jueves, 1 de mayo

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Barricada Cultural

 

Cuatro películas... Con una versión muda (II)

por Alicia Noci Pérez

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Tenemos esta semana uno de los títulos más emblemáticos de la historia del cine, uno de esos con capítulo aparte: “Ben Hur”.

Y sí, efectivamente, el grandioso y épico largometraje dirigido en 1959 por William Wyler y protagonizado por Charlton Heston y Stephen Boyd como Judá Ben Hur y Mesala tuvo su versión muda, igual de grandiosa y de épica. Aún les digo más, si esta estupenda versión, a cuyo frente se situó Fred Niblo, data de 1925, existe otra todavía anterior, de 1907, un cortometraje de quince minutos que casi parece un tráiler. El film de hoy, que, al igual que ocurría con el “Robin Hood” de Douglas Fairbanks que veíamos la semana pasada, es bastante largo, con una duración de 143 minutos. Aun así, no alcanza los 211 minutos de la versión de 1959.

Pues un tráiler no, pero un resumen muy resumido con algunos de los momentos más destacados de la novela de Lew Wallace sí que es este primer “Ben Hur” de 1907 que se lanzaron a poner en marcha Sidney Olcott y Frank Oates Rose. Desgraciadamente no tiene una imagen demasiado buena y es complicado reconocer a los actores, pero recoge puntos claves: la caída de la teja, la detención, la adopción por Quinto Arrio y la carrera de cuadrigas que es muy “divertida” porque imagino que carecían de medios para rodarla en su totalidad y sólo vemos, en una cámara fija, la tribuna por la que van pasando un vehículo tras otro. Y hasta ahí. El resto de la historia, la parte digamos más mística, una vez consumada la venganza, parece que no les interesó.

Y, aparte de ser la primera vez que la novela se llevó al cine, debió ser de los primeros conflictos por los derechos de propiedad que la productora, Kalem Company, no se molestó en adquirir, por lo que fue llevada a los tribunales y obligada a pagar una buena cuantía a los herederos de Wallace.

Sí que lo haría Samuel Goldwyn para la Metro-Goldwyn-Mayer en 1920 (y buen partido que le ha sacado con tres películas), con lo que la versión del ’25 pudo titularse de manera idéntica al libro: “Ben-Hur: a tale of the Christ”. Ya ven que la parte mística que decíamos antes tiene un papel más que destacado en la historia. Y lo cierto es que Niblo, en esta versión, inicia el film con el relato de la Natividad y la llegada de los Reyes Magos (llamados aquí Sabios) que, por cierto, verán ustedes que Baltasar no es negro: Melchor es hindú, Gaspar es griego y Baltasar es egipcio, que es como lo definiría Lew Wallace y que también veremos con las mismas características en la película del ’59. Pero, a fin de cuentas, la iconografía de un hombre de raza negra surgirá en la Edad Media, nada se dice al respecto en los Evangelios.

Como les señalaba, es una versión grandiosa y magnífica, propia de aquellos años ’20 que ya les comenté el artículo pasado que fueron la edad dorada del cine mudo. Por ejemplo, la escena que parece que es la piedra de toque de esta historia y que estamos comparando, la carrera de cuadrigas, es absolutamente espectacular y trepidante y no tiene nada que envidiar a la premiadísima de William Wyler. Lo único que yo echo de menos es la música de Miklós Rozsa para el gran acontecimiento, que es mi parte favorita de esta espléndida banda sonora, aunque la que compuso Carl Davis para la remasterización tampoco es precisamente mala.

Ya no encontramos una cámara fija y la gente pasando por delante, en esta producción se utilizaron 42 cámaras, unos 4000 extras más miles de muñecos articulados y más de 50000 metros de cinta que quedaron en algo más de 200 para crear ese ambiente de circo repleto de espectadores. Y sobre estas imágenes se superpusieron las de los competidores. En algo tenían que notarse los cuatro millones (o seis, según la fuente) de dólares que se invirtieron.

Pero hay otros muchos momentos dignos de mención, como la batalla de las galeras romanas; la preciosa llegada de María y José a Belén y el nacimiento de Jesús; el emotivo camino al Calvario, al que creo que la falta del griterío habitual le proporciona una sensibilidad enorme; las evidentemente sensuales (estamos en los felices años ’20) de la llegada del nuevo gobernador romano o de la noche en la tienda del jeque; o la original forma de presentar pasajes bíblicos.

Además, hay que añadir diversas escenas en color, en un Technicolor muy conseguido, utilizado en momentos más destacables, sobre todo relacionados con Jesús.

En todo ello participaría como ayudante de dirección el mismísimo William Wyler, que debió tomar nota para su posterior adaptación.

Y, por supuesto, en un relato de personajes muy definidos, los actores. Interpretaría Ben Hur el mejicano Ramón Novarro, que La Metro quiso convertir en el nuevo Rodolfo Valentino, aunque no llegó a alcanzar tales cotas. No fue la primera opción, se pensó en un actor y atleta, George Walsh, que quizá tenía más poderío físico y mucha fama, pero que fue finalmente sustituido por Novarro. En mi modesta opinión, la interpretación de Charlton Heston resultó bastante más convincente.

Como Mesala, Francis X. Bushman, otro actor de físico escultural, que manejaba con soltura los caballos y los carros, y que aportó una gran personalidad a su interpretación, construyendo un “malo” muy logrado. Como curiosidad les diré que aparece en “Sabrina”, la de Audrey Hepburn, como el padre de la prometida de David.

Y a la dulce Esther, el amor de Ben Hur, le daría vida May McAvoy, una actriz sobre todo de cine mudo que formaría parte del elenco de “El cantor de jazz”.

A mí me encanta esta versión que, como les digo, no se queda en absoluto atrás de la oscarizada de Wyler. No se la pierdan, merece muy mucho el rato que le dediquen.