido efectivamente de romano, con pieles sobre los hombros, subido a caballo que me impactó y pensé “tengo que ir a ver esa película”.
No lo sabía entonces, pero se trataba de Russell Crowe. Bueno, al parecer sí lo sabía, porque lo había visto ya en “L.A. confidential”, pero no lo recordaba. Y es que el aspecto poderoso de aquel soldado era algo distinto del rudo policía Wendell "Bud" White.
Es cierto que pasados unos meses del año 2000 me fui al cine recordando el impacto de aquella fotografía, pero no recordaría la película a día de hoy, dieciocho años después, si no hubiera tenido algo más que un hombre que me resultaba atractivo. La película, por supuesto, era “Gladiador”, dirigida por Ridley Scott.
Desde luego se convirtió en el gran resurgimiento de un género que llevaba muchos años de capa caída (permítanme la gracieta): el “peplum” o aquello que se dio en llamar “una de romanos”. Fue un film muy trabajado y trabajoso, hecho con mimo, con una gigantesca evolución desde que surgió la idea hasta que se proyectó, cuidado, aunque hay detalles que no son absolutamente perfectos o que están descontextualizados, no lo discuto, por supuesto, pero el esfuerzo de todo aquel equipo buscó la excelencia y considero que llegó a un gran nivel. Resultó tan complejo que el apartado de extras del DVD dura muchísimo más que la propia película.
Es verdad que Ridley Scott, por inspiración de los productores, se fijó de entrada en un cuadro, “Pollice verso”, del pintor francés Jean-Leon Gérôme, que data de 1872 y para el que el artista realizó una ardua investigación. Pero claro, el cuadro nos está mostrando una época concreta y el Imperio Romano fue muy largo. Digo esto porque, a pesar de la enorme indagación que se hizo de armas, trajes, costumbres, etc. para el film, los errores en cuando a la mezcla de elementos de diferentes épocas son diversos. Y, algunos, algo fantasiosos. Los ejércitos de Roma no utilizaron el estribo, la armadura última de Cómodo es de fecha posterior, Marco Aurelio murió en Vindobona (Viena) y no lo mató su hijo, Cómodo fue estrangulado por un liberto, incluso la construcción del nombre de Máximo no sería correcta...
Un film que se rodó en cuatro países: en los bosques de Inglaterra se recrearon las escenas de batalla con los germanos. En Marruecos, Zucchabar, la ciudad donde comenzará el recorrido como gladiador. En Malta, el Coliseo y los palacios de Roma. Y en Italia, en la Toscana, la “villa” de Máximo Décimo Meridio que, según la versión original estaba en Trujillo y en la doblada al español estaba en Emerita Augusta (Augusta Emerita sería más correcto). Supongo que los encargados del doblaje pensaron que para nosotros es más romano la segunda que la primera, que nos lleva más bien a época de la conquista de América y, total, parece ser que Trujillo (siendo propios, Turgalium o Turcalium) podría haber formado parte de Emerita.
La cantidad de extras fue tal en (un día flojo podía suponer trabajar con 2500 personas) que hubo que organizar toda una logística de entrega de vestuario, maquillaje, peluquería para que no se convirtiera en un caos.
Se construyeron numerosos escenarios, a pesar del uso de tecnología digital en algunos casos; fundamentalmente se levantó en parte el Coliseo y los palacios imperiales y se utilizó una ciudad de El Sahara, Ouarzazat, donde hay unos estudios cinematográficos precisamente por lo indicado de su localización, a la que se añadió el anfiteatro donde comienza a luchar Máximo.
El bosque “germano”, que ya sabemos que era inglés, se quemó de verdad. Estaba previsto que se talara y el director lo aprovechó para poder desplegar una batalla en toda regla.
El vestuario, diseñado por Janty Yates y que ganó el Oscar, como les comentaba antes, suponía trajes para miles de personas encarnando legionarios, bárbaros o espectadores de los juegos, aparte, claro, de todo el atuendo de la más alta sociedad de Roma, lo que implicaba unas confecciones con telas (raso, seda), colores, detalles (bordados, adornos) y diseños de alto nivel. Para mí, los más bonitos son los de Lucila, la hija del emperador Marco Aurelio.
En fin, un trabajo a lo grande que fue creciendo con el transcurrir del tiempo. La idea inicial de David Franzoni partía de un gladiador llamado Narciso, que sería el auténtico asesino de Cómodo. Franzoni había escrito el guión de la película “Amistad” de Spielberg, así que le planteó su nueva idea. Walter Parks, uno de los productores, jefe de DreamWorks, la productora de Spielberg, se reunió con él y ahí comenzó la historia.
Para plantarse desde ese principio hasta lo que llegó a ser se necesitó la colaboración de otros dos guionistas más, John Logan, reconocido dramaturgo además de guionista, y William Nicholson, escritor, dramaturgo y guionista inglés con numerosos premios, que aportó algunos de los mejores diálogos.
Y, por supuesto, la evolución de los personajes resultó crucial. Máximo, que es de quien quería hablarles hoy, inicialmente era un soldado que anhelaba volver a casa. De ahí cambió, en esos millones de vueltas que se dieron en la comisión que se creó para elaborar el guión, a un soldado reconvertido en gladiador que buscaba venganza. Esta idea les parecía que podía gustar a un sector muy delimitado de público y ellos buscaban una mayor trascendencia. Así que se retomó la idea de un soldado que quería volver a casa y, realmente, en determinada forma, lo consigue.
Douglas Wick, otro de los productores, comentó que “contamos la historia de alguien que busca la fuerza interior en un momento difícil. Y ésa es una historia mítica que tiene validez para todo el mundo que tenga que pelear día a día con su propia ética y sus propios principios”.
Cierto, eso es algo que nos llega, nos identificamos con quien lucha contra viento y marea para intentar alcanzar su objetivo. Pero la grandeza de Máximo yo creo que consiste sobre todo en que es alguien con quien puedes contar, en quien puedes confiar plenamente. ¿A quién no le gusta una persona así?
Claro, es un personaje hecho a medida, tiene tanto las características de un guerrero como las de un hombre tierno. Es valiente, es un líder nato, es fuerte, es simpático, es inteligente, es justo, es honrado, es familiar, es cariñoso, es digno, tiene creencias muy profundas, principios sólidos, es respetuoso, es leal... en fin, un compendio de virtudes difícil de encontrar en una sola persona. Pero, ya les digo, todas ellas se encierran en una, es confiable y eso lo valoramos mucho.
Por eso, aparte de por el inmenso despliegue de efectos, creo que tuvo ese inmenso éxito esta película. Por eso y porque le acompañó una música perfecta, que a día de hoy sigue siendo utilizada en numerosos programas de radio o televisión, reportajes, anuncios... y yo sigo sin comprender cómo fue posible que no se llevara el Oscar. Hans Zimmer y Lisa Gerrad (de ella escuchan además su voz) la compusieron.
Se trata de un largometraje que inunda nuestros sentidos; mientras vemos esas imágenes vibrantes, nos envuelve una música épica. Empezamos generando adrenalina a espuertas para pasar luego a emocionarnos con ese soldado curtido en terribles batallas que nos habla con cariño de su familia y su casa. Y para entonces ya nos ha ganado, sabemos que todo lo que va a hacer a partir de ese momento será correcto porque nos ha demostrado que podemos confiar en él.
Pues sí, en el más puro estilo de Hollywood, se acercan a la Historia para usarla a su conveniencia, pero también en ese estilo, lo convierten en un espectáculo de pura magia, que de eso va el Séptimo Arte.